Es la misma problemática que hemos arrastrado desde hace décadas.
Innegablemente que el período que marca la Semana Mayor, es un parteaguas entre la reflexión y la religiosidad que viven solemnemente los guatemaltecos al compás de los cortejos procesionales que representan la vida y la muerte del hijo de Dios y los agudos problemas que diariamente enfrenta la sociedad que van desde la inseguridad, lo político y lo económico hasta la imparable violencia que azota por doquier al territorio nacional.
En ese sentido, alarma y preocupa el informe presentado el 14 de marzo de este año, por el presidente de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), James Cavallaro, en el cual resalta que la corrupción, la impunidad, el crimen organizado, la exclusión social de diferentes sectores, la intolerancia, y la violencia política son los principales obstáculos para el desarrollo de nuestra población.
Dicho estudio gira sobre los ejes de la seguridad ciudadana, la administración de la justicia, la situación de desigualdad y exclusión de los pueblos indígenas, cuyos puntos neurálgicos generan polémica dividiendo aún más a los estratos sociales del país. Toda vez que es la misma problemática que hemos arrastrado desde hace décadas y que no nos deja mirar claramente hacia el futuro inmediato, mucho menos caminar en búsqueda de las desesperadas soluciones que nos permitan romper las cadenas del pasado, pues hay sectores interesados en mantener ese estatus quo. Por ello, es urgente que las máximas autoridades gubernamentales acompañadas de la sociedad civil tomen cartas en el asunto, ante el documento exteriorizado por la CIDH, que desnudan nuestras precariedades trasluciéndolas una y otra vez de cara a la realidad nacional. Me pregunto. ¿Hasta cuándo nos recordarán entidades internacionales lo que tenemos pendiente como nación? Si pareciera que son palabras necias dirigidas a oídos sordos, pues se hace caso omiso a los constantes señalamientos de los cuales cada cierto tiempo nos los repiten incansablemente.
No se cuántos años más tendrán que pasar, ni cuántas sentencias más tendremos que esperar, para que decidamos de una vez por todas entrarle de lleno a los asuntos de Estado que nos aquejan, para buscar la tan ansiada igualdad y equilibrio social de los cuales sin duda hoy carecemos. En consecuencia, la época en que se conmemora la muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo, es más que apropiada para hacer un exhaustivo análisis coyuntural de los desaciertos y los grandes rezagos que hemos tenido como sociedad y como país.
Debemos ser enfáticos e insistentes en que la activa participación ciudadana es imprescindible, pues es la población la que debe demandar y permanecer a la expectativa de que se cumplan las materias pendientes, para que podamos avanzar hacia un sólido Estado de Derecho. Amigo lector, no importa la religión que profese, desde este espacio humildemente deseo que tenga una tranquila, reflexiva y bendecida Semana Santa, en convivencia pacífica al lado de sus seres queridos.
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