Se obliga al olvido y la desmemoria para sobrevivir, cuando lo que necesitamos es la memoria para aprender de la historia vivida.
El olvido es un mecanismo de selección y priorización de información, porque nuestras mentes no podrían mantener presente toda la información y experiencias vividas a lo largo de los años. Seleccionamos y elegimos qué recordar, valorando inconscientemente lo que nos sirve para vivir en el día a día o para sobrevivir en caso de peligro.
Por ello, el olvido, o la desmemoria, es decir, el olvido obligado desde afuera, también se ha convertido en un mecanismo de sobrevivencia para ciertas sociedades, colectivos o grupos poblacionales, quienes frente a la política de terror impuesta, prefieren dejar de lado los hechos que causan dolor, para no enfrentar a los responsables.
Cuando hablo de terror me refiero al impuesto por hombres armados, como los ejércitos nacionales y fuerzas del Estado que, como en el caso de Guatemala, dejó el saldo de más de 45 mil personas desaparecidas. Como es sabido socialmente, el miedo a denunciar, a exigir justicia y a saber la verdad más allá de lo visible, ha sido silenciado por la necesidad de vivir. Voces valientes, pocas para la magnitud del desangramiento, han logrado a lo largo de los años gritar esta verdad por todos conocida, pero poco abordada.
Pero no solo el terror impuesto con las armas es el que vivimos hoy. Me cuestiono profundamente el hecho de que esta sociedad prefiera avergonzar a una mujer o una niña violada, por el delito cometido por un hombre, que nombrar al violador. Y encima de ello, que se obligue a esa niña o a esa mujer a olvidar la violación, a pesar de que además se le impone, en algunas ocasiones, tener al producto de ese hecho de horror y denigración vital.
La sociedad obliga a olvidar, a no nombrar esas vergüenzas históricas, creyendo que evitando esa confrontación la realidad seguirá su curso sin mayores tropiezos. Pero resulta que la historia se repite una y otra vez, una y cien veces, una y mil veces más.
Qué extraño poder se le otorga al silencio y al olvido, cuando hemos visto cómo lo que genera es la muerte por dentro, porque esos sentimientos de dolor, rabia y tristeza se van pudriendo y se vuelven llagas, cáncer, que matan de a poco y no resuelven nada, porque el hecho está allí, el culpable está allí y a veces más cerca de lo que quisiéramos.
Este 30 de agosto se conmemoró el Día Internacional contra la Desaparición Forzada, en medio de procesos judiciales que pretenden dilucidar los asesinatos extrajudiciales cometidos contra comunidades q’eqchi’, así como el asesinato de una mujer a manos de su esposo. La desaparición, el secuestro, la tortura y el asesinato no deberían estar en el referente de la sociedad, las y los niños no deberían vivir este marco de relaciones sociales. El sueño por una sociedad en paz y cooperación mutua, lamentablemente es eso aún: un sueño.
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