COLUMNAS
Preguntas al feminismo
Por: Cristóbal Bellolio, Escuela de Gobierno
Arelis Uribe tiene 31 años y quiere que explote todo. Así se titula, al menos, el volumen que recopila sus columnas más comprometidas con la causa feminista en el contexto chileno. La rabia de la escritora tiene pies y cabeza. Va dirigida contra la estructura social que llamamos patriarcado y contra las expresiones cotidianas que reproducen la asimetría entre hombres y mujeres. Para quienes no entienden qué está en disputa en la batalla cultural que libra diariamente el feminismo, la selección de Uribe es un piquero a ese mundo.
Vamos por parte. Ella reconoce que el feminismo es «polifónico», como lo denomina. Polisémico, dirían otras. El punto es que no existe una sola forma de practicar el feminismo. Porque el feminismo no es, en la mirada de la autora, un set de convicciones finales sino una actividad, como la felicidad en Aristóteles. Esa práctica puede tener distintos fundamentos teóricos. En la tradición que sigue la columnista, muchas de las diferencias que existen entre hombres y mujeres han sido culturalmente impuestas. Sin embargo, añade, también pueden declararse feministas aquellas que piensan que los estereotipos de género están vinculados a la naturaleza de la especie y no han sido necesariamente construidos. Es decir, cuando se trata de dibujar el perímetro conceptual, su feminismo es ecuménico.
Justamente por esta admisión, Uribe no busca denunciar los falsos feminismos. Pero la tensión está presente. Sería interesante saber qué piensa la autora respecto del «feminismo sin bigote» que dice representar la alcaldesa de Maipú.
La alusión de Kathy Barriga no es trivial: su punto es que se puede ser feminista y al mismo tiempo abrazar ciertos cánones estéticos que refuerzan la idea de mujer como objeto de deseo. Para cierto feminismo, dichos cánones han sido impuestos por el patriarcado. Por ende, no se puede ser libre dentro de esos cánones opresivos. Sin embargo, feministas como Ema Watson, Kathy Barriga y las conejitas de Playboy que lloraron la partida de Hugh Hefner consideran que sí existe un espacio significativo de liberación en la explotación de la propia sexualidad. Para el feminismo de raigambre marxista, esta idea de emancipación no es más que falsa conciencia. Para el feminismo de fibra liberal, en cambio, la igualdad que se persigue consiste justamente en la capacidad de tomar decisiones autónomas. Para las marxistas, el problema es la estructura; para las liberales, es la agencia individual.
El feminismo de esta joven narradora es declaradamente de izquierda. Sabe en qué lugar la ubica su cuerpo y su clase. Tiene conciencia interseccional, dirían las académicas. Quizás por lo mismo, su mejor capítulo está dedicado al machismo de izquierda, que a ratos -muchos ratos- olvida que las formas de opresión son múltiples. «El género», dice la autora en la senda que va de Angela Davis a Nancy Fraser, «al igual que la clase, es un sistema que divide el poder».
La selección de Arelis Uribe también es instructiva para reconocer las tensiones no resueltas que se generan en el eje naturaleza-cultura. Ella reflexiona sobre lo «naturalizado» que está hablar del cuerpo de las mujeres, la «naturalización» del ideario conservador sobre la división sexual del trabajo, y lo «natural» que nos parece escuchar historias desde la perspectiva masculina. Lo que no queda enteramente claro es qué rol juega la idea de naturaleza en estos problemas. Una posibilidad es entender natural como «neutral», «imparcial», «objetivo». En ese sentido, siguiendo inconscientemente a De Beauvoir, la columnista tiene razón: aunque estemos acostumbrados, lo masculino no es neutral y cuando se hace pasar por neutral se produce una asimetría injusta. De ahí su persuasivo alegato por un lenguaje inclusivo. La otra posibilidad es entender natural como preconfigurado por siglos de evolución biológica. En ese sentido, la crítica del feminismo al concepto de lo natural entra en arenas movedizas. Uribe llega a sostener que el patrón que usualmente hace que las mujeres críen a sus hijos «no es instinto maternal», sino «carga política». Como tal, es susceptible de ser modificado vía intervención cultural. Esta es la vieja discusión que suele enfrentar a la psicología evolutiva que piensa que el ser humano no es una pizarra en blanco y el bando feminista de fibra marxista que cree que somos fundamentalmente maleables.
La pregunta que surge es si acaso es necesario batallar contra las conclusiones de la ciencia -que acredita las tendencias básicas de nuestra división sexual- para justificar las posiciones normativas del feminismo y su alegato central: que las diferencias biológicas no se traduzcan en diferencias políticas, sociales y económicas. Si lo primero no determina lo segundo, ¿para qué pelear contra lo primero? Los textos, finalmente, son de una feminista millennial. Reconoce con hidalguía que su nueva militancia le «arruinó el sentido del humor». Arelis Uribe está en el bando que patrulla las microagresiones en la conversación cotidiana.
Reivindica la fuña como reprimenda social contra el machismo porque la visión de mundo que dice defender es «la única moral que vale la pena». Sin embargo, no es estalinista. Hija de su tiempo, se le escapa la veta liberal cuando añade que no quiere prohibirle a nadie sus chistes por hirientes que parezcan. Arelis no viene a censurar. Arelis viene a educar.
COLUMNAS
Religión o filosofía
Leonel Guerra Saravia
[email protected]
Hace muchos años el humano sintio la necesidad de pensar y darle más función a la imaginación. Así surgió lo que expertos consideran una “actualización” del culto a Dionisos, que bajó al infierno y volvió, y a Perséfone, que lo hacía habitualmente para pasar temporadas en el Hades.
Es, por lo tanto, una reinterpretación del mito clásico y de la Teogonía de Hesíodo tal y como la conocemos, el orfismo entiende que el hombre está conformado por el alma y el cuerpo; siendo el cuerpo la cárcel del alma, está siendo sometida como resultado del pecado, según el mito de los titanes, que dice que al devorar al dios Dionisos después de que el alma logró liberarse definitivamente de la esclavitud corporal.
¿Qué es orfismo en filosofía? Religión de misterios de la antigua Grecia, cuya fundación se atribuía a Orfeo, poeta y músico griego mítico, y que se caracterizaba principalmente por la creencia en la vida de ultratumba y en la metempsicosis.
La filosofía de Aristóteles considera la felicidad como el supremo bien.
El orfismo fue uno de los movimientos religiosos que denominamos religiones mistéricas o de salvación, que se desarrollaron en el mundo griego al margen de la religión oficial y que se caracterizaban por exigir a sus fieles someterse a un rito de iniciación para poder participar en el culto.
El ser humano desde la filosofía tomista; para Santo Tomás de Aquino, el hombre es el ser superior y más digno, por estar dotado de racionalidad y libertad, pero también es autoperfectible para obrar de manera virtuosa y escoger libremente su meta en la vida, sin importar su edad o condición física: la felicidad.
La posible influencia de la doctrina órfica en el pensamiento de Heráclito ha sido objeto de un fuerte debate entre los especialistas. Así, a la teoría de que toda la filosofía de Heráclito estaba inspirada en el orfismo se contrapuso la opinión de que no existía ninguna conexión. La filosofía de Aristóteles considera la felicidad como el supremo bien y el fin último del hombre.
Es la máxima aspiración humana y resulta del todo posible lograrla conjugando los bienes externos, del cuerpo y del alma.
La doctrina de los órficos, concepción del mundo de los campesinos arruinados y de los esclavos, se contraponía a la mitología, concepción del mundo de la aristocracia gentilicia. En la mitología, la vida de ultratumba se consideraba como continuación de la terrena, el alma era concebida como una esencia corporal.
El orfismo fue un conjunto de creencias y de prácticas rituales que se desarrollaron de un modo poco dogmático y un tanto disperso durante mil años y que tomaron como fundador a Orfeo, un personaje mítico del que se contaba que viajó al Más Allá para rescatar a su esposa difunta.
Lo interesante es reconocer como el ser humano es investigador, imaginario, deductivo e inspirador.
COLUMNAS
El Principito y su relación con Guatemala
SELVIN CARPIO
Antoine Marie Jean-Baptiste Roger, Conde de Saint-Exúpery, mejor conocido como Antoine de Saint-Exupéry, dividió su vida entre sus dos grandes pasiones, la aviación y la escritura. Este escritor francés a la fecha es mundialmente reconocido por su obra cumbre: El Principito (Le Petit Prince).
Su pasión por la aviación y su espíritu patriótico lo hicieron ser partícipe de numerosas expediciones aéreas en lugares donde existían intereses de Francia, tanto bélicas en Marruecos, Libia y Argelia, como de correo aéreo en algunos otros países de África y Sudamérica, y nuevamente bélicas, en el Mediterráneo francés durante la Segunda Guerra Mundial donde finalmente fallecería.
Realizó también expediciones de aventura, y es en una de ellas donde tiene contacto con Guatemala. Volaba procedente de Nueva York y pretendía llegar hasta la Tierra del Fuego en Argentina, acompañado únicamente por su amigo y mecánico André Prévot, cuando el 16 de febrero de 1938 se vio obligado a hacer escala en el Aeropuerto La Aurora para abastecerse de combustible, la escala no tomaría más de una hora y proseguirían su viaje.
”…es aquí donde Saint-Exúpery, según críticos literarios, se inspiró para escribir El Principito“.
Sin embargo, el avión no pudo alcanzar la altura necesaria y cayó impactando contra la valla final del aeropuerto, quedando la cabina destrozada y ambos gravemente heridos.
Los diarios de la época dieron la noticia al día siguiente que el accidente se debió al hecho de haber sobrecargado el tanque de combustible, lo cual impidió elevar correctamente la nave en la corta pista de aviación del aeropuerto.
André Prévot se recuperó rápidamente de sus heridas; sin embargo, su amigo estuvo cinco días en coma, con fractura de cráneo y a punto de perder un brazo. Al recobrar el conocimiento fue trasladado a La Antigua Guatemala para su recuperación.
Y es aquí donde Saint-Exúpery, según críticos literarios, se inspiró para escribir El Principito. El poeta nacional Jorge Carrol, en sus trabajos de investigación expone que el Asteroide B-612 de donde procede el protagonista, se refiere a La Antigua Guatemala, los tres volcanes mencionados en la trama, los identifica como los volcanes de Fuego, Agua y Acatenango, así también menciona que la boa que devora a un elefante, hace alusión al Cerro de Oro en el lago de Atitlán, ya que la silueta de este tiene similitud con una de las ilustraciones hechas por el autor y que aparecen en el libro.
Como sea, emocionalmente deseamos creer que las descripciones naturales de nuestro país, lograron inspirar un fantástico cuento considerado para niños, pero a la vez es una crítica a los adultos, ya que se tratan temas profundos de la vida, como la amistad, la soledad y el amor.
COLUMNAS
Rusia-Ucrania: lo que sucede y lo que vendrá (V)
Mathieu González
Facultad de Artes Liberales
Finalmente, serán consideraciones de política interna las que determinen si y cómo esta ayuda regresa. Contrariamente a los pronósticos catastrofistas, Ucrania ha demostrado que puede continuar la guerra sin este apoyo, al menos a corto plazo.
Esta creciente distancia entre Europa y EE. UU. es otra de las evoluciones inesperadas de esta guerra, con consecuencias que actualmente no es posible precisar, y que dependerán en gran parte de quién gane en las elecciones de noviembre para ocupar la Casa Blanca.
Al interior de Rusia, ha quedado cada vez más patente la brutalidad del régimen de Putin. En las zonas ocupadas de Ucrania, un reciente informe de Naciones Unidas ha recopilado los crímenes de guerra, crímenes contra la humanidad y genocidio perpetrados por las autoridades rusas, incluyendo violaciones a niñas de 4 años de edad.
Un reciente informe de Naciones Unidas ha recopilado los crímenes de guerra, crímenes contra la humanidad y genocidio perpetrados por las autoridades rusas.
Esta violencia tiene un objetivo: destruir la identidad ucraniana de la población ocupada. Es una brutalidad que se ha visto también en el fraude electoral cometido por el régimen.
El dominio de Vladimir Putin sobre la sociedad rusa es lo suficientemente fuerte como para permitirle ganar las elecciones. Pero lo que se busca no es su permanencia en el poder, sino mostrar cómo su mandato opera sin leyes ni control, de forma arbitraria, según sus deseos y sin rendirle cuentas a nadie.
De esta forma, las elecciones sirven para explicitar la naturaleza tiránica del régimen putinista. Como ya lo indicaba Jenofonte, en todas las tiranías, el aislamiento del tirano es cada vez mayor a medida que pasa el tiempo.
Este aislamiento lleva a que el poder sea cada vez más ciego, incluso a los propios peligros hacia su propia población. Las advertencias occidentales que informaron a Moscú de que un atentado islamista se preparaba fueron tratadas por el régimen de Putin como provocaciones.
Luego, cuando se produjo el atentado en el Crocus City Hall, la respuesta del régimen fue tratar de culpar a Ucrania, para así evitar asumir sus responsabilidades.
Posteriormente, al capturar a los sospechosos y presentarlos en la corte tras haber sido sometidos a torturas, el régimen ha demostrado que, si bien su inteligencia puede fallar, su brutalidad es un hecho inescapable y que puede ejercerla en todas las circunstancias que desea sin control.
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