Dr. Jorge Antonio Ortega G.
[email protected]
En el recorrido de nuestro pasado, hay eventos históricos que marcaron
los derroteros de la nación, y uno de ellos es la victoria de la Revolución Liberal el 30 de junio de 1871. Un cambio de rumbo para los guatemaltecos y un proyecto de nación que permitió enfrentar los desafíos de la modernidad hasta hoy.
Luego de más de siglo y medio de ese suceso histórico, perviven varias instituciones que surgieron de la modernización del gobierno liberal, y una de ellas es el Ejército de Guatemala, que año con año renueva sus votos de lealtad y fidelidad a la institucionalidad del Estado guatemalteco, teniendo como misión constitucional preservar la paz, la integridad, la independencia y el honor de la nación.
Pero, independiente de lo anterior, cumple con múltiples misiones que requieren de la presencia del estamento militar en apoyo a otras instituciones o necesidades de la población guatemalteca y allende sus fronteras, como es el caso de la exportación de la paz a otras latitudes.
A todos los hombres y mujeres que asumieron el reto de ser soldados, mi admiración y respeto.
Pero para cumplir con todo ello recurre a sus mejores hijos, sus soldados, los cuales son entrenados para esa multiplicidad de funciones.
Lo más importante en la Institución castrense es el soldado, hombres y mujeres comprometidos en cuerpo y alma a la patria, respetuosos de las leyes y fieles a sus principios que rigen una vida al servicio de sus conciudadanos, no importando la hora o las circunstancias, son la respuesta inmediata a las emergencias nacionales como lo demuestra su actuar en el presente.
La preparación y profesionalización del capital humano en uniforme es innovadora, debido a las eventualidades y amenazas asimétricas que se ciernen en el horizonte nacional y regional; cada día se requiere de mayor capacitación para el cumplimiento de la misión.
Los soldados de hoy son producto de la modernización del Ejército y de beneficio para el proyecto de una Guatemala en paz, esa Guatemala que soñamos, esa Guatemala que construimos día a día, esa Guatemala de oportunidades que deseamos heredar a las próximas generaciones.
El futuro es incierto y amenazas siempre van a existir; es por ello que es necesario estar preparados para enfrentarlas y resolver la conflictividad que pueda surgir en la posmodernidad. Cada día hay más conflictos en nuestro entorno y se desplazan hasta nuestras fronteras.
Se quiera o no, el Estado se ve obligado a resguardar sus recursos, intereses y ciudadanos, no hay vuelta de hoja: es un deber el dar protección a todo lo que signifique Guatemala y ¡cualquier excusa solo agrava la falta!
Contamos con un Ejército que exporta la paz al corazón del Continente africano; asimismo, se cuenta con representantes en Sudán, Colombia, Abyei, República Democrática del Congo, República Centroamericana, Mali y el Líbano, como observadores militares o parte de los estados mayores, misiones que se cumplen a cabalidad debido al alto grado de profesionalización de los soldados guatemaltecos; todos ellos, hombres y mujeres que apoyan el esfuerzo de la Organización de Naciones Unidas (ONU) por la paz del mundo.
Cada día el personal militar se ocupa del mantenimiento de su armamento, del fortalecimiento físico, mental y espiritual, capacitándose en los procesos y protocolos en múltiples especialidades para atender a los guatemaltecos en momentos de crisis y la construcción de el proyecto de nación que debe responder a las expectativas nacionales. El ser militar es a tiempo completo. No se tiene tiempo de caducidad. Así es de exigente la carrera de las armas es una profesión de entrega y lo puedo afirmar con toda la solvencia que primero es Guatemala, luego Guatemala y por último Guatemala. ¡Si usted necesita una mano, los soldados tenemos dos!
A todos los hombres y mujeres que asumieron el reto de ser soldados, mi admiración y respeto por siempre en el Día del Ejército de Guatemala.
