miércoles , 27 noviembre 2024
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Otras cadenas y su significado en las artes de Navarra (III)

Ricardo Fernández Gracia
Cátedra de Patrimonio y Arte Navarro

En cualquier caso, en aquella fiesta, se renovaban los cargos de regidores en una jornada festiva, que incluía una procesión estacional a la antigua parroquia de San Pedro que terminaba en la colegiata, así como un festejo taurino. La mayor parte de las actuales veneras de plata sobredorada pertenecen a la acuñación de 1836, momento en que se suprimieron las que quedaban de oro.

Dominio del mal, la rabia y el demonio: San Miguel, Santa Quiteria, San Bartolomé y San Juan de Sahagún. No podían faltar las cadenas en aquellos santos que tuvieron sujetas pasiones o vencido al mismísimo Satanás. San Miguel, en algunas ocasiones, no solo se le representa venciendo al demonio, sino que le sujeta con una cadena bien visible, como ocurre por ejemplo en la talla renacentista de Sangüesa, el titular de su parroquia en Corella de la segunda década del siglo XVIII y algunos bordados de fines de esta última centuria.

A Santa Quiteria le suele acompañar un perro rabioso a sus pies o un demonio; en ambos casos, sujetos por cadena de grandes eslabones. La tradición le ha atribuido numerosos milagros de sanación, relacionados con la rabia, puesto que los perros se tranquilizaban ante la presencia de sus imágenes. En Navarra contó con sendas cofradías en Tudela y Bigüézal y en ambos casos se le consideraba abogada contra la rabia.

En el primer caso contó con cofradía desde el siglo XIV, que estaba asociada en el siglo XVIII a San Julián, patrono de los cazadores. Cuenta con ermita propia, a la que acudían las gentes a marcar en los costillares de sus perros el escudo candente de la santa, que fue lazareto ocasional hasta el siglo XIX. En Bigüézal cuenta con ermita y a su fiesta acudían pastores y vecinos para bendecir a sus perros, con el ritual propio del monasterio de Leire, dándoles pan con agua y sal previamente pasados por agua bendita. Su cofradía se había establecido en la localidad en 1731, con motivo de una epidemia de rabia, según el censo de 1772.

Destacaremos algunos ejemplos en donde el encadenado es el mismo perro rabioso, como la tabla tardogótica del retablo de Muruzábal o sus representaciones renacentistas en Aquerreta o Badostáin. También, el apóstol San Bartolomé representado, por lo general, desollado y con el cuchillo, suele acompañarse de unas visibles cadenas con las que sujeta al pintoresco demonio. La representación se basa en un pasaje de la vida del apóstol, concretamente en la liberación del demonio a la hija del rey Polimio de Armenia, presentándolo encadenado ante el monarca.

Entre las representaciones en escultura del santo con grandes cadenas sujetando al diablo, citaremos las renacentistas de Larrángoz, Tabar, Ugar y Ochagavía, las romanistas de Arizaleta y Zabaldica, las tallas barrocas de Goyano y Berbinzana y las dieciochescas de Ribaforada, de filiación aragonesa y la del retablo mayor de Lesaca, obra de Juan Bautista Mendizábal (1753).

Sus imágenes son abundantísimas en Navarra en distintos períodos artísticos.

San Juan de Sahagún, patrón de la provincia agustina de Filipinas, a la que pertenecía Marcilla, tiene su lugar entre los lienzos realizados por José María Romero (1890-1891) para la escalera real del convento. Pese a ser representado como protector de las almas del purgatorio, disciplinándose y como protagonista de numerosos milagros, en Marcilla aparece sobre el orbe y el demonio, a los que sujeta con una cadena, dando a entender con ello que venció a ambos.

Como atributos, amén de la estrella en el hábito y el crucifijo, encontramos el pan y el agua, por sus continuas vigilias y ayunos. No falta la perdiz, protagonista de un suceso que la leyenda le atribuye, según el cual el ave que le sirvieron cuando estaba enfermo, recobró su plumaje y marchó cuando el santo le ordenó seguir su camino. Su mensaje es mostrar al santo como penitente y vencedor de las tentaciones. En grandes mansiones por privilegio real. La estancia de la familia real en Corella en el verano de 1711, en la casa de los Sesma, erigida a partir de 1704, trajo consigo la concesión en 1712 de una cédula real, a modo de agradecimiento por la hospitalidad recibida.

En ella, Felipe V concedió la gracia y privilegio de colgar las cadenas en la fachada del edificio, algo que se hizo en lugar bien patente, sobre las puertas de ingreso a esta y bajo los balcones principales, ostensiblemente visibles, como gran signo de autoridad, prestigio e imagen pública. Con ello se simbolizaba el haber albergado a la familia real.

La casa Navascués-Orovio de Cintruénigo también contó con unas enormes cadenas a ambos lados de su puerta principal desde 1707, para significar el derecho de asilo concedido por Felipe V a don José Navascués y Arguedas, monarca que se hospedó en ella en 1706. Actualmente, se conservan en el zaguán de la casa Navascués. Pilar Andueza publicó el dato referente a la casa principal de los Vizcaíno en Miranda de Arga, construida a partir de 1695 por el coronel Juan José Vizcaíno que logró del rey, además de un asiento en las Cortes y el privilegio de levantar cuatro torres en su casa, la colocación de cadenas en puertas y ventanas, en 1700 gracias a un notable donativo a la real hacienda.

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