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Saboree la riqueza del café

El mejor aliado de cada mañana, el aderezo de una buena conversación o el compañero perfecto de una champurrada. El café es una bebida, sí, pero sobre todo es una experiencia que comienza con la recolección de un frutom y finaliza al momento de degustarlo. En Guatemala ese proceso incluye conocimientos tradicionales que han sido transmitidos de generación en generación y que, según el Acuerdo Ministerial 606-2018, emitido por el Ministerio de Cultura y Deportes (MCD), fue declarado Patrimonio Cultural Intangible de la Nación. Por eso, hoy le traemos cinco datos para saborear su rica historia.

De oro

¿Sabe que es el Café Oro? Entre la I y la II Guerra mundial se realizó un cambio en el sistema monetario. Para pagar la emisión de billetes y que la moneda fuera reconocida internacionalmente, cada país debía hacer un depósito de lingotes de oro. Guatemala no tenía fondos para comprarlo, pero Carlos Zachrisson, el ministro de Hacienda, decidió destinar los impuestos que generaría la exportación del café para pagarlo. Desde es momento explica Rubio, al café de exportación se le conoce como Café Oro.

Parte de la vida

El café es una planta importada que llegó al país en 1773, pero fue a mediados del siglo XVIII que se consumió por primera vez como bebida. Rolando Rubio, director técnico de Patrimonio Cultural Intangible del MCD, indica que su popularidad internacional comenzó en el siglo XIX. Desde entonces se convirtió en un producto clave en diversos aspectos, incluido el cultural, pues está presente en la vida de la mayoría de guatemaltecos.

Proceso tradicional

De acuerdo con Juan Luis Alvarado, coordinador del laboratorio de catación y tostaduría de la Asociación Nacional del Café (Anacafé), el país es reconocido por sus ocho regiones cafetaleras, pero también por ser un productor de cafés lavados. Este proceso se inicia con la recolección del fruto maduro, que posteriormente es llevado a las unidades productivas con el fin de retirarle dos cáscaras, lavarlo y llevarlo a un patio de secado. A este se le retira la cáscara seca y seguir con el punto clave: el tueste, que permite que los aceites, ácidos, azúcares y otros elementos se integren.

Saber reconocerlo

Alvarado asegura que la mejor manera de disfrutar de un café comprarlo en grano y molerlo en casa. Ahora, si lo compra molido, una buena forma de determinar su calidad es por el empaque. “Este debe ser trilaminado y con una válvula que usualmente está al frente de la bolsa. Algunos lo apachan para sentir el olor, pero su función principal es ser un cheque de paso que permite que el gas que genera el café al tostarse se libere sin que el oxígeno ingrese. De esta forma, el café se mantiene fresco”, dice el experto.

Ritual con medida

Degustar esta bebida también es un ritual. “No tomamos café, sino una extracción de todos sus aceites”, indica Alvarado. Para apreciarlos en su esplendor, recomienda beberlo recién salido de la percoladora. ¿Una medida perfecta? De 7 a 8 gramos de café para una taza de 6 o 7 onzas, apunta. Además, sugiere dejar el azúcar fuera de la ecuación, para no variar sus propiedades originales.

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