miércoles , 27 noviembre 2024
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Patrimonio e identidad: El Triunfo de la Santa Cruz: del siglo XVI a la pintura academicista

Por: Ricardo Fernández Gracia, Director de la Cátedra de Patrimonio y Arte Navarro

 

El hecho portentoso de la aparición en el aire de una cruz resplandeciente de varios colores al principio del combate, que esforzaba a los cristianos y aterrorizaba a los almohades, tuvo gran aceptación en la pintura desde el siglo XVI. El primer texto medieval en que se recoge aquel portento es la Crónica de veinte reyes, realizada entre 1270 y 1289, en donde citando a Ximénez de Rada, se afirma que “apareció en el çielo una cruz muy fermosa de oro de muchas colores e vieron los cristianos e touiéronlo por buena señal”, aunque el arzobispo no dice nada al respecto.

 

Con posterioridad, algunos relatos como el de Argote de Molina en la segunda mitad del siglo XVI y de otros apologistas de la Santa Cruz insistieron en lo mismo. El hecho fundamental que favoreció las representaciones con la aparición milagrosa de la cruz fue el oficio de la fiesta del Triunfo de la Santa Cruz instituida en 1573 para celebrarse el 16 de julio en España y el Nuevo Mundo por decisión de Gregorio XIII, conmemorando la batalla.

 

En el Ayuntamiento de Baeza se custodia una pintura de fines del siglo XVI, obra de Juan Bolaños el Viejo, pintor que testó en 1590. La pintura es una adoración de la Santa Cruz por el arzobispo y el rey Alfonso VIII y el arzobispo Ximénez de Rada, si bien la batalla se representa en el fondo  con los escudos y estandartes de las órdenes militares. En la iglesia de Santa Elena, erigida sobre la ermita de la Santa Cruz que conmemoraba la batalla de las Navas, existía hasta hace unas décadas otra pintura similar, atribuida a Blas de Prado, de la que da cuenta Francisco Ponz en su Viaje por España y que fue mandada restaurar por el arzobispo Lorenzana, llevándola a Toledo en 1788, a la vez que mandaba hacer una copia de la misma, que se conserva en la catedral primada. A la segunda mitad del siglo XVII pertenece una pintura de una colección particular con el mismo tema. Representa al rey castellano y al arzobispo junto al ejército ante la visión de la cruz. Como buena obra barroca está ejecutada con rico colorido y técnica vaporosa y es de las escasas que se centran en unos pocos personajes.

 

La colegiata de San Miguel de Alfaro cuenta con una hermosísima capilla con una dotación exquisita, fruto del mecenazgo de la familia de los Pérez de Araciel, particularmente de don Manuel Pérez de Araciel y Rada, arzobispo de Zaragoza entre 1714 y 1726, que está enterrado en ella. Entre sus hermanos figuraban fray León de la Madre de Dios, definidor de los Carmelitas Descalzos y don Vicente Pérez de Araciel, (1657 -1734) que perteneció al Consejo de Castilla, fue Regente del Consejo de Italia y presidió el Consejo de Órdenes. La familia entroncaba con don Rodrigo Ximénez de Rada, por lo que en uno de los muros del recinto se representa la batalla de las Navas de Tolosa, en una gran pintura de comienzos del siglo XVIII y filiación aragonesa. En este caso, las armas de cada uno de los reinos acompañan a sus reyes, estando presente las de Navarra junto a Sancho el Fuerte.

Pintores de la categoría de Maella y Bayeu, ya en la segunda mitad del siglo XVIII, se enfrentaron al tema, con título preciso del Triunfo de la Santa Cruz. La pintura de Ramón Bayeu para la capilla mayor de la iglesia de la Exaltación de la Santa Cruz de Zaragoza (1785) tiene como protagonistas al canónigo toledano con la cruz alzada  y al arzobispo y el rey a sus lados. Recoge en el detalle del vástago de la cruz asaeteado, las fuentes literarias que referían cómo el canónigo portador de cruz-guión, jamás fue herido, aunque lo intentaron, disparándole lanzas y dardos. Estos últimos quedaban clavados en el asta de la cruz sin que ninguno tocase al canónigo, todo lo cual habría animado a los cristianos, certificándoles sobre la ayuda celestial en la empresa.

 

Por lo que respecta a la pintura de Maella de la Casita del Príncipe de El Escorial, que también se configuró como un triunfo de la Santa Cruz, la Biblioteca Nacional y la Real Biblioteca conservan sendos dibujos preparatorios de 1788. La batalla como tal se asocia a la aparición de la cruz, traída por ángeles ante la admiración del rey y del arzobispo.

 

 

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