martes , 26 noviembre 2024

Guillermo Monsanto

Tuve la oportunidad de visitar la Galería Nacional de Washington coincidiendo con la inauguración de la muestra París 1874 y quedar hipnotizado. París era, en aquel boyante momento, la capital del arte y de la industria. Los cambios de estilos, los traslapes entre grandes maestros y las generaciones emergentes, brindaron obras excepcionales cuya existencia determinó el rumbo de la plástica el siglo siguiente.


Lo notable de la exposición proviene, por supuesto, de la pinacoteca allí exhibida. Sin embargo, el valor que le da el guion propuesto, y la elección curatorial, redunda en una lectura eficiente y lúcida que permite apreciar la excelencia de los creadores cuyas obras fueron seleccionadas. Y es que muchos de ellos ya impresionistas, en muy poco tiempo, se adentrarían sucesivamente en otras corrientes expresivas.


Es interesante comprender que algunas de esas piezas se exhibieron juntas en los salones de exhibiciones de París de aquel año 1874. Acción que de nuevo les da un valor de compilación poco usual. También, como dato interesante, reluce que en esa misma actividad se dio a conocer el maestro de Antonia Matos y Alfredo Gálvez Suárez, Justo de Gandarias, con algunas de sus esculturas tempranas. Entre ellas, La Parisina y La bailarina de flamenco que fueron muy celebradas en los círculos artísticos aquel año.


La muestra también presenta obras de gran valor plástico realizadas por mujeres artistas invisibilizadas en su momento. Esta tendencia de incluir trabajos femeninos, presente en varios e importantes museos del mundo, está ayudando a reescribir parte de la historia del arte. Si bien los nombres que descollaron en la segunda mitad del siglo XIX, existen en el imaginario de los interesados, probablemente con el tiempo se haga más justicia al aporte femenino en las artes del siglo.


La suma de información adicional representada por catálogos del lapso, grabados, dibujos, bocetos, gigantografías y muchas otras referencias, crean la sustancia necesaria para pasar un buen rato sumergidos en la historia del arte universal y, de paso, por la arquitectura y moda del período. De nuevo expreso, ya para cerrar este pensamiento, que la curaduría fue magistral y un buen ejemplo de ejercicio interdisciplinario ya que en ella laboraron varias cabezas muy lúcidas y preparadas. Existe también un libro que además de las ilustraciones aporta sustancia a la propuesta.

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