martes , 26 noviembre 2024
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Paz y Misericordia; palabras a escribir con mayúscula (II)

Ramiro Pellitero
Profesor de la Facultad de Teología

Es necesario, propone Francisco, forjar un nuevo paradigma cultural a través de “un pacto educativo global” que implique a todos y promueva una ecología integral, según un modelo de paz, desarrollo y sostenibilidad, centrado en la fraternidad y en la alianza entre el ser humano y su entorno.

Así, al mismo tiempo, los jóvenes podrán ocupar un lugar adecuado en el mundo del trabajo. Promover y asegurar el trabajo. El trabajo construye y mantiene la paz, porque es expresión de uno mismo y a la vez compromiso de colaboración con otros.

La situación laboral ha sufrido un durísimo golpe con la pandemia del Covid-19. Especialmente aquellas personas que viven de trabajos precarios, como muchos migrantes se han quedado desprotegidos en medio de un clima de inseguridad. Y a todo esto solo puede responderse promoviendo un trabajo digno.

El trabajo construye y mantiene la paz, porque es expresión de uno mismo y a la vez compromiso de colaboración con otros.

“Tenemos que unir las ideas y los esfuerzos para crear las condiciones e inventar soluciones, para que todo ser humano en edad de trabajar tenga la oportunidad de contribuir con su propio trabajo a la vida de la familia y de la sociedad”. Esto supone un reto para todos: para los trabajadores y para los empresarios, para el Estado y las instituciones, para la sociedad civil y los consumidores.

Sobre todo para la política, llamada a buscar el justo equilibrio entre la libertad económica y la justicia social. Y (señala el papa Bergoglio) “todos aquellos que actúan en este campo, comenzando por los trabajadores y los empresarios católicos, pueden encontrar orientaciones seguras en la doctrina social de la Iglesia”.

El 23 de enero se celebró el Domingo de la Palabra de Dios, instituido por el papa Francisco para el tercer domingo del tiempo ordinario. En su homilía, el Papa destacó dos aspectos. Primero, la Palabra revela a Dios: “Nos revela el rostro de Dios” (señala Francisco) “como el de aquel que se hace cargo de nuestra pobreza y le preocupa nuestro destino”.

No como un tirano que se encierra en el cielo, ni como un frío observador imperturbable, un dios neutral e indiferente.

Es el “Dios con nosotros”, Palabra hecha carne, que toma partido a nuestro favor y se involucra y compromete con nuestro dolor, el “Espíritu Amante” del hombre. Como portavoz cualificado de esa Palabra en la Iglesia, el Papa se dirige a sus oyentes, a cada uno de nosotros, personalmente: “Él es un Dios cercano, compasivo y tierno, quiere aliviarte de las cargas que te aplastan, quiere caldear el frío de tus inviernos, quiere iluminar tus días oscuros, quiere sostener tus pasos inciertos.

Y lo hace con su Palabra, con la que te habla para volver a encender la esperanza en medio de las cenizas de tus miedos, para hacer que vuelvas a encontrar la alegría en los laberintos de tus tristezas, para llenar de esperanza la amargura de tus soledades.

Él te hace caminar, no dentro de un laberinto, más bien por el camino, para encontrarlo cada día”. Y por eso nos pregunta Francisco si llevamos en el corazón y transmitimos en la Iglesia esta “imagen” verdadera de Dios, envuelta en la confianza, misericordia y alegría de la fe. O si, por el contrario, le vemos y mostramos de un modo riguroso, envuelto en miedo, como un falso ídolo que ni nos ayuda ni ayuda a nadie.

En segundo lugar, la Palabra nos lleva al hombre. Cuando comprendemos que Dios es compasivo y misericordioso, vencemos la tentación de una religiosidad fría y exterior, que no toca ni transforma la vida.

“La Palabra nos impulsa a salir fuera de nosotros mismos, para ponernos en camino al encuentro de los hermanos con la única fuerza humilde del amor liberador de Dios”. Esto es lo que hizo y dijo Jesús en la sinagoga de Nazaret, cuando reveló que “Él es enviado para ir al encuentro de los pobres (que somos todos nosotros) y liberarlos”.

No vino a entregar una serie de normas sino a liberarnos de las cadenas que nos aprisionan el alma. “De este modo nos revela cuál es el culto que más agrada a Dios: hacernos cargo del prójimo.

Continuará…

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