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OPINIÓN CULTURA

Cuando el cine decepciona

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Hace como un año hablé del idiota que va al cine a incomodar a los demás. Aunque nada de eso ha cambiado, hay una serie de elementos que no incluí en ese texto: cuando además de convivir con ese papanatas, elegís una película que en lugar de entretenerte te dan ganas de regurgitar.

De pronto han pasado 90 minutos, o 120, y cuando llega el cénit de la historia nos damos cuenta que perdimos el dinero de la entrada, junto a valiosos minutos de nuestra vida. Es como si quisieras entrar en la película y repararlo todo para que la trama tenga consistencia. Pero como eso es imposible, aferrado a tu butaca pensás que el director merece una lobotomía con aparatos incandescentes.

Soy de los que considera que las cintas deben ser vistas de acuerdo con su contexto. Naked Lunch o Brazil son tan bizarras como entretenidas, pero no las compararía con, digamos, las películas de Marvel.

Cada historia debería ser juzgada por lo que ofrece, según su género. Tomemos la tetralogía Twilight: los Cullen, una familia de vampiros adolescentes, pasa una y otra vez la secundaria. Además, vive una tensión territorial con los licántropos de la montaña. Aparece el triángulo prohibido entre la humana de 16 años, el vampiro “joven” de no menos de 100 años, y un chico lobo de 16 años.

Sucede la batalla de vampiros contra hombres lobo. Liman asperezas y se presenta una nueva amenaza común. Hombres lobo y los Cullen unen fuerzas para proteger a la chica humana que se convirtió en vampiro (y que tuvo una hija vampiro-humana). Y justo cuando queremos saber el final, cuando el pico narrativo de las cuatro cintas está en lo más alto, y pese a ignorar todas las incongruencias del imaginario fantástico del que robaron ideas, ¡zaz!, le ponen un final tan nauseabundo que te das cuenta que te robaron el tiempo que duraron los cuatro filmes juntos.

Cuando cierran un largometraje con un recurso soso, al final te sentís estafado. Cito a Bryan Cox en Adaptation: “¿Por qué diablos tomaron mis preciosas dos horas con su película?”. Eso deberían preguntarse las grandes distribuidoras y directores: “¿Esta cinta cumple su fin, o es una burla para el espectador?”.

Decepción fílmica: The Guardians (Zashchitniki).

El cine ruso de acción tiene una mística muy parecida a la de Hollywood, y aunque a veces es más entretenido, diré que The Guardians no es el caso. Es uno de los ejemplos de cómo se puede desperdiciar mucho dinero en un monumento de estiércol. Se trata de una liga de mutantes proscrita que es llamada por el Ejército ruso a salvar el día. Pura acción y nada de historia, incluso hay un romance innecesario. Sí, los efectos son entretenidos, pero el contenido se cae a pedazos. Ni se le acerque.

Gabriel Arana
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OPINIÓN

La sonrisa de Denis Villeneuve

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David Lepe

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Foto: Cortesía Warner Bros.

Hace poco vi las fotografías del estreno en Londres y París de Dune: Part Two. Y ahí estaba su director, Denis Villeneuve, al lado de las estrellas del filme como Timothée Chalamet, Zendaya, Rebecca Ferguson y Stellan Skarsgård.

En todas las imágenes de esas premier del cineasta canadiense se dibuja una sonrisa que lo hace ver muy relajado, feliz, satisfecho y disfrutando el momento. ¿Y cómo no ha de estarlo? Se encuentra en la presentación de su última película, producida con un presupuesto abismal y en la que actúa un reparto extraordinario. Además, Dune: Part Two está siendo halagada y ya nombrada: “La última gran aventura épica de ciencia ficción”. 

Las películas de Villeneuve son valientes, ya que abordan temas profundos y complejos, explorando cuestiones filosóficas, éticas y morales. Tiende a involucrarse en historias que desafían al espectador a reflexionar sobre la naturaleza humana y la sociedad.

Este cineasta canadience presta especial atención al desarrollo de personajes.

A pesar de la complejidad de las tramas, este cineasta canadience presta especial atención al desarrollo de personajes y a la emotividad de las historias. Sus películas no solo buscan entretener, sino también provocar una respuesta emocional en el espectador. Y eso se lo agradeceré por siempre.

A Villlenueve lo conocí con Sicario (2015, la puedes ver en Netflix y Max), un tan inolvidable como traumático thriller de acción sobre la lucha contra el narcotráfico en la frontera entre Estados Unidos y México. ¿Quién puede olvidar la escena final con Benicio del Toro y la familia del narcotraficante? 

Meses después, me hizo alucinar con Arrival (2016, Netflix), un drama emotivo acerca de la comunicación con seres extraterrestres.

Así nació mi deseo por conocer qué más había dirigido este maravilloso creador de películas. Y llegó a mis manos Incendies (2010. Prime Video), una dolorosa historia acerca de las víctimas de la guerra, que quedan en medio del fuego cruzado y a merced de una de las peores maldades del planeta: la del ser humano.

Y ese sentimiento lo remató con Prisoners (2013, Netflix), un thriller psicológico que aborda temas oscuros acerca de la ira y la venganza, así como la idea de que las prisiones no solamente son físicas, sino que también se crean en nuestras mentes y emociones. ¿Qué tan prisioneros somos de nosotros mismos?

Este filme nos muestra a personajes y situaciones moralmente ambiguas, lo que lleva a la audiencia a cuestionar y reflexionar sobre las acciones y decisiones de los protagonistas.

Así que, años después, cuando me maravillé con Blade Runner 2049 (2017, Netflix), ya solo me quedó desear que una productora tuviera el valor para darle otro presupuesto alto al genio canadiense, y que su talento nos relatara una nueva historia, en grande… no, más bien en gigante.

Hoy estoy emocionado con la búsqueda de una función de Dune: Part Two, la secuela de la excelente Dune: Part One (2021, Max). Actuaciones de Zendaya, Chalamet y Skarsgård; música de Hans Zimmer y fotografía del cinematógrafo Greig Fraser (Zero Dark Thirty, Rogue One); todo dirigido, con una sonrisa en el rostro seguramente, por Villeneuve: ¿Qué puede fallar?

David Lepe
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ARTES

DANIEL SCHAFER (1937-2004)

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 Foto: Cortesía Guillermo Monsanto. 

Hace 20 años que partió Daniel Schafer, pero pareciera que fue ayer porque sigue presente.  Danny, como nos permitió decirle a sus amigos, se caracterizó por ser un hombre con un aura especial. Más allá del sentimiento que profesaba por el arte, como docente nos legó muchas enseñanzas. Su carácter y conocimientos eran contundentes y su fobia por los charlatanes en el medio, épica.  

Schafer relució como artista visual, maestro de arte, diseñador gráfico, director de teatro, escenógrafo e intelectual. En este listado hay que agregar la solidez crítica ejercida y que su legado en este rubro dejó marcadas a varias generaciones artísticas. Principalmente el contrapeso conceptual que ejerció en la bisagra del entre siglo puso en evidencia que el sistema curatorial estaba viciado por intereses ajenos a lo plástico.  

En un primer momento fundó junto a Luis Díaz la Galería DS en 1964. Aquel recinto fue un modelo a seguir, ya que se ocupó de museografías impecables y de seleccionar obras y autores de primer orden. Fue en esos años sesenta y principios de los setenta que ejecutó una serie de carteles serigráficos de gran valor artístico. Para muestra, la obra que ilustra esta columna que realizó junto a Arnoldo Ramírez Amaya.

Schafer relució como artista visual, maestro de arte, diseñador gráfico, director de teatro, escenógrafo e intelectual.

Aunque no suele mencionársele como parte de la generación del 60, es una de sus figuras más destacadas. Su relación de trabajo con los artistas vigentes en aquellas décadas alimentó un imaginario que inspiró a creadores emergentes relacionados con la Escuela Nacional de Artes Plásticas. De este modo les otorgó visibilidad en un cerrado circuito de coleccionistas. Labor que nutriría a Juannio y otras entidades que se fueron forjando en el lapso. De hecho, las portadas de los primeros catálogos de la subasta aludida fueron diseñadas por él.

Poco antes de su muerte volvió a abrir una nueva Galería DS, en donde se preocupó por guiar a un grupo de artistas jóvenes y otros ya consolidados.  El impacto que tuvo como tutor sobre ellos cambió en gran medida la percepción de lo contemporáneo y la dimensión de las corrientes en boga durante los últimos años del siglo XX. Muchos de aquellos pupilos hoy exhiben fuera de Guatemala y pertenecen a otro círculo más cosmopolita.

Para honrar su legado, los directivos de la Escuela Nacional de Artes Plásticas organizaron una exposición que incluye diferentes facetas en su producción. Entre ellas se puede apreciar una serie de invitaciones serigráficas realizadas artesanalmente. También, se exhiben los estampados con los que propuso diferentes variantes geométricas y viñetas que definen su trabajo del último lapso.  

Los comisarios de la exhibición compartieron, además, su cuaderno de dibujo #57.  Los contenidos ponen de manifiesto sus procesos creativos, el desarrollo compositivo, anotaciones diversas que abren la posibilidad al entendimiento de sus intereses expresivos y su compromiso estético. Su dibujo fue limpio, cuidadoso, paciente y exhaustivo. Estas variantes denotan su interés por lo justo y comedido.

Guillermo Monsanto
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ARTES

BILL SIENKIEWICZ, EL VISIONARIO

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Foto: Cortesía  Marvel Comics / Bill Sienkiewicz

Ampliamente conocido por su estilo innovador, el artista de cómics Bill Sienkiewicz (1958) se crio en Nueva Jersey, donde descubrió su pasión por el dibujo a una edad temprana, cautivado por las vívidas imágenes e historias de los cómics. Perfeccionó sus habilidades copiando las obras de sus artistas favoritos, incluidos Neal Adams y Jim Steranko.

La carrera de Sienkiewicz (pronunciado “Sinkevich”) en los cómics comenzó a finales de la década de 1970, cuando consiguió su primer trabajo profesional en Marvel Comics. Su talento rápidamente llamó la atención de la industria y pronto se le asignó la tarea de ilustrar algunos de los personajes más emblemáticos de Marvel, incluidos Spider-Man, The X-Men y los Avengers.

Su estilo dinámico y experimental, caracterizado por pinceladas atrevidas, combinaciones de colores intensos e imágenes surrealistas, lo diferenciaron de sus contemporáneos.

Sin embargo, fue su colaboración con el escritor Chris Claremont en la serie New Mutants lo que realmente mostró su destreza artística. Juntos, introdujeron un tono más oscuro e introspectivo, explorando temas complejos como las enfermedades mentales y las adicciones.

Bill Sienkiewicz revolucionó el cómic americano con su talento y su visión artística.

El arte distintivo de Sienkiewicz, que incorporó elementos de expresionismo y arte abstracto, ayudó a redefinir el género de superhéroes y allanó el camino para una nueva ola de artistas.

En 1986, Sienkiewicz colaboró con el legendario escritor Alan Moore en la innovadora serie Elektra: Assassin. Este ambicioso proyecto, que combinaba elementos de espionaje, ciencia ficción y sátira política, permitió a Sienkiewicz ampliar aún más los límites del medio. Su uso innovador de técnicas mixtas, incluidos el collage y la fotografía, añadió un nivel de profundidad y complejidad a la historia, lo que le valió elogios de la crítica y seguidores leales.

Sin embargo, el trabajo más importante de Sienkiewicz puede ser su colaboración con el escritor Frank Miller en Daredevil: Love and War (1986). Esta novela gráfica es ampliamente considerada como una obra maestra del género, ya que explora las profundidades psicológicas y emocionales de sus personajes con una profundidad y matices sin precedentes.

El arte de Sienkiewicz, que combinaba técnicas de dibujo tradicionales con collage y pintura experimentales, complementaba perfectamente la narración valiente e introspectiva de Miller.

Además de recibir múltiples premios Eisner, Sienkiewicz también ha realizado importantes contribuciones en otros campos del arte, como la ilustración, la pintura y el diseño gráfico. Su trabajo para músicos como RZA y Roger Waters le ha valido amplio reconocimiento más allá del mundo del cómic.

Alejandro Alonzo
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