Enfundado en un vestuario de inspiración militar, Michael Jackson interpretó con su destreza coreográfica temas míticos como Billy Jean o Black or White entre fuegos artificiales y chorros de humo. Tenía que ser este artista, el que hace 25 años convirtiera el Superbowl, un acontecimiento deportivo, en terreno abonado para algunas de las mayores hazañas musicales de la historia.
Para figuras
Hasta la irrupción del Michael Jackson en el Superbowl de 1993, el intermedio de la gran final anual de futbol americano carecía del empaque que se le presupone hoy y muy pocas habían sido las figuras que, hasta entonces, adornaron con sus voces aquellos minutos de pausa.
La aparición de Jacko junto a 3 mil 500 niños fue un acontecimiento que sentó las bases de lo que vendría después. Su amiga Diana Ross tomó nota cuando fue escogida estrella en 1996 y, en poco más de 12 minutos, con cambios de vestuario incluidos, repasó su historia como símbolo de la Motown, antes de marcarse una salida del escenario en helicóptero.
En 1999 se incorporó una introducción cinematográfica en la que E.T. buscaba entre bambalinas a Gloria Estefan y Stevie Wonder. Las presentaciones combinadas se convirtieron en una tónica, como sucedió en el 2001, con Aerosmith, N’Sync, Britney Spears, Mary J. Blige y Nelly.
A veces, la gran estrella del espectáculo quedó eclipsada por sus invitados. Le pasó a Coldplay en 2016 frente al empuje de Bruno Mars y Beyoncé. Por su gusto por la epopeya pirotécnica, las divas han escrito algunas de las páginas más recordadas: véase la re-coronación de Madonna en 2012 o el desfile multicolor de Katy Perry en 2015.
No se puede olvidar lo que los roqueros han hecho. Con el permiso de U2 (2002), Paul
McCartney (2005), The Rolling Stones (2006), Tom Petty (2008) o Bruce Springsteen (2009), la más legendaria de todas esas noches porta otro nombre de la realeza musical.
Prince parecía tenerlo todo en contra aquel 4 de febrero de 2007. Llovía a cántaros sobre el estadio de los Dolphins en Miami, pero apareció sin más acompañamiento que cuatro guitarras, aporreadas con su magnética destreza hasta el clímax con Purple Rain, que encontró en la inesperada cortina de agua su más oportuna aliada.
Todos ellos tejieron la idea de que solo los más grandes pueden aspirar a esos minutos mágicos y Lady Gaga no dudó en saltar al vacío en busca de su corona. Su show del pasado año acumula 39 millones de reproducciones y el domingo la misión de igualarla la tendrá Justin Timberlake.