A los “honorables padres de la patria” se les olvidó o quieren hacerse de oídos sordos a las palabras externadas por la población en las manifestaciones iniciadas en abril del año pasado en la Plaza Central. ¿Habrá que recordarles de nuevo lo vivido? La lucha de poderes que actualmente atraviesa el Congreso de la República por presidirlo, tratar de someterlo y manejarlo, indudablemente deja mucho que desear, pues se anteponen intereses particulares antes que las demandas de hartazgo de las y los guatemaltecos que pusieron un alto a la forma nefasta de hacer política para conducir la institucionalidad del país.
En ese sentido, los “representantes del pueblo” deben buscar el bien común, proponer leyes que amparen a la mayoría, que terminen con la desigualdad y la exclusión de los más necesitados y no ahogarse en disputas banales que desgastan, aún más, la deteriorada imagen del ente encargado de velar por el buen funcionamiento del Estado, volviéndolo inoperante. Cada yerro que cometen los políticos evidencia un sistema manoseado y empantanado que exige cambios sustanciales e inmediatos que demuestren que la nueva forma de hacer política en el país de verdad se ha despojado de las viejas artimañas. ¡Vaya usted a creer! Pues su accionar dice lo contrario.
Independientemente de quién dirija el Organismo Legislativo el próximo año, los objetivos deben ser claros, erradicar el clientelismo, la distribución de obras, las prebendas por los votos, la corrupción y la impunidad que tanto daño han causado a nuestra nación y que se resisten a desaparecer. Actitudes como la exteriorizada por los parlamentarios, en cuanto a la pugna por mantener el control del Congreso y administrarlo, pese a los señalamientos contra algunas de sus figuras, no ayuda a rescatar la poca o nula credibilidad que la ciudadanía tiene de quienes conforman ese órgano.
No digamos, la creciente desconfianza de la población hacia las agrupaciones políticas que llevan a personas con tachas y que no gozan de la simpatía popular a ocupar una curul en el hemiciclo cuya representatividad no es para todos.
No hay que perder de vista que en el tintero congresil esperan temas como: las reformas, tanto a la Ley Electoral y de Partidos Políticos, como a la Constitución Política de la República, en materia de seguridad y justicia; la Ley de Servicio Civil para institucionalizar el servicio público, entre otros, que no deben esperar más tiempo. Toda vez que se necesita de la voluntad política, la transparencia y el compromiso de los diputados con la población, para dar cumplimiento a lo exigido en las pasadas protestas.
Es imperativo que la ciudadanía se involucre en la política, para formar organizaciones partidarias que permitan contar con personas honorables, probas e incorruptibles que nos representen como país, para darle oxígeno a un sistema, hasta hoy permisivo y vicioso, con una clase política tradicional que sigue menoscabando y condicionando el desarrollo y el futuro de nuestras comunidades.
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