COLUMNAS
¿Por encima de la Constitución? ¡Ninguna!
Existen algunas normas constitucionales que parecería que no son congruentes entre sí pero que –vistas con más detenimiento– puede comprenderse que no son incongruentes entre sí sino que se refieren a cosas distintas y que, lejos de contradecirse, más bien se complementan. Tal es el caso del artículo 46 del texto constitucional que regula la superior jerarquía que tienen los tratados internacionales en materia de derechos humanos ratificados por Guatemala sobre todo nuestro Derecho interno, clarísimo mandato que quiere decir exactamente lo que dice y, en consecuencia, que no podría haber norma alguna de nuestro ordenamiento jurídico que contradiga o tergiverse lo que estos tratados establecen.
La lectura aislada de este artículo ha llevado a más de alguno a pensar que si estos tratados tienen mayor jerarquía que la que tiene cualquier norma de nuestro Derecho interno también la tienen sobre la Constitución de la República ya que la Constitución ¡Qué duda cabe! se trata de Derecho Interno y que, en consecuencia, no podría contravenir o tergiversar lo establecido en un tratado internacional sobre derechos humanos que haya sido ratificado por Guatemala. Sin embargo, existe otro artículo de la Constitución –el 204– que establece que los tribunales de justicia, en toda resolución o sentencia, observarán, obligadamente, el principio de que la Constitución de la República prevalece sobre cualquier ley o tratado, mandato que define la jerarquía superior de la Constitución sobre todas las leyes y sobre todos los tratados –sin excepción alguna , puesto que no hace ninguna excepción– e incluye, en consecuencia, a los tratados que, en materia de derechos humanos, haya ratificado
Guatemala. Las dos normas, artículos 46 y 204, parecerían contradecirse pero ambas son normas contenidas en la Constitución de la República y, en consecuencia, de la misma jerarquía, por lo que ninguna de ellas podría ser inconstitucional y excluir una a la otra. Es de observar que ninguna norma contenida en la Constitución puede ser inconstitucional ya que para que pueda calificarse la inconstitucionalidad de una norma es preciso que se pueda contrastar con otra de jerarquía superior –lo que es imposible en este caso– ambas en la Constitución y, en consecuencia, de la misma jerarquía no siendo posible que una excluya a otra.
Las dos normas tienen la misma jerarquía y, al contrastarlas, son entes iguales, ninguna, superior: no es superior la norma del 204 que la contenida en el 46 ni superior la del 46 a la que contiene el 204. Antes de llegar a la conclusión final de esta aparente contradicción vale la pena recordar que los tratados internacionales, sean de la materia que sea, incluidos los de derechos humanos, no tienen en Guatemala un valor que derive de sí mismos, es decir, que lo tengan, por ejemplo, por su alta calidad, pudiendo ser mejores o peores o porque los hayan adoptado más o menos naciones sino por una única razón, razón que es la siguiente: porque Guatemala los ha aprobado y los ha ratificado, ratificación nuestra que es lo les da entrada a nuestro ordenamiento jurídico sin que pudieren tener valor alguno –por excelentes y mayoritarios que fueren– sin la decisión soberana de nuestra parte de adoptarlos.
No existe contradicción entre los artículos citados porque el artículo 204 es el único que se refiere a la jerarquía superior de Constitución de la República con respecto a cualquier ley o tratado, es decir, a todas las leyes y a todos los tratados, incluso en materia de derechos humanos (esto es así porque el artículo citado no hace distingo alguno) en tanto que el 46 no se refiere a la Constitución, refiriéndose exclusivamente al Derecho interno, con clara exclusión de la Constitución Política de la República, puesto que la jerarquía de la Constitución es objeto de un artículo distinto, el 204, lo expresado anteriormente guarda absoluta congruencia con las únicas dos formas establecidas para reformar la Constitución de la República que son, a través de una Asamblea Nacional Constituyente o bien por la aprobación del Congreso de la República con el voto favorable de las dos terceras partes del total de diputados que lo integran, ratificada en Consulta Popular, no existiendo una tercera.
Si un tratado internacional en materia de derechos humanos no puede reformar la Constitución, mal podría contradecirla y ser superior a la misma. Los tratados internacionales ratificados por Guatemala, finalmente, sea cual sea su materia, incluidos los de los derechos humanos, igual que entran a nuestro sistema jurídico, por nuestra decisión soberana, pueden salir de este, si así lo decidimos; normas superiores las de los tratados internacionales en materia de derechos humanos que hayan sido ratificados por Guatemala, a todo nuestro derecho interno, pero no a la Constitución de la República. En los Estados Unidos de América no se le hubiera pasado ni siquiera por la imaginación a uno de sus ciudadanos la peregrina idea de que un tratado internacional, fuere este de la materia que fuere, pudiera ser superior a SU Constitución.
Nos hacemos muchísimo daño con nuestro inveterado malinchismo y con este no hacemos otra cosa que ganarnos la falta de respeto de los otros, incapaces, como pareciéramos, de respetar lo nuestro. ¿Podría haber norma alguna para los ciudadanos de los Estados Unidos de América por encima de su Constitución? ¿Podría haberla para nosotros, los ciudadanos de la República de Guatemala, por encima de la nuestra? ¡Por favor!
COLUMNAS
Política Cultural Municipal: un impulso para el desarrollo local
Lic. Ernesto Salvador Flores Jerez
Dirección General de Desarrollo Cultural
La Política Cultural Municipal (PCM) es un instrumento clave que integra un plan de acción y organización a nivel municipal con un enfoque a mediano y largo plazo. Su objetivo es impulsar el desarrollo cultural, posicionando a la cultura como un motor de crecimiento para las comunidades locales. Desde su inicio en 2016, se han formulado 130 PCM, que han sido aprobadas por sus respectivos consejos municipales, alcanzando un hito importante en 2024.
Este proyecto, impulsado por el Ministerio de Cultura y Deportes, a través de la Dirección General de Desarrollo Cultural, se centra en la descentralización de los procesos culturales, asegurando la salvaguarda y promoción de las expresiones culturales, tradiciones y patrimonio local.
Este proyecto se centra en la descentralización de los procesos culturales, asegurando la salvaguarda y promoción de las expresiones, tradiciones y patrimonio.
A lo largo de cinco fases, el proyecto busca involucrar a las autoridades edilicias, organizaciones de la sociedad civil y actores culturales locales, en un proceso colaborativo que refuerza la identidad y riqueza cultural de cada municipio.
La primera fase se enfoca en la vinculación entre el Ministerio de Cultura y Deportes con las autoridades municipales, asegurando el compromiso y aprobación del Concejo Municipal para formular la PCM.
En la segunda fase, se realizan encuentros presenciales en los municipios con la participación de actores culturales clave, en donde se discuten temas esenciales como las artes, patrimonio cultural y deporte, identificando problemáticas y soluciones para su desarrollo.
La tercera fase comprende la redacción de la propuesta de PCM, basada en la información recopilada durante los encuentros. Seguidamente, en la cuarta fase, se lleva a cabo un taller final para validar y corregir la propuesta antes de su presentación oficial al Concejo Municipal para su aprobación.
Finalmente, la quinta fase culmina con la entrega pública de las PCM a nivel nacional, un acto que formaliza el compromiso de las autoridades y actores culturales para la implementación de estas políticas. Este esfuerzo conjunto tiene como meta principal el rescate, la promoción y la preservación de la diversidad cultural y deportiva en cada municipio, fomentando el buen vivir y fortaleciendo el tejido social a través de la cultura.
Con estas acciones, la Política Cultural Municipal se consolida como una herramienta fundamental para el desarrollo sostenible de las comunidades locales, garantizando que las futuras generaciones puedan disfrutar y participar en la rica herencia cultural de sus municipios. Este 2024 se logra un éxito al acumular ya 130 PCM a nivel nacional.
COLUMNAS
Pueblos de mujeres y niños
Patricia Letona
Innovación y Relacionamiento Estratégico
¿Qué futuro le espera a un pueblo cuyo tejido social se ha roto, donde la mayor aspiración de sus jóvenes es encontrar los recursos necesarios para migrar?
¿Cómo hemos fallado como país para que la migración se haya convertido en la principal opción para garantizar el sustento económico?
Tan solo en el 2021, cerca de 300 mil guatemaltecos llegaron de manera irregular a la frontera sur con Estados Unidos, no todos lograron pasar. Muchos de ellos comprometieron todo su patrimonio familiar.
Conozco a guatemaltecos migrantes que desean regresar, pero no saben qué hacer al volver.
En lo profundo de Guatemala encontramos pueblos habitados casi en su totalidad por mujeres, niños y ancianos porque sus hombres y jóvenes ya han migrado. Estamos comprometiendo seriamente las posibilidades de nuestro país si no hacemos un alto e invertimos en la educación tanto de niñas como niños, de los jóvenes. No solo educación formal que de por sí es tan precaria, sino también en habilidades blandas y de desarrollo personal que les permitan encontrar oportunidades para desarrollar negocios en sus propias comunidades.
El impacto de esta fractura en el tejido social tiene dimensiones profundas. La migración no solo ha separado familias, sino que ha debilitado los lazos comunitarios que solían ser el pilar de la cohesión social en muchas aldeas guatemaltecas. La ausencia de los hombres ha reconfigurado la estructura familiar y ha impuesto mayores cargas sobre las mujeres, quienes, además de cuidar de sus hijos y del hogar, deben manejar la incertidumbre de si sus parejas lograrán enviar remesas regularmente y de si los volverán a ver.
Aunque las remesas son una fuente significativa de ingresos para muchas familias, no se traducen siempre en desarrollo económico sostenible ya que a menudo se destinan únicamente a cubrir necesidades básicas y consumo inmediato, en lugar de invertirse de manera productiva en negocios o ahorro a largo plazo. Sin conocimientos sobre cómo gestionar esos recursos de manera eficiente, las oportunidades para generar riqueza sostenible se ven reducidas. Esto perpetúa la dependencia económica y evita que las remesas se conviertan en un motor de desarrollo económico y social en las comunidades receptoras.
La dependencia económica de las remesas es otro factor preocupante. Si bien estas contribuyen a la economía familiar, no reemplazan la presencia emocional y física del padre o del joven migrante. A largo plazo, la migración de hombres podría transformar no solo la dinámica familiar, sino también la identidad misma de las comunidades.
Los niños crecen en un entorno donde la figura paterna o masculina está ausente, lo que afecta su desarrollo emocional y la transmisión de valores culturales y sociales.
Desde un punto de vista económico, ya se siente con intensidad la falta de mano de obra en sectores como la construcción, la agricultura o el transporte, donde muchos trabajadores han optado por migrar.
Conozco a guatemaltecos migrantes que desean regresar, pero no saben qué hacer al volver. Preguntan: ¿Cómo puedo tener una vida digna en Guatemala? ¿Cómo puedo poner un negocio o encontrar un buen trabajo? Muchos han logrado regresar y salir adelante, pero no es tarea fácil. La falta de oportunidades sigue siendo un reto para aquellos que desean volver y construir una vida en su propio país.
Es momento de que enfrentemos este fenómeno, no solo desde una perspectiva económica, sino desde una visión social y humana. La migración toca el corazón de nuestras comunidades. Sin hombres, sin jóvenes, los pueblos corren el riesgo de perder su esencia, y con ello, una parte fundamental de nuestra identidad como nación.
Comunicación y Relaciones Públicas – CONADI
La Organización Mundial de la Salud (OMS) define la salud mental como “el bienestar que una persona experimenta como resultado de su buen funcionamiento en los aspectos cognoscitivos, afectivos y conductuales; en última instancia, el despliegue óptimo de sus potencialidades individuales para la convivencia, el trabajo y la recreación”. Este concepto nos recuerda que la salud mental no es solo la ausencia de trastornos, sino un estado integral de bienestar que abarca nuestras dimensiones emocional, psicológica y social.
Para el 2024, la celebración del Día Mundial de la Salud Mental será el 10 de octubre.
No podemos concebir la salud física sin cuidar la mental, ya que ambas están profundamente interrelacionadas. El bienestar mental influye directamente en el desarrollo personal, comunitario y socioeconómico, y es un factor clave en la calidad de vida. Por ello, debemos entender que cultivar la salud mental va más allá de evitar enfermedades, implica construir un equilibrio que nos permita desarrollarnos plenamente en todos los ámbitos de nuestra vida.
El autocuidado de la salud mental es importante, desde la niñez hasta la vejez. A lo largo de nuestra vida, enfrentamos desafíos y factores que pueden fortalecer o debilitar nuestra salud mental: desde la estructura social y el entorno en el que vivimos, hasta las circunstancias personales que nos afectan. Estos determinantes influyen directamente en nuestra capacidad para manejar el estrés, las emociones y las relaciones, por lo que debemos incluir en nuestra rutina diaria prácticas de autocuidado orientadas a mejorar tanto la salud física como la mental.
Es preocupante que el gasto destinado a los servicios de salud mental a nivel mundial representa solo un 2.8 por ciento del gasto total en salud. Esta insuficiencia ha contribuido al aumento de problemas de salud mental como la depresión y la ansiedad, que a su vez impactan negativamente en la salud física. Esto refleja una falta de atención hacia un problema que afecta a millones de personas.