La
de Pinocho es la historia del amor ciego de un padre por un hijo, solo
comparable a la de San José y Jesús, o al menos así lo cree Roberto Benigni,
ahora en la piel del anciano carpintero en una nueva película sobre esta fábula
“universal”.
El cineasta Matteo Garrone, autor de la aplaudida Dogman (2018), firma esta última relectura del clásico, producción
italo-francesa, que a buen seguro destacará en las cartelas italianas desde el
19 de diciembre, sobre todo durante el periodo navideño.
“Empecé a diseñar la historia de Pinocho cuando tenía seis años y por lo tanto
es un cuento que me acompaña desde entonces. Como director, para mi era difícil
resistir a la tentación de hacerle una película”, explicó hoy el realizador en
la presentación en Roma.
Garrone (Roma, 1968) se zambulle en la historia de esa marioneta con vida,
interpretada por el joven Federico Ielapi, que se ha sometido cada día a tres
horas de maquillaje para convertirse en madera.
Pero también en la de su abnegado creador, el carpintero Geppetto (Benigni),
reconstruyendo así todo el universo que ideó a finales del siglo XIX Carlo
Collodi Lorenzini.
Pinocho cuenta con un sinfín de versiones pero el cineasta apuntó que entre sus
influencias están la serie televisiva dirigida en 1972 por Luigi Comencini por
su “sentido de la pobreza”, pero sobre todo los dibujos del primer ilustrador
de la historieta, Enrico Mazzanti.
Y es que su cinta conjuga a la perfección el mundo real, marcado por la marginalidad,
en el que Geppetto raspa la corteza de un queso seco para llevarse algo a la
boca, con otro paralelo poblado por seres mágicos como Pepe Grillo, el ávido
Zorro o la Hada Azul.
Garrone, que inició su carrera en el mundo de la pintura, lo hace además con
una potente apuesta visual y estética, con personajes grotestos que malviven en
cuevas, deambulan en ruinosos palacios abandonados o en el fétido estómago de
una ballena.
Sobre Geppetto, su idea era mostrarle “viejo y afectado por la pobreza” y por
ello acudió ante Benigni y le enseñó una foto de lo que quería exactamente: “Fue
como ver a mi abuelo”, ironizó el laureado cómico, que se deshizo en elogios
por el “mejor” Pinocho.
El actor sabe de lo que habla pues este cuento es para él algo muy importante y
familiar, habida cuenta de que en 2002 dirigió su propia versión en la que él
mismo interpretaba a Pinocho. Pero ahora, despeinado y con barba de algunos
días, da vida a Geppetto, cerrando un ciclo interpretativo.
Por ello celebró su papel como “el padre por excelencia y el más famoso del
mundo junto a San José” pues, apuntó histriónico, “ambos tienen hijos adoptivos
que se escapan de casa, que hasta mueren y resucitan”.
“Pinocho es universal, pertenece a todos, es nuestra historia, es como el sol”,
insistió un entusiasta Benigni, que precisamente conquistó su enorme fama con
aquel papel de padre en su película La
vita è bella (1997), que le valió tres premios Óscar.
El valor de esta fábula reside en sus enseñanzas y sus moralejas: “Federico Fellini
abría sus páginas y elegía con un dedo al azar una de sus páginas para leerla,
era como la Biblia”, recordó Benigni sobre el maestro italiano.
En cualquier caso, la intención era rodar una película como la propia historia
de Collodi, “popular”, insistió Garrone, para de ese modo permitir que se
redescubriera este gran clásico tan vivo en el imaginario colectivo de medio
mundo.
Con este Pinocho Garrone vuelve a despuntar en la fantasía tras la aplaudida Il racconto dei racconti (2015) y le
vale además, según reconoció él mismo, para sacudirse la fama de director de
historias duras, como Dogman o los
mafiosos de Gomorra (2008).
*EFE