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COLUMNAS

Para prueba un botón

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Nuestra majadería legislativa en materia electoral, incrementada por las no menores majaderas interpretaciones que hacen nuestras autoridades de las leyes, tiene una clarísima expresión –para muestra un botón– con la disposición establecida por las reformas que fueron realizadas a la Ley Electoral y de Partidos Políticos, reformas ya vigentes y que establecen que la convocatoria a elecciones generales debe hacerse en la segunda o la tercera semana del mes de enero del año electoral. La segunda semana de enero comprende las fechas del ocho al catorce del mes citado y, la tercera, del quince al veintiuno por lo que la primera fecha para convocarlas, en efecto, es el ocho y la última el veintiuno, convocatoria que debe ser realizada por el Tribunal Supremo Electoral.

El pequeño detalle olvidado por nuestros legisladores, y para ajuste, con dictamen favorable de la Corte de Constitucionalidad, con el beneplácito de las autoridades electorales y aplauso de la prensa, es que –por mandato constitucional expreso– el Presidente de la República, jefe del Estado, debe rendir todos los años, el 14 de enero, informe al Congreso de la República sobre el estado de la Nación, informe que debe ser difundido para el conocimiento de todos y que, obviamente, incluye referencia a las obras y actos realizados. Pues bien, puesto que por mandato constitucional, también expreso, una vez convocadas las elecciones tienen prohibido las autoridades –el Presidente de la República incluido– hacer difusión de la obra pública y de los actos de gobierno, si la convocatoria se hiciera en la segunda semana de enero, del ocho al catorce, el informe presidencial, no podría rendirse. En otras palabras, la posibilidad establecida por la Ley Electoral y de Partidos Políticos, ya reformada, de que las elecciones generales pudieran convocarse en la segunda semana de enero es absolutamente inoperante ya que, bajo ninguna circunstancia, podría hacerse en tal semana que, si se hiciera, impediría que pudiera rendirse el informe presidencial, violación que sería –omitirlo– de la Constitución Política de la República. La convocatoria, pues, pese al disparate legislativo, no podría hacerse sino en fecha comprendida en la tercera semana del mes de enero, es decir, el quince, la primera de las fechas posibles y, el veintiuno, la última. Aunque ya posible, desde el quince, resulta un tanto –bastante absurdo– que no pueda haber difusión del informe presidencial en los días inmediatos sucesivos al catorce de enero, fecha de su presentación: ¿un par de días, al menos, para difundirlo? Legislamos –actuamos– por ocurrencias y no nos tomamos la molestia de reflexionar mínimamente sobre las leyes que nos proponemos promulgar, siendo claro que en este caso, como en muchos, no se hizo. ¿Por qué no haber establecido mejor –sin malabarismos, ni vericuetos– una fecha fija para convocar, por ejemplo, el veintiuno de enero? En la misma línea de absurdos se abstiene la legislación electoral –reformada– de establecer un término fijo para inscribir candidatos. ¿Suficientes sesenta días? Y por qué –si malo, muy malo– que no se fije un término fijo para hacerlo –no mejor– haber definido las fechas: desde el 22 de enero (fecha siguiente a la de la convocatoria) hasta el 21 de marzo, inclusive, fecha máxima para hacerlo. ¿Tan mal funcionó que hubiera –norma anterior– dos domingos posibles para celebrar las elecciones generales que fue necesario establecer que hubieran cuatro e, incluso, como en el presente año, hasta cinco domingos, a escoger? ¿Por qué no mejor la certeza de esa fecha? ¿El primer domingo del mes de junio, por ejemplo y, por qué no la certeza de la fecha de la segunda vuelta electoral, si necesaria, el primer domingo del mes de agosto, por ejemplo, el segundo o el tercero, pero no a escoger, sino definido por la ley, uno de ellos. Con la reforma hecha a la Ley Electoral y de Partidos Políticos, la campaña electoral –propaganda– no puede empezar sino noventa días antes del domingo del mes de junio que se señale para celebrar las elecciones. ¿Cuándo, entonces? ¿Por qué nos fascinan los vericuetos y las sombras? Los 90 días, además, si a 90 se quiso limitar la campaña electoral, no son tales sino treinta y siete y medio ya que la campaña electoral ¿no cayeron en cuenta de esto los legisladores? termina a mediodía del viernes anterior al domingo en que se vota. ¿Podría caer bien un breve respiro entre el cierre de inscripciones y el inicio de la campaña electoral? Si, así fuere, ¿por qué no una certeza total, como la siguiente: Convocatoria a elecciones 21 de enero, cierre de inscripciones 21 de marzo; inicio de campaña 1 de abril; votaciones primer domingo de junio, segunda vuelta, primer domingo de agosto (o segundo o tercero pero, de una vez, definido por la ley). Si no se quiere interrupción entre cierre de inscripciones e inicio de campaña, pues, inicio de campaña –fecha fija– el 22 de marzo (día después del cierre de inscripciones). Con nuestra actual legislación, absurda como lo es, no sabemos –hoy– la fecha en que se convocará a elecciones, tampoco sabemos la fecha en que se iniciará la inscripción de candidatos ni la fecha en que quedará cerrada la inscripción. No sabemos la fecha en que se celebrarán las votaciones (primera vuelta ) ni la fecha en la que se celebraran –si necesarias– las de una segunda vuelta electoral. ¿Por qué nos gustan los enredos y los vericuetos? La oscuridad también priva para la adjudicación de cargos puesto que el sistema de listas –nacional y distritales– lleva que sea muy difícil de entender para los electores por qué se adjudican los cargos. En todo caso, el sistema de listados, engorroso, impide que sepa el elector quién es su diputado. Y, a propósito, ¿Quién es su diputado? Si queremos un estado de Derecho, tomémonos la molestia de legislar, sin ocurrencias, midiendo todas las consecuencias de las normas y quitemos hasta el máximo límite posible, el poder discrecional de las autoridades, fuente la discrecionalidad de arbitrariedades y de corrupción. Con fechas fijas, fatales, se podría planificar mejor la participación electoral, se eliminarían incertidumbres y se evitarían malabarismos perversos con las fechas. Para prueba, el botón: si como consecuencia de las ocurrencias legislativas –vigentes– se convocara a elecciones generales antes del catorce de enero ya no podría rendir el Presidente el informe que año con año, por mandato constitucional expreso, debe rendir. Cumpliendo con lo que permite la Ley Electoral y de Partidos Políticos, reformada, se habría determinado la violación de la Constitución Política de la República: delito. Por otra parte, y concluyo, la ley no debería llamarse Ley Electoral “y de Partidos Políticos” puesto que también existen Asociaciones Políticas, sin fines electorales (que no son partido) y Comités Cívicos Electorales, los que también regula la ley.

Acisclo Valladares Molina
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COLUMNAS

Buenas prácticas para mejorar la gestión pública (I)

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Israel Gómez Córdova
Jefe Departamento de Documentación y Divulgación
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En la búsqueda de un mejor y más eficiente servicio al ciudadano, la gestión pública constituye un paradigma de gestión, que combina los papeles de empresario y gerente. En este sentido, se plantea una modificación en el método de redistribución de los bienes y cargas esté orientada al ciudadano, posibilitando así, un auténtico reflejo de la inserción de la perspectiva privada dentro del sector público.

Esto implica, entre otras cuestiones, que la actual gestión pública se aproxima al sistema utilizado en las empresas privadas, en términos de búsqueda de una mejor eficiencia y eficacia del servicio que se presta, pues en ocasiones se cumple aquella paradoja de la implantación de la imagen del Gobierno, cuya idea es que el sector público esté en manos de funcionarios públicos dotados con un control activo, visible y discrecional sobre las instituciones.

Se anteponen los resultados a los procedimientos, y se enfatiza la importancia de la evaluación.

En este sentido se puede denominar neogerencia, desarrolla un diseño de objetivos por resultados, donde se formulan estándares explícitos y medidas de rendimiento, así como la definición de metas e indicadores de éxito, preferentemente expresados en términos cuantitativos.

Así, la responsabilidad es configurada con base en una declaración nítida de metas, de modo que se pone énfasis en los controles de resultados, en tanto que la asignación de recursos se asocia a medidas de rendimiento. Asimismo, se anteponen los resultados a los procedimientos, y se enfatiza la importancia de la evaluación y la eficiencia.

Así, al ser hoy la democracia un concepto supranacional, la sociedad civil, entendida como la sociedad organizada y ponderada de acuerdo con el poder que tienen los diversos grupos e individuos, se constata como avanza ese continuo requerimiento de atenciones del ciudadano sobre las administraciones e incluso sucede una crítica constante a las fórmulas de gestión de estas.

Desde este punto de vista, la sociedad es un factor importante para tener en cuenta en la gestión pública y en su efectividad y eficiencia, que a todas luces traspasa las fronteras nacionales y se configura desde nuevas agendas sociales, culturales, políticas y económicas cada vez más globales. Además, hay que tener muy en cuenta que aplicaban soluciones que hoy podrían ser perfectamente aceptadas, en materia de desarrollo de mejoras administrativas.

Continuará…

Colaborador DCA
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COLUMNAS

Multilateralismo y cero desechos

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António Guterres

Secretario General de las Naciones Unidas

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Importancia del multilateralismo y la diplomacia para la paz. El 24 de abril de cada año se pone de manifiesto una verdad fundamental: ningún país puede resolver los problemas actuales por sí solo. 

El diálogo, la diplomacia y las soluciones multilaterales son el camino más seguro hacia un mundo en paz y más justo. 

Son ideales intemporales que cimientan la Carta de las Naciones Unidas (en vigencia desde el 24 de octubre de 1945) y que impulsan los esfuerzos mundiales para proteger los derechos humanos y así forjar paz, esperanza y prosperidad para todas las personas. 

No obstante, por todo el mundo hay conflictos, catástrofes climáticas, pobreza y desigualdades que plantean enormes obstáculos a la diplomacia y las soluciones multilaterales. La lucha por espacios altamente competitivos afecta el ambiente de colaboración; la implacable división acaba con el diálogo. 

El diálogo, la diplomacia y las soluciones multilaterales son el camino más seguro hacia un mundo en paz y más justo.

La diplomacia y el propio sistema multilateral se crearon precisamente para momentos como este. Debemos crear condiciones para un nuevo espíritu de cooperación global para reconstruir la confianza, reducir las divisiones confrontativas y orientar a la humanidad hacia la paz. 

La Cumbre del Futuro que tendrá lugar el próximo septiembre será una oportunidad decisiva para que los países encuentren soluciones en común. Con una Nueva Agenda de Paz que aborde los factores de conflicto de forma holística se puede ayudar a restablecer la fe en el sistema multilateral y en lo que podemos conseguir trabajando unidos. 

En este importante día, exhorto a los Gobiernos y a los dirigentes a que no escatimen esfuerzos para salvar las diferencias, renovar el diálogo y la confianza y hacer posible un futuro de paz. (Objetivo de Desarrollo Sostenible -ODS- 17: Revitalizar la Alianza Mundial para el Desarrollo
Sostenible).

Hacia una cultura cero desechos.  Nuestro planeta se está ahogando en un torrente de basura. 

Cada año, la humanidad produce más de 2 mil millones de toneladas de residuos sólidos municipales. Alimentos podridos, botellas de plástico, aparatos electrónicos contaminados con productos químicos y un sinfín de cosas más se desechan sin tener en cuenta el agua, la tierra y el aire. 

Al descomponerse, la basura emite gases de efecto invernadero que se van hacia la atmósfera incrementando el calor al planeta, y también afectando la calidad del agua y del suelo, lo cual provoca enfermedades e incluso la muerte de personas en todo el mundo.  También es cierto que el consumo excesivo nos está matando. Tenemos que hacer algo.  

Desde el año pasado, la Junta Consultiva sobre Cero Desechos viene reuniendo a los asociados en torno a esta cuestión crítica y a lo que hay que hacer para conseguir que el ideal de cero desechos sea una realidad. 

Las empresas deben repensar sus productos a fin de minimizar el derroche de envases y maximizar la longevidad y el ciclo de vida de los productos. 

Los consumidores deben pensar dos veces antes de adquirir bienes y productos, y reciclar o reutilizar siempre que sea posible. 

Los gobiernos a todos los niveles deben crear economías circulares que aborden el agotamiento y la gestión de los recursos, e invertir en programas modernos de control de desechos basados en la reutilización, el reciclado, la recuperación y la prevención de la producción de desechos. 

Por su parte, la comunidad mundial debe unirse y trabajar por lograr un tratado jurídicamente vinculante para poner fin a la contaminación por plásticos. 

Cada 30 de marzo conmemoramos el día de Cero Desechos. Comprometámonos a poner fin al ciclo destructivo de los desechos, de una vez por todas. (Objetivo de Desarrollo Sostenible, ODS 12: Garantizar modalidades de consumo y producción sostenibles).

Colaborador DCA
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COLUMNAS

¿Es posible un mundo sin plásticos? (I)

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Andrea Cocchini 

Profesor de Derecho Internacional de la Universidad de Navarra

El 22 de abril, como cada año desde 1970, se celebra el Día Internacional de la Tierra, la jornada más importante dedicada a la protección del medioambiente. En esta ocasión, la organización Earth Day ha elegido el lema Planeta versus plástico. El movimiento tiene como aspiración “reducir en un 60 por ciento la producción de plásticos de aquí a 2040 para construir un futuro sin plásticos para las generaciones venideras”.

Durante el Día de la Tierra de este año, todas las iniciativas estuevieron  enfocadas a informar y sensibilizar a la opinión pública sobre los perjuicios que la contaminación plástica supone para la salud humana, la biodiversidad y el medio ambiente y sobre las medidas necesarias para atajar el problema.

Todas las iniciativas estuvieron enfocadas a informar y sensibilizar a la opinión pública. 

Entre ellas, la Earth Day menciona la necesidad de impulsar con urgencia la adopción del futuro tratado contra el plástico, incluido en el Programa para el Medio Ambiente de las Naciones Unidas y que se está trabajando con los estados desde 2022 en el Comité Intergubernamental de Negociación sobre la Contaminación por Plásticos (INC, por sus siglas en inglés).

Al margen de que se prevea finalizar un tratado dentro de 2024, es muy probable que el acuerdo que resulte de las negociaciones no esté a la altura del ambicioso objetivo que se proponen los promotores del Día de la Tierra.

Se prevé que la producción mundial de termoplásticos ascenderá a 445.25 millones de toneladas en 2025 y que los volúmenes anuales de producción seguirán aumentando en las próximas décadas hasta alcanzar aproximadamente los 590 millones de toneladas en 2050. Esto supondría un incremento de más del 30 por ciento con respecto a 2025.

Colaborador DCA
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