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COLUMNAS

¿Y eso a quién le sirve?

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Patricia Letona D.

Consultora en Innovación y Relacionamiento Estratégico

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Cuando le conté a una amiga mayor que iría a Israel para conocer su modelo de innovación abierta y cómo se han ganado el título mundial de “Nación de los startups”, me preguntó: “¿Y eso a quién le sirve?”, refiriéndose a la innovación.

Ella, una mujer de más de 70 años con estudios universitarios y que se mantiene activa gracias a su gran hábito por la lectura, no siente cercano el término “innovación” ni tiene idea de cómo esta está impactando en su vida cotidiana. Lo más probable es que eso ocurra en la gran mayoría de las personas.

Hace poco más de un par de décadas, cuando tuvo su primer celular, no imaginó lo dependiente que sería de ese aparato que hoy es como una extensión de su propio ser. Hoy en día, hace negocios en línea, tiene su propia página web y usa Facebook, TikTok e Instagram para hacer crecer su empresa. No lo sabe, pero la innovación le ha servido a ella y a millones de personas de todas las edades para mejorar su calidad de vida y prosperar.

Hablar de innovación no solo se refiere a tecnología.

Soy fiel creyente del poder de impulsar la innovación en los guatemaltecos y provocar una transformación cultural que apueste por aprender a pensar de manera creativa para encontrar soluciones nuevas y mejores a los problemas que enfrentamos en nuestro día a día. 

Hablar de innovación no solo se refiere a tecnología avanzada, sino también a ideas simples que hacen la vida más fácil o que generan nuevas oportunidades. Puede ser una mejora en cómo cultivamos los alimentos, una manera más rápida de hacer trámites públicos o algo más ambicioso y radical como una reingeniería social aplicada al combate de la desnutrición.

Los hábitos de saneamiento y la salubridad en pequeñas comunidades pobres implican rediseñar de manera integral cómo se abordan estos problemas, transformando no solo las prácticas individuales, sino también las estructuras sociales, productivas, educativas y comunitarias que los sostienen. Si lo que se ha hecho hasta ahora no ha logrado reducir significativamente los índices de desnutrición y pobreza, apostemos por otras alternativas que nazcan de un pensamiento innovador.  

Si como país promovemos una cultura en la que la gente se atreva a buscar soluciones y a ser creativa, se generarán más oportunidades para todos. Comencemos desde los pequeños, en la escuela, para que crezcan pensando en la innovación como algo habitual y una herramienta poderosa e imprescindible para hacerse las preguntas correctas y buscar soluciones distintas a problemas cotidianos.

Estamos viviendo una era que nos exige ser innovadores para competir en el mundo. Quien innova tiene mayores oportunidades de destacar frente a la competencia y crecer. Para los negocios, en Guatemala, que tenemos una de las mayores tasas de emprendimiento del mundo, la innovación es clave para desarrollar productos o servicios que satisfagan nuevas necesidades del mercado o mejoren lo existente. El pensamiento innovador nos permite hacernos las preguntas correctas y encontrar mejores soluciones.

A nivel corporativo, ya es común encontrar gerencias de innovación y transformación digital. Celebro la iniciativa de tres grupos empresariales guatemaltecos que están apostando por promover el progreso social y el emprendimiento impulsado por la innovación, usando el modelo del Massachusetts Institute of Technology (MIT), en el MIT REAP Guatemala. También veo esfuerzos importantes en algunas universidades para fomentar la innovación.

Ahora lo que toca es que juntemos las piezas, integremos esfuerzos en todo el ecosistema y así podamos responder de manera sencilla y con evidencia: ¿A quién le sirve la innovación?

Colaborador DCA
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COLUMNAS

Rompiendo Moldes: La Juventud ante el folclorismo en Guatemala

Hablemos de juventud

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GUADALUPE IXEL WER CHUTÁ
Directora ejecutiva
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Septiembre el mes donde Guatemala se viste con colores, bailes y canciones que evocan la imagen de una patria unida, pero ¿qué tan real es esa unidad?, desde niña he visto cómo en nombre de la «tradición», se nos reduce a estampas y clichés. Las mujeres mayas, xincas y garífunas aparecemos en los desfiles con trajes coloridos pero ¿cuántas veces se escucha nuestra voz? Nos aplauden en las calles, nos fotografían en las plazas, pero pocas veces nos ven.

El folclorismo que envuelve estas celebraciones de independencia es una jaula de oro y una máscara que esconde la realidad; nos convierte en símbolos, pero no nos da el poder de cambiar la narrativa en un país tan lleno de historia y diversidad, no se puede seguir celebrando lo superficial y no lo profundo, ignorando la verdad de su gente.

Nuestra lucha es por la representación real.

Es una visión fragmentada, que reduce a los pueblos originarios a piezas de museo, a “trajes típicos”, mientras se invisibilizan luchas, voces y derechos. Nos llaman «guardianes de la cultura», pero ¿qué cultura se preserva cuando los idiomas mueren en las escuelas y las tierras ancestrales se venden al mejor postor?

Nos colocan en un altar de colores mientras las comunidades luchan contra la pobreza, la marginación y la violencia; es aquí donde la juventud tiene un papel crucial. Nosotros, las juventudes, no debemos conformarnos con ser parte de un espectáculo folclórico; somos el presente y el futuro de Guatemala; debemos romper con ese molde impuesto y desafiar esa visión romántica y superficial de lo que significa ser indígena.

Ser joven e indígena es un acto de resistencia; resistimos a ser simplificados, a ser reducidos a imágenes coloridas y vacías. Nuestra lucha es por la representación real, por el respeto a nuestra identidad, por la justicia social.

No necesitamos que nos celebren, sino que nos escuchen, el cambio está en nuestras manos; la juventud debe tomar las riendas de su propia historia. Es hora de que las festividades de septiembre dejen de ser una excusa para romantizar la cultura y se conviertan en una oportunidad para repensar el país que queremos construir, donde ser indígena no sea sinónimo de ser una postal exótica, sino de ser un ciudadano pleno, con derechos y voz propia.

Es momento de desarmar el folclorismo, de romper con esas cadenas invisibles que nos atan a una versión estática de nuestra identidad. Porque no somos adornos, somos fuerza. Y desde esa fuerza, la juventud debe exigir un país más justo, más inclusivo y verdaderamente libre.

Colaborador DCA
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COLUMNAS

Guardarrecursos, defensores del patrimonio natural

Guatemala megadiversa

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Consejo Nacional de Áreas Protegidas
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Las áreas protegidas brindan bienes y servicios esenciales para la sobrevivencia de la humanidad, como alimento, aire puro, agua, medicinas, recreación, materia prima, entre otros. Por ello, resguardar las áreas protegidas, la biodiversidad, el patrimonio natural y cultural del país no sería posible sin el trabajo incansable de mujeres y hombres que se dedican diariamente a esta labor. 

Entre las principales actividades que realizan los guardarrecursos se encuentran proteger y cuidar las especies de flora y fauna silvestre, los cuerpos de agua, el suelo y otros elementos naturales y culturales que están dentro del área protegida, además, cumplen funciones como bomberos forestales, educadores ambientales, realizan actividades de prevención de ilícitos, control, vigilancia y monitoreo, atención a visitantes, extensionismo, entre otros. 

El trabajo de los guardarrecursos es primordial para la naturaleza y la humanidad.

Para impulsar la conservación del Sistema Guatemalteco de Áreas Protegidas -SIGAP- el cual representa el 32% del territorio nacional, así como promover el uso sostenible de la biodiversidad, el CONAP designó cada segundo viernes de septiembre el “Día del Guardarrecursos”, una oportunidad para felicitar, reconocer y agradecer a todas las personas que cumplen esta importante función, tanto a los guardarrecursos del CONAP, así como a los guardarrecursos No pagados por el CONAP y a todas aquellas personas contratadas por otras instituciones de gobierno y organizaciones no gubernamentales que coadministran áreas protegidas, también a las personas contratadas por propietarios de reservas naturales privadas y municipalidades. En el día del guardarrecursos, también honramos la memoria de aquellos que perdieron la vida en cumplimiento de su labor y a los que ya descansan por causas naturales, pero que dejaron un gran legado.

El trabajo especializado de los guardarrecursos asegura que las áreas protegidas tengan un mantenimiento adecuado, al mismo tiempo promueven el cumplimiento de las normativas y políticas relacionadas con su accionar diario. Lamentablemente por la labor que realizan los guardarrecursos sufren constantes amenazas que ponen en riesgo su integridad física y su vida, lo que el CONAP repudia y rechaza rotundamente, ya que esto los hace vulnerables en el desempeño de trabajo.

El CONAP insta a la población a valorar y respetar el trabajo de las personas que día con día recorren las extensas áreas protegidas del país, con el fin de conservar y proteger los bienes y servicios de los cuales todos dependemos para subsistir.   

Las áreas protegidas contribuyen a mejorar el bienestar de la población y sus medios de vida, asimismo, son una importante barrera natural ante desastres y eventos climáticos. Para ello y mucho más trabajan incansablemente los guardarrecursos en cada rincón del país. 

Agradecemos y reconocemos a los guardarrecursos por defender y conservar las áreas turísticas, los Parques Nacionales, los Parques Regionales Municipales, las áreas protegidas privadas, los sitios RAMSAR, las Zonas Núcleo, las Reservas de Biosfera, el Monumento Natural, las Reservas Protectoras de Manantiales, los Refugios de Vida Silvestre y los Parques Ecológicos.

Gracias al trabajo de quienes apoyan el cumplimiento a la Ley de Áreas Protegidas (Decreto 4-89) y otras normativas relacionadas con la conservación de los recursos naturales de Guatemala, tenemos más de 340 áreas protegidas en nuestro territorio.

Colaborador DCA
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COLUMNAS

El compromiso de la Independencia de Guatemala

Zonas de Oportunidad

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Ingeniero Byron Gaitán

Gerente General de ZOLIC

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Cada 15 de septiembre, Guatemala se viste de azul y blanco para conmemorar su independencia. Las calles se llenan de banderas, desfiles y fervor patriótico. Sin embargo, esta celebración debe trascender los símbolos; debe servir como un recordatorio de nuestro compromiso con una Guatemala más fuerte, resiliente y próspera.

La independencia no es solo un hito histórico que definió nuestro destino como nación soberana, sino un legado que debemos honrar con acciones concretas que demuestren nuestra capacidad para enfrentar desafíos actuales y futuros. Hoy en día, es esencial celebrar con orgullo, pero también con la convicción de que nuestro trabajo y dedicación son fundamentales para construir un país que el mundo vea como resiliente.

 Celebrar la independencia de Guatemala más que un acto simbólico; es un llamado a la acción.

Guatemala tiene el potencial para ser un país que inspire respeto y admiración. Contamos con recursos naturales, una rica cultura y una población dispuesta a avanzar. Para lograrlo, debemos convertir nuestras palabras en acciones que posicionen a Guatemala como una nación en desarrollo, con una economía en crecimiento y una población activa comprometida con un futuro mejor.

Cada sector de la sociedad juega un papel en este proceso. Es vital apoyar políticas que fomenten el desarrollo económico y social, creando un entorno favorable para la inversión y el crecimiento. Las empresas deben apostar por la innovación, la capacitación y la mejora continua, y cada ciudadano debe contribuir a este esfuerzo colectivo.

La clave está en la resiliencia y en nuestra capacidad para adaptarnos a los cambios. El mundo está en constante evolución, y Guatemala no puede quedarse atrás. Debemos aprender de nuestras experiencias, superar adversidades y convertirlas en oportunidades para crecer.

La independencia no es solo un derecho, sino también una responsabilidad. Si la entendemos de esta manera, podremos construir un país del cual todos estemos orgullosos, un país que inspire a futuras generaciones a continuar con este legado de esfuerzo y dedicación.

Celebrar la independencia de Guatemala es más que un acto simbólico; es un llamado a la acción, un recordatorio de que cada uno de nosotros tiene el poder de contribuir a un mejor país.

Colaborador DCA
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