miércoles , 27 noviembre 2024
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Ponga un marqués en su vida

Enrique García-Máiquez

Revista Nuestro Tiempo

Usted, que ha llegado hasta aquí (o sea, que es capaz de leer seis palabras seguidas), pertenece a la elite. La gente no lee. Por tanto, usted se merece la mejor compañía y yo quisiera proponerle que, en este confinamiento, no pierda el tiempo (que es oro) y se codee exclusivamente con la aristocracia. Ponga un marqués, por ejemplo, en su vida. 

Desde luego, no se trata de colarse en los clubes privados a buscar testas coronadas, a menudo tan decepcionantes. Tampoco de hojear las revistas del corazón, tan vistas ya, como su nombre indica, y con tan poco corazón en el fondo, todo es portada. Los famosos de papel couché son a la aristocracia lo que los best sellers a una biblioteca. Mi consejo es que, aprovechando su habilidad lectora y el encierro, busque la compañía de los buenos y en los libros, allí donde los autores dan el yo de pecho, esto es, su yo más selecto.

Mi consejo es que, aprovechando su habilidad lectora y el encierro, busque la compañía de los buenos y en los libros.

Abundan, aunque ordinariamente ocultados por la publicidad, autores de categoría. Le aconsejaré, para empezar, un producto de mi tierra: el cosmopolita Marqués de Tamarón, que en la novela El rompimiento de gloria atrapó y nos trae el aire acerado de la Sierra del Guadarrama, por si le agobia la claustrofobia. Si se siente mohíno, el marqués de Cabra, don Mendo, el de Pedro Muñoz Seca, puede hacerle un avío. Recuérdese que estuvo a un tris de morir emparedado, precisamente. Puede que el encierro le pida algo más exótico: encuéntrelo en Las Veladas de San Petersburgo con el políticamente incorrecto Conde de Maistre. El Vizconde de Chateaubriand no es manco en sus Memorias de ultratumba; pero si un vizconde le parece poco o prefiere una novela, acuda al Príncipe Lampedusa y su imprescindible Gatopardo, que habla, entre amores y desamores, de cambios de época, que es tema que diría que nos concierne en estos momentos. En la noche de las crisis, todos los gatos son pardos, pero desde luego el de Lampedusa no: es excepcional. Si le apetece redondear el escalafón y tratar a un duque, pero el de La Rochefoucauld le cuesta pronunciarlo, aunque sus máximas, ojo, son excelentes, lea la Poesía incompleta de Aquilino Duque: él lleva la aristocracia en el apellido desde su más tierna infancia.

Pero para que nuestro elitismo no se confunda con un ordinario esnobismo, dejemos claro, bromas y coronas aparte, que, si un libro es bueno, su título siempre lo es de nobleza. De lo que se trata es de codearnos con los mejores. No nos merecemos menos.

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