miércoles , 27 noviembre 2024
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Triste y bello mundo

Muchas veces, las cosas que realmente valen la pena se toman el tiempo para crecer dentro de nosotros. Quizá ahora, con los años, lo entiendo. Podría citar muchos ejemplos, pero creo que ustedes captan la idea. 

Para contar esta breve historia tengo que viajar en el tiempo 24 años, a la tienda de video Magic Maker, que solía estar en lo que es ahora Plaza Prisa, y tal vez alguno de ustedes recuerde. Ese fin de semana me encontraba con suficiente tiempo antes de entrar a la película que teníamos planeado ver. Mientras llegaba la hora de la función decidimos ingresar en dicho local y buscar todo y nada. Fue en ese momento que el disco SWEET F.A., de la banda inglesa Love and Rockets, comandada por el gran Daniel Ash, también guitarrista del grupo Bauhaus, se posó frente a mis ojos. 

Yo ya los había escuchado, y recuerdo que el video de la canción So Alive rotaba mucho en los canales de música. Si bien sabía que la banda estaba formada por integrantes de Bauhaus después de que estos rompieran, me gustaba el sonido que coqueteaba con el postpunk y una pizca de new wave. Pensé que ese disco en mis manos sonaría igual, y lo compré. Mi sorpresa fue que al llegar a casa lo escuché, y era otra cosa. No me desagradó, pero no lo entendí. Era algo extraño, y no tan “pop” como So Alive. Lo escuché una vez más, y nada. Junto a otros álbumes, que sufrieron el mismo destino, pasaría apilado y sin ser escuchado, 10 años. 

Con el tiempo el sonido de L&R cuajó en mí. Era momento de reencontrarme con ese viejo disco, y la revelación llegó de golpe a mí. Claro, el tiempo había pasado, y mis gustos habían cambiado mucho. Podía entender que tenía en mi colección una obra de arte. Durante estos días de encierro, neblina y lluvia lo retomé. Esta vez no pasó tanto tiempo para escucharlo; el grupo ya es de mis bandas de cabecera. 

Sweet F.A. sigue siendo un álbum oscuro e inmaculadamente producido. No me sorprende leer que a las personas que tienen a L&R como su banda favorita no les haya gustado cuando salió al mercado. Es un material emocional y crudo, a diferencia de los sonidos más pop de su disco homónimo. 

Aunque considero que es mandatorio escuchar toda la discografía de la banda, junto a su otro proyecto Tones On Tail, Sweet F.A. es una criatura que luego de muchos años me sigue cautivando por completo. Hace que no le suelte la mano para ir a los rincones más oscuros de mi corazón, quedarme allí para siempre y escucharlo detenidamente. Lo deja fluir para poder escribir sobre él, 24 años después. 

Es un disco perfecto que, por mucho, vale la pena descubrir. O, como en mi caso, reencontrarse con él, como con un viejo amigo de infancia a quien tenemos demasiados años sin ver. Hay que dejar que nos diga lo que tenga que decir en estas tardes grises y lluviosas, que nos recuerdan el triste y bello mundo donde vivimos.

Para escuchar: Use me, Fever, Sweet Lover Hangover, Sad and Beautiful World y Shelf Life.

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