El sexismo en la política como herramienta mediática para desacreditar la figura del candidato presidencial Donald Trump.
Dejemos a un lado la contienda electoral entre ambos partidos, Demócratas versus Republicanos. En el primero, la imagen del partido demócrata se ha consolidado en dos principales mujeres, Hillary Clinton y Michelle Obama.
En el Partido Republicano, la atención se ha concentrado en Ivanka Trump, hija del candidato Donald Trump, y la figura de su esposa, Melania Trump, desde la convención por el copy paste de un discurso realizado por Michelle Obama en el año 2008, pero nadie cuestiona ¿cuál fue la intención del asesor de discursos, simplemente pereza o bien causar daño? Nos concentraremos en analizar el caso de Melania Trump, si bien es cierto su esposo está enterado del pasado de su esposa, una exmodelo eslovaca, cuyo portafolio incluye fotos en traje de baño y también desnudos ocasionales.
Estas fotografías le están pasando la factura política, pero poco importa la dignidad o consentimiento de Melania. No es cuestión de feminismos, pero el mundo político sigue siendo mayoritariamente masculino, y cuando existen mujeres en las esferas del poder es mejor si se ven “masculinizadas” y no tan guapas.
Entonces, bajo la premisa Melania es considerada una esposa trofeo (mejor si solo se limita a ser bonita), e Ivanka emprendedora, exitosa, el modelo de hija de todo padre orgulloso.
Obviamente, en Guatemala muchas somos o queremos ser Ivanka, pero eso significa estar sujeta a la lupa de nuestra sociedad, y para ser aquí una mujer alfa se necesitan de muchos factores coincidentes: clase social, apellido, educación y tipo de red social. Sin embargo, me niego a creer que estos factores no deberían ser determinantes, aun los denomino “coincidentes”.
Para competir en la cancha política no basta la capacidad de la mujer sino se suman otros méritos, como cumplir un excelente papel como hija, madre, esposa, y, sobre todo, que tenga el aspecto e imagen apropiado para hacer carrera política.
Esta situación limita el acceso de las mujeres al poder, porque la sociedad le pone un filtro más estricto a la mujer cuando quiere tener acceso a espacios de poder, poniendo límites a su ambición; caso contrario, cuando la persona es un hombre, tal vez tendrá los obstáculos comunes de un emprendedor, pero no en su género. Un hombre con ambición es mejor visto que una mujer con ambición.
Pedimos que las mujeres en base de esfuerzo y sacrificios se ganen los espacios en la política, por ejemplo su curul, acaso ¿algunos diputados cuestionados los midieron con la misma vara? Poco me importa si se viste bien, si no tiene la capacidad, idoneidad y, como dijo el expresidente Arévalo, la decencia para desempeñar su cargo público.
Ojalá en Guatemala llegue el día en que el debate sobre género y política sea superado, y que a las mujeres sean aceptadas como sus pares. Nuestra tarea como sociedad es apoyar a las nuevas figuras femeninas de liderazgo positivo para nuestro país. El país necesita de mujeres fuentes de inspiración que guíen a nuestras niñas.
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