miércoles , 27 noviembre 2024
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Más allá de los pinceles y las gubias (III)

Ricardo Fernández Gracia, 

Director de la Cátedra de Patrimonio y Arte Navarro

En un contexto como el que hemos señalado al principio, no podían faltar los tipos como militar y en glorificación, venciendo a la herejía. Con armadura, en un marco exuberante de talla dorada, destaca el retrato del santo de la basílica pamplonesa. Fue enviado hacia 1715 de Roma por el hermano Emeterio Montoto que, años atrás, había estado al cuidado de los jóvenes jesuitas en Villagarcía. Es una copia de otra pintura, conservada en San Ignacio de Roma. La composición tuvo fortuna y se litografió en pleno siglo XIX.

En la gloria lo encontramos en una delicada pintura del castillo de Javier, en otra de la basílica pamplonesa y en la escultura de yeso policromado de una pechina de San Jorge de Tudela, portando la bandera de la Compañía. Un lienzo de delicada factura de la sala capitular de las Agustinas Recoletas de fines del siglo XVII, que sigue una estampa de François de Poilly, lo presenta glorificado y en éxtasis.

Un lienzo de delicada factura de la sala capitular de las Agustinas Recoletas de fines del siglo XVII.

De la Ciudad Eterna también llegaron a Pamplona, en 1749, otras pinturas. Una de gran tamaño con el santo ante el Resucitado que representa, como me hizo notar el padre Javier Sagüés, la aprobación del nombre de la Compañía con el beneplácito del mismísimo Cristo. El padre Juan Antonio Polanco, burgalés, secretario de san Ignacio y de la Compañía, nos proporciona la fuente textual de la composición, al tratar De Societatis Jesu nomine, poco antes de llegar a Roma, en Vicenza, en septiembre de 1537, cuando se propuso la cuestión del nombre del instituto. 

Así lo relata el mencionado Polanco: “Tratando entre sí cómo se llamarían a quien les pidiese qué congregación era esta la suya, comenzaron a darse a la oración y pensar qué nombre sería más conveniente, y, visto que no tenían cabeza ninguna entre sí ni otro Prepósito sino a Jesucristo, a quien solo deseaban servir, parecióles que tomasen nombre del que tenía por cabeza, diciéndose la Compañía de Jesús. Y en esto del nombre, tuvo tantas visitaciones el padre maestro Ignacio de aquel cuyo nombre tomaron y tantas señales de su aprobación y confirmación de este apellido, que le oí decir al mismo que pensaría ir contra Dios y ofenderle si dudase que este nombre convenía”.

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