miércoles , 27 noviembre 2024
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Poner fin al sida como amenaza para la salud pública

Luisa Cabal, Directora Regional
de Onusida para América Latina y el Caribe

Transformando el futuro de la salud global: un viaje hacia la igualdad. En un momento de policrisis en el que la esperanza puede parecer escasa, la respuesta al VIH ofrece la oportunidad de un avance mundial extraordinario: de que seamos la generación que puso fin al sida como amenaza para la salud pública para 2030. Conocemos bien el camino.

Algunos países ya están transitando en él y teniendo éxito. Cinco países africanos han alcanzado los objetivos 95-95-95… Eso significa que en esos países el 95 por ciento de las personas que viven con el VIH conocen su estado serológico, el 95 por ciento de las personas que saben que viven con el VIH reciben tratamiento antirretroviral y el 95 por ciento de las personas que reciben tratamiento tienen una supresión viral.

Cuando se suprime la carga viral de una persona, el VIH no se puede transmitir, lo que nos acerca un paso más hacia la erradicación del sida. Otros 16 países -incluyendo Guatemala, Brasil, Chile y Uruguay en la región de América Latina- están cerca de alcanzar estos objetivos.

Los datos del Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH/sida (Onusida) muestran que en todo el mundo 29.8 millones de los 39 millones de personas que viven con el VIH reciben tratamiento que salva vidas, algo que era solo un sueño hace dos décadas.

Sabemos cuál es el camino para poner fin al sida como amenaza para la salud pública para 2030.

Detrás de cada estadística, están personas que ahora cuentan con una herramienta que les empodera para vivir una vida saludable. Pero a pesar de este progreso, nuestro trabajo aún no ha terminado. En todo el mundo, millones de personas todavía siguen sin acceso al tratamiento para el VIH, incluido el 43 por ciento de los niños y niñas que viven con el VIH.

Cientos de miles de personas contraen el VIH cada año a pesar de todos los avances científicos en prevención. Todavía existe un alto nivel de estigma hacia las personas que viven con VIH, que no solo afecta su salud mental, sino que también actúa como una barrera para la prevención y el tratamiento, y socavando los esfuerzos para construir una sociedad inclusiva en que todas las personas tengan acceso a servicios de salud, incluidos los de VIH.

En nuestra región, la epidemia del VIH continúa afectando de manera desproporcionada a los grupos de poblaciones marginadas y discriminadas –las llamadas poblaciones clave– en comparación con la población general. En medio de una pandemia y ante un virus mortal, para proteger la salud de todas las personas, protejamos los derechos de cada una.

Las barreras estructurales generadas por las desigualdades afectan directamente a las personas más vulnerables y la respuesta al VIH; entre ellas, las disparidades socioeconómicas, acceso limitado a servicios de salud adaptados a las necesidades de las poblaciones marginadas, discriminación y estigma relacionados con el VIH, orientación sexual e identidad de género, falta de educación sexual y obstáculos para la prevención y tratamiento en comunidades dejadas atrás. Actuar para poner fin a las desigualdades es garantizar el éxito de la respuesta colectiva al VIH.

Los esfuerzos para poner fin al sida tienen éxito cuando, anclados en un liderazgo político fuerte, siguen la evidencia científica, abordan las vulnerabilidades, permiten que las comunidades y las organizaciones de la sociedad civil lideren la respuesta, y cuentan con financiamiento suficiente y sostenible. Sabemos cuál es el camino para poner fin al sida como amenaza para la salud pública para 2030.

¡Sí, podemos poner fin al sida! Pero solo si se protegen los derechos de todas las personas y si todas las personas nos unimos para combatir las desigualdades. Este esfuerzo es coherente con el compromiso asumido en la Agenda 2030, principalmente el logro del Objetivo de Desarrollo Sostenible 10, sobre reducción de las desigualdades, lo que equivale a seguir el camino hacia la dignidad y la defensa de los derechos humanos, así como la aspiración última de los ODS de no dejar a nadie atrás. 

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