miércoles , 27 noviembre 2024
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Los nietos

Los innumerables besos y abrazos fueron como líquido vital que regó sus raíces para una vida plena.

Cuando nacen podría decirse que casi caben en la palma de la mano. Sin embargo, estos seres, aparentemente minúsculos, una vez abren sus ojos y te clavan la mirada, te capturan para toda la vida.

Su poder hipnótico es tal que no puedes, aunque quisieras, desviar la vista hacia otro lado y finalmente terminas fundiendo tus ojos en sus diminutos centros de poder que escrutan a profundidad cada uno de tus gestos.

¡Y qué decir de las veces en que los arrullas para inducirles el sueño! ¡Y las veces que reclaman tu presencia en una actitud premonitoria de lo que será a lo largo de su vida!

Al dar sus primeros pasos tienes que armarte de paciencia para soportar sus destrozos. Simplemente la casa no puede estar ordenada porque durante su presencia estos pequeñitos rufianes tiran todo lo que encuentran a su paso, y para colmo de males, te exigen que apruebes sus fechorías.

Y claro, los padres están diseñados para corregir, pero tú como abuelo, estás diseñado por naturaleza para consentir y no tienes más que plantarles un sonoro beso en la mejilla. Ellos, a cambio, te toman de la mano como si supieran que años más tarde se convertirán en tu bordón.

Dejan los pañales y visten sus primeras prendas formales. Se inician los días del colegio, un enorme peregrinar que los conducirá en la ruta de su desarrollo.

Las primeras tareas escolares son celebradas con un helado o un trozo de pastel. Y por supuesto, no se te ocurra llagar tarde a casa porque te reclaman.

Estos pequeños seres son acaparadores de afecto y en extremo exigentes de tus cuidados. “Abuelito, te la llevás de muy salsa y no me ponés atención”, me dijo una vez aquella picarilla, cuando tenía cuatro años.

A veces se meten en tu cama y, tras pláticas interminables se quedan quietos y poco a poco se van quedando dormidos, seguros de que tú estarás allí para cuidarlos y protegerlos.

Solo el silencio es capaz de absorber su pequeña respiración de ángeles. En esos momentos es cuando llegas a comprender que la vida es hermosa si tienes a alguien a quien entregar lo mejor de tu ternura. Es entonces cuando entiendes la inmensidad de Dios concentrada en un pequeñísimo ser.

La vida recompensa. De sobra, la vida recompensa. Aquellas horas que tú invertiste en el cuidado y atención de aquellos pequeños duendecillos, años después tendrán sus frutos.

Los innumerables besos y abrazos fueron como líquido vital que regó sus raíces para una vida plena.

Al final del día, ellos cuidarán de ti. Te regañarán si no cumples con tu dieta, te leerán las instrucciones de tus medicamentos, te invitarán a hacer ejercicio para mantenerte en forma, te tomarán de la mano para que no te caigas, tal como tú lo hiciste cuando ellos daban sus primeros pasos. Y así, el ciclo de la vida habrá cerrado un hermoso capítulo de la existencia humana.

¡Benditos mis nietos y los nietos de los abuelos cuyo papel fue consentir, amar, proteger y educar en el amor!


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