Las palabras de Mayra Santos-Febres se cuelan en los oídos como ese suave canto que plasmó en títulos como Sirena Selena vestida de pena, La amante de Gardel y Fe en disfraz. Escritora, académica y promotora de la lectura, el idilio de esta puertorriqueña con la literatura comenzó en la década de los 80. En ocasión de su reciente visita a Guatemala, la autora conversó con Diario de Centro América.
Poeta desde 1984 y novelista desde 2001. ¿Cómo logra que en sus narraciones el espacio entre prosa y verso se vuelva milimétrico?
Títulos como Sirena Selena vestida de pena permiten hacer la transición. Es la historia de una bolerista y adopto su voz para describir el escenario y la forma en que es recibida por su público. Como autora caribeña, me interesa la tonalidad de la literatura. Soy de un país en el que la música es anterior a la palabra escrita y quise conservar ese aspecto.
¿Cuál es el origen de esos personajes tan intensos que habitan en sus novelas?
Llevo una vida muy interesante. Tengo la gran dicha de ser una mujer libre, a la que se le permitió una amplitud de movimiento inusual entre muchas autoras. La literatura me ha dado la oportunidad de viajar y eso es fundamental para la escritura: conocer el mundo y tener una visión crítica y curiosa.
¿En qué momento escribe?
Siempre. Escribir no es un oficio, es una manera de vivir. Por eso lo hago todos los días. A veces son notas, reflexiones, preguntas o comentarios acerca de algo que leo. De ahí salen investigaciones, novelas y todo lo que termina en la página.
Si tuviera que elegir entre poesía y narrativa ¿Con cuál se quedaría?
Un buen escritor nunca hace selección, depende del tema. No me caso con ningún género, lo que me interesa es la fluidez de la narración y cada texto escoge su forma. Al crear me dejo llevar por la exploración y luego veo cómo se manifiesta mejor lo que quiero decir.
Hablemos de su labor en la formación de otras autoras.
Existen muy pocas autoras en América Latina. No fue hace mucho que tuvimos acceso a la educación superior y, sobre todo, a tiempo para escribir (…) Buscaba armar un movimiento de mujeres que le enseñaran a otras a leer, crear y expresarse.
En este sentido, ¿cómo es su relación con otros escritores latinoamericanos?
A autoras como Elena Poniatowska, Laura Restrepo y Karla Suárez las leo y las conozco. Creamos un sistema de apoyo, que involucra a otros amigos, como los guatemaltecos Wingston González y David Unger. Somos una comunidad de escritores que se quieren mucho y celebran los triunfos de todos.