Existe un conjunto de actividades que no son ”vistas“, lo que dificulta implementar acciones para erradicarlas.
Trabajo infantil es la actividad que ocupa a la niñez y juventud la mayor parte de su tiempo, puede o no ser remunerada, y no le permite, principalmente, tener acceso a salud, educación, ni recreación. La pobreza y extrema pobreza en el país, obligan a muchos hogares a expulsar a la niñez y juventud al campo laboral, para agenciarse de fondos.
Hace diez años, la edad promedio de los menores de la calle era de 13, ahora es de 6 y 8, y están siendo empujados a buscar trabajos más peligrosos o menos aptos para su edad; estamos hipotecando su futuro al no enviarlos a la escuela, porque tienen que sobrevivir hoy, como el 80 por ciento de la población pobre. En 1989 el 18 por ciento de la población se encontraba en condiciones de pobreza extrema; para 2000 se había reducido a 16 por ciento. La incorporación de mujeres al mercado laboral durante los 90 quizá explique, en parte, por qué en hogares con jefatura femenina hubo mayor reducción de la pobreza extrema entre 1989 y el 2000. En este año por lo menos el 93 por ciento de los extremadamente pobres vivían en el área rural y cerca del 72 eran indígenas.
En Guatemala no existen datos exactos sobre cuántos menores de edad trabajan de manera remunerada o no. Según el Informe de 2001 sobre la Situación de la Niñez en Guatemala de la Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado, oficialmente se reconoció que la Población Económicamente Activa (PEA) infantil y juvenil remunerada era de 925 mil 203 menores de 18 años, que es el 28 por ciento del total de la PEA nacional; es decir, más de una cuarta parte de la población que percibe un salario por su trabajo es menor de edad. A pesar de que Guatemala ratificó en 1999 el Convenio 138 de la OIT sobre “la edad mínima”, en el que se comprometió a eliminar las condiciones que permiten que niños y niñas menores de 14 años laboren, para 1999 había 821 mil 875 de este grupo que trabajaban de manera remunerada o no; representa el 34.2 por ciento de la población en edad escolar que está laborando, de ellos un 39.7 por ciento es parte de la PEA y el 60.3 por ciento trabaja en quehaceres del hogar.
Algunas de las actividades no remuneradas son: recoger leña, acarrear agua, limpieza, cuidado de hermanos y hermanas, tortear, etcétera. Estas actividades no son vistas como “trabajo” por el imaginario social, lo que dificulta la implementación de acciones para erradicarlas. Con respecto a los adolescentes entre 15 y 19 años, el 54 por ciento es parte de la PEA. El 76.2 por ciento son del área rural, y un 33.28 de la urbana. El 66.26 por ciento son hombres.
En las familias de nivel medio y alto, la niñez no realiza actividades laborales ni mayores quehaceres domésticos, e invierten la mayor parte de su tiempo en el estudio y en actividades de recreación o culturales. Esto disminuye conforme se desciende hacia los estratos de pobreza y pobreza extrema, en los cuales todos los miembros de la familia realizan alguna actividad económica y pocos van a la escuela.
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