El hombre es muy útil. Puede volar y puede matar. Pero tiene un defecto: puede pensar…
Bertolt Brecht.
Históricamente, la tecnología ha impreso sus avances a través de las guerras y el consumo; son estos dos factores los que la impulsaron en su momento, con la finalidad de alcanzar beneficios, tanto a la industria armamentista como a la iniciativa privada. Lo que en los albores de la humanidad fue producto de las necesidades emergentes de la sociedad, la irracionalidad y fatuo hedonismo se transformó en sociedades de consumo.
La tecnología avanza, se desarrolla; no obstante, las bondades que podrían proveer esos recursos están lejos de ser una realidad para la mayoría de habitantes del planeta. Por una parte, el acceso a la riqueza es limitado a cierto número de personas y, por otra, el criterio con que se hace uso de tal tecnología atiende más a la alienación, la vanidad y el esnobismo que la satisfacción de necesidades reales que contribuyan al desarrollo integral del individuo y de la sociedad.
Tales herramientas no llegan a todas las personas y muchas, que se hacen con ellas, no les dan el uso adecuado; la alienación hace mella de las mentes débiles y dóciles señalándoles que vale más el que tiene y acumula más cosas y riqueza que el que es y vive una existencia con lo justo y necesario. Así, el tener cobra esencial importancia y la industria tecnológica y la sociedad de consumo se nutren y benefician económicamente con tales criterios.
Por ejemplo, tener un teléfono celular de última generación, para muchas personas es considerado una necesidad fundamental que hay que satisfacer. Necesidad, que en este caso es de tipo artificial, fraguada por las corporaciones industriales a través de la mercadotecnia, la neurociencia y la publicidad, con el fin específico del lucro. Los individuos no poseen el criterio para poder distinguir qué es una necesidad honesta, de una deshonesta o artificial.
El medio, la educación imperante, la forma en que los han educado les impide reflexionar sobre aspectos tales como los criterios de decisión, valoración, mediatez e inmediatez de los deseos. Nuevamente, fortalecer el criterio, dotar a los seres humanos del conocimiento que los libere de la ignorancia y del poder que ejercen los medios, se hace necesario e imprescindible si se espera que la humanidad perviva y se desarrolle.
Las máquinas seguirán teniendo a una persona detrás de ellas, pero su operador requiere de razonamiento, de criterio, valores y ética que le devuelva la confianza y seguridad, ya que es el ser y no el tener, lo que lo convierten en un auténtico ser humano, capaz de mantener el control sobre las cosas y sobre su propia vida.