La época navideña aparte de ser un sinónimo de reuniones sean estas familiares o con amistades; también es un parteaguas para desprenderse unos instantes de la realidad política, económica y social del país.
Los convivios alrededor de las fiestas decembrinas en restaurantes o en casas, son segmentos de la armonía y la unión que prevalecen durante esas fechas. Sin duda, se ha perdido el genuino significado del espíritu de la Natividad, pues ahora se prioriza y se ha vuelto una práctica el desenfrenado consumismo, pareciera que la gente tiene en la mente solamente dos palabras “comprar y gastar” ¿En qué momento convertimos este lapso de profundo ensimismamiento en la excusa perfecta para derrochar dinero de manera descontrolada?
Sin embargo, la felicidad verdadera de ese tiempo tan especial es compartir lo que tienes con los demás y recibir lo que los demás comparten contigo. Además de reflexionar en el nacimiento de aquel hijo de carpintero que trajo paz y amor a la humanidad sin esperar nada a cambio.
Al hacer un balance del año que se va, en cuanto a las metas propuestas de las cuales unas se cumplieron y otras no, es inevitable entrar en la fase de la profunda meditación del por qué no se llevaron a cabo algunas de estas, en el trabajo, lo profesional o lo personal, etcétera.
Lo cierto del caso es que la mayoría de personas pensamos que, el año que viene será nuestro, aunque se vayan quedando atrás las promesas que ofrecimos cumplir en el transcurso de los días, semanas y meses y nos volvamos a encontrar en las mismas condiciones del año que dice adiós.
Así también, vienen a la memoria aquellos momentos vividos de toda índole; para el olvido e inolvidables, de amor y de odio, de duelo por la partida de algún pariente o amigo, de emoción y de enfado.
La navidad se resume en una amalgama de sentimientos que en el momento familiar de departir sentados junto a la mesa, se comienza a notar la ausencia de los seres queridos que se nos anticiparon en el viaje eterno y resulta imposible no dedicarles algún pensamiento o recuerdo derramando algunas lágrimas porque ya no están con nosotros y no logramos llenar ese espacio vacío. La vida es así y debemos aprender a vivirla, pues hay momentos en la existencia humana para todo.
La importancia de la época decembrina es que realmente nos sensibilicemos del auténtico sentido de la Natividad y no sigamos perdiendo ese valor intrínseco de fechas como esa, en la cual nuestro mejor aporte es el tiempo de calidad para las personas a quienes amamos y no la cantidad que decidamos gastar o malgastar para intentar hacer feliz a alguien. No obstante, el olor a pino, a pólvora de cohetillos, a manzanilla, la vistosidad de los infaltables nacimientos y arbolitos navideños, las hermosas pascuas que adornan muchos de los hogares guatemaltecos, el sabor del tamal y el ponche nos hacen recordar que llegó la Navidad.
Apreciable lector, no importa la religión que profese, desde este espacio humildemente quiero desearle que tenga una tranquila, reflexiva y bendecida Navidad, en convivencia pacífica junto a sus seres queridos. Que Dios les bendiga abundantemente y que la paz esté siempre con ustedes.
