La solución es que las mujeres tomen el poder y salven a la Humanidad.
En 1977, las Naciones Unidas declararon el 8 de marzo como Día Internacional de la Mujer. Se fijó un día específico para destacar la histórica negación de la mitad de la humanidad. El Día Internacional de la Mujer se celebró por primera vez en 1911 con no menos de un millón de personas manifestándose por la calles de Alemania, Suiza, Austria y Dinamarca para reivindicar el derecho de la mujer al voto, su emancipación política y unas condiciones dignas de trabajo.
Ha pasado más de un siglo desde entonces y aún es necesario la celebración de este día, fundamentalmente para hacer visible un problema que sigue existiendo. Todos y todas coinciden en que el 8 de marzo es el día para reconocer a las mujeres su lucha, la necesidad de que exista la igualdad real, de las dificultades para compaginar la maternidad con la jornada laboral. Si bien es el día de reconocer y exigir, ojalá que deje de ser necesario.
En este 8 de marzo, la Organización de las Naciones Unidas promueve que el tema para conmemorar el Día Internacional de la Mujer es “Por un Planeta 50-50 en 2030: Demos el paso para la igualdad de género”. La presencia de mujeres en los parlamentos nacionales es solo del 22 por ciento y en Guatemala es del 13 por ciento. A pesar de la diferencia respecto a los hombres, la proporción de mujeres ha subido 11 puntos desde 1995, según refleja el último informe de la ONU Cifras Mujeres-Hombres 2015. Tan solo hay 11 mujeres jefas de Estado y la diferencia entre los países del norte y el sur sigue siendo clave para visibilizar la discriminación.
Para el fallecido escritor Gabriel García Márquez, Premio Nobel de Literatura, mientras los hombres siguen adelante con aventuras destinadas al fracaso, las mujeres son las que mantienen en pie al mundo. El escritor colombiano advirtió que cuando un crítico aseguró que las mujeres eran tratadas en sus libros “como si fueran el centro del mundo”, se dio cuenta que esa afirmación era cierta.
También, cuando alguien le preguntó qué ideas, en su opinión, harían que el siglo XXI fuera realmente diferente, sugirió: “¿Por qué no intentar lo único que el ser humano no intentó hasta ahora: que los hombres le entreguen el poder a las mujeres, para invertir los términos del poder? Y luego, ver si el mundo cambia”.
Se ha recorrido un largo camino para proclamar la equidad de género, pero, todavía ignoramos cuánto trecho falta. Talvez, por eso, la solución es que las mujeres no reciban el poder de manos de los varones, como la graciosa concesión pensada por García Márquez, sino que, de una vez por todas, lo tomen y salven a la Humanidad entera.
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