Una de las modalidades de servicio y defensa a la Patria, se produjo en abril del año pasado.
Los derechos civiles no son una expresión del ordenamiento jurídico y social que se conquisten gratuitamente. No. Se han de alcanzar y ejercer por la propia población. En el artículo 135 de nuestra Constitución Política (CP) se consignan 7 emblemáticos derechos y deberes cívicos. “a) Servir y defender a la Patria; b) cumplir y velar porque se cumpla la CP; c) trabajar por el desarrollo cívico, cultural, moral económico y social de los guatemaltecos; c) contribuir a los gastos públicos en la forma prescrita por la ley; d) obedecer las leyes; f) Guardar el debido respeto a las autoridades; y g) prestar servicio militar y social de acuerdo con la ley.”
Uno de los significados del servicio y la defensa a la Patria, se produjo para las actuales generaciones en abril 2015, cuando la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala y el Ministerio Público develaron la red de defraudación aduanera. Las consignas lanzadas para derribar el nefasto espectro de la corrupción se gestó precisamente a partir de aquel histórico jueves 16 de abril de 2015.
Lo que vino después es aún un sueño inacabado. Es un proceso al que pareciera le quieren poner amarras. Pero está latente la convicción colectiva que ha de hacerse un esfuerzo por impulsar la refundación del Estado. La Plaza es además del punto de partida, el lugar de encuentro. Y ello por fortuna no se olvida. No es la plaza capitalina, es la plaza de muchos centros urbanos del país. Pronto, parece, les veremos abarrotadas. El peso de las decisiones, de las acciones u omisiones en el manejo de la cosa pública es hoy como ayer el detonante.
En una fecha como hoy, hace 48 años fue asesinado Martin Luther King Jr., en Memphis ciudad del estado de Tennessee, Estados Unidos. Con su elocuente discurso “Tengo un sueño”, forjó cambios en el trato a la población por cuyo color de la piel padeció tantas y salvajes discriminaciones. Y nosotros en nuestro medio, también solemos ser excluyentes unos con otros por cuestiones de piel, tradiciones y costumbres. Padecemos en medio de las múltiples expresiones de crisis colectiva, la ausencia del reconocimiento de un liderazgo nacional que nos ayude a marcar el rumbo, a trazar la ruta hacia la anhelada y auténtica democracia. Ese vacío es manejado con el oportunismo de ofrecernos paliativos y distractores. Tengo la impresión que pronto habrá de agotarse la paciencia ciudadana. El ambiente que nos puede esperar en las próximas semanas puede ser de renovada participación colectiva. No es un deseo carente de fundamento. Las circunstancias están produciendo el “caldo de cultivo” para que se dé tal escenario. Hay que estar más que atentos y no olvidar aquellas demandas que marcaron un gobierno.
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