Junto a su banda o en solitario, Mark Lanegan siempre es un deleite. Esta vez viene acompañado de su anarquía acelerada de rockstar. Es un imparable con libertad sideral, sin ninguna disculpa por serlo o haberlo vivido en carne propia.
Lanegan, como lo he dicho en esta columna, es un tipo que encarna por estos días un halo de divinidad y veneración. Antiguo líder de la banda Screaming Trees y colaborador de Queens Of The Stone Age, ha trabajado con artistas prolíficos como Pj Harvey, Isobell Campbell, Soul-savers y Nick Cave, por mencionar algunos.
El carisma, misterio y sensibilidad de Lanegan le confiere cierta autoridad para invitarte a agarrar tus cosas y salir huyendo sin mayor culpa o arrojarte de un puente para caer sobre una cama. Es decir, vivir la vida en toda su extensión. Esto es lo que produce el Somebody’s Knocking, un disco lanzado el 18 de octubre.
Este es el quinto álbum desde el debut con el Bubblegum (2004) el enorme y oscuro Blues Funeral (2012), el etéreo y experimental Phantom Radio (2014), y el trepidante Gargoyle (2017). El nuevo trabajo tiene un aura de desenfado, con ritmos roqueros y casi bailable. Stich It Up, el primer sencillo, vio la luz en abril.
Somebody’s Knocking viene acompañado de mucha electrónica con sintetizador, bajos y baterías atrapadas en samples sincronizados, junto a guitarras estridentes o, en algunos casos, arpegios nostálgicos. Lanegan, me da la impresión, quedó hipnotizado con canciones como Gray Goes Black y Ode To Sad Disco, del Blues Funeral, por lo que decidió explorar esa avenida.
El disco contiene 14 canciones con letras en que los sospechosos usuales de la mítica tortuosa de Lanegan, es decir sus demonios personales, son nombrados y acusados. Con la única diferencia de que aquí los liberó de su cabeza y con una sana irreverencia les sacó la lengua.
Abre Disbelief Suspension. Es una invitación, con el motor encendido, a un destino al sinsentido de una libertad con dimensiones irracionales. Te invita a herirte, a probar la tierra, a cortarte hasta desangrar, a romper tu cabeza cuadrada.
Letter Never Sent es para arriesgarte a perderlo todo, como si valiera tenerlo todo. Es descarnada para aquel que es preso de sus posiciones. Night Flight To Kabul trata acerca de escapar para tener un poco de paz mental del sinsentido que es hoy EE. UU.
Dark Disco Jag es experimentación con la voz ruda de Lanegan; Gaze From The Shore tiene letras de pérdida y anhelo al antiguo camino, y Sitch It Up es rock a toda velocidad. War Horse, Playing Nero, Two Bells Ringing At Once y She Loved You son melódicas y cadenciosas, adecuadas a una atmósfera eléctrica y espacial. Paper Hat es una canción blues-country condimentada con baterías eléctricas. Name and Number, Penthouse High y Radio Silence retoman el paso veloz de rock electrónico.
El Somebody’s Knocking es un experimento por una vía poco explorada dentro de la mitología fantasmal del músico. Es un museo de cera para contemplar miedos, o al menos conocerlos y olvidarlos. Esta placa es un escape del hartazgo rutinario, incluso hasta de Lanegan mismo. Es, digamos, música para soltar traumas y, por una buena vez, divertirte. Amén por eso.