Ricardo Fernández Gracia
Cátedra de Patrimonio y Arte Navarro Universidad de Navarra
El estudio del dibujo no queda circunscrito para el historiador del arte a los diseños y trazas que los maestros presentaban a sus comitentes, como proyectos para la realización de otras tantas obras arquitectónicas, escultóricas, pictóricas o de artes suntuarias. En algunas ocasiones, calígrafos e incluso artistas de diferentes especialidades, fueron los autores de portadas de libros manuscritos de distinta índole: constituciones y cuentas de cofradías, inventarios de archivos, libros sacramentales y, por supuesto, de carácter histórico. Asimismo, tuvieron el cometido de realizar el dibujo previo para que los grabadores hiciesen su labor en el caso de las portadas de los libros impresos.
Con destino a códices y manuscritos de distintos archivos. A modo de ejemplo, podemos citar las delicadas portadas del inventario de papeles del archivo de los González de Castejón, obra de Juan Antonio Fernández en 1776, o el índice de papeles del cabildo eclesiástico de la parroquia de Andosilla, en 1797 y decorado con las figuras de los titulares parroquiales san Julián y santa Basilisa, obra muy probable de algún maestro de escuela de la localidad, a juzgar por el tipo de decoración de líneas entrelazadas y en espiral, muy frecuente entre los calígrafos y maestros locales.
Los conventos y monasterios contaron, asimismo, con libros con ricas portadas. Recordemos el Espejo del monasterio de Tulebras, obra fechada en 1686, del monje de Veruela fray Atilano de la Espina, y los libros de la Fundación y Elección de prioras de las Carmelitas Descalzas de Corella, que se ilustraron con una imagen de Nuestra Señora de Araceli y de san José respectivamente, en torno a 1722. La primera resulta de un gran interés para comprobar cómo se mostraba en aquellos momentos el ícono mariano a los fieles, todavía sin el rostrillo.
Distintas órdenes religiosas contaron con manuales manuscritos o impresos para las tomas de hábito y, sobre todo, para las profesiones. Algunas portadas de los mismos fueron dibujadas con primor, e incluso con rica ilustración a plumilla, como ocurre en el de las tomas de hábito de las Benedictinas de Estella, fechado en 1731, en cuya portada aparece san Benito entre columnas salomónicas vestidas de uvas.
En una historia de Roncesvalles de comienzos del siglo XVII. Con un cuidadísimo diseño está ejecutada la portada de la historia manuscrita de Roncesvalles, redactada entre 1609 y 1624 por su subprior, el licenciado Juan de Huarte, formado en la Universidad de Salamanca y canónigo de la colegiata, entre 1598 y 1625. Se trata de toda una prueba gráfica acerca de un contexto y de una visión del pasado de la colegiata a comienzos del siglo XVII. El dibujo está datado en 1617 y realizado a plumilla, con acuarelas de colores. Contiene tres escudos y una inscripción en latín, cuya traducción es: “Estas tres insignias resplandecen más que los cetros de los reyes, porque representan los trofeos de la santa fe y las sacras leyes”. El primero de ellos representa a la Virgen en un trono de abolengo renacentista, que copia de un grabado de otra advocación mariana del siglo XVI. A sus pies, un peregrino se encomienda arrodillado, acechado por sendos lobos, que retrotrae a la fundación del hospital en el segundo cuarto del siglo XII. El segundo escudo presenta las cadenas de Navarra y la cruz verde de la colegiata, emblemas del reino y de Roncesvalles. El tercero es más complejo y en él se representan dos cornetas de marfil, la mayor de Roldán y la menor de Oliberos; junto a ellas sendas mazas, la espada Durindana de Roldán “que en estos tiempos la tiene el rey de España en su armería real”, según el autor del manuscrito, y el estribo del arzobispo Turpin.
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