miércoles , 27 noviembre 2024
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Tempus Neminem Manet(III)

Frank Gálvez 

Locutor y periodista
[email protected]

El tiempo es aquella entidad abstracta que parece fluir constantemente a nuestro alrededor, recurso invaluable y, paradójicamente, finito. Tenazmente lo damos por sentado, creyendo erróneamente que siempre tendremos más. Sin embargo, desde el momento en que nacemos comenzamos una carrera contra el reloj. Cada minuto que pasa es irrecuperable y aunque solemos pensar en el futuro como una entidad lejana y abstracta, el tiempo nos recuerda constantemente su movimiento inexorable. Es fácil caer en la trampa de aplazar nuestras metas y sueños, creyendo que siempre habrá una próxima vez para perseguirlos. Pero la verdad es que Tempus Neminem Manet pues cada día transcurrido nos acerca un poco más al final del viaje. El gran filósofo y botánico griego Teofrasto entendió que el tiempo no se puede detener ni revertir, y que la pérdida del mismo es el más extravagante y costoso de todos los gastos.

La conciencia de que todo tiene un final debe servir como un memento para vivir de manera consciente y significativa. En lugar de desperdiciar nuestros días en preocupaciones triviales o actividades baladíes, debemos esforzarnos por buscar aquello que ciertamente nos llena de felicidad y realización. La existencia es demasiado corta para conformarse con menos de lo que merecemos. El dogma de la fugacidad en la que vivimos debe impulsarnos a valorar las relaciones y experiencias que compartimos con el prójimo. Son estos instantes de conexión y amor los que dan significado a nuestras vidas. Ya lo dijo el genial William Shakespeare en su obra Las alegres comadres de Windsor “Es mejor tres horas antes que un minuto tarde”. No importa cuánto éxito acumulemos o cuántas posesiones materiales tengamos; al final del día, lo que verdaderamente perdura son los recuerdos que creamos junto a los que amamos.

Aunque la idea de que el tiempo se acaba puede resultar terrible para algunos, es un hecho ineludible en la historia humana. Nos enfrentamos al misterio de lo que yace más allá de la puerta del Chronos. Sin embargo, en lugar de temer a la efimeridad, deberíamos abrazarla como un recordatorio de la importancia de vivir cada día con pasión y propósito. A cambio de ver esta realidad como una fuente de ansiedad, deberíamos abrazarla como una inspiración para vivir de manera más plena. Solo cuando aceptamos la fugaz naturaleza de nuestra impronta podemos empezar a apreciar realmente la preciosidad de cada momento que se nos concede en esta vida. 

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