miércoles , 27 noviembre 2024
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O´Higgins y su dulce destierro

Gonzalo Andrés Serrano

Facultad de Artes Liberales

El 20 de agosto se celebró un nuevo aniversario del nacimiento de Bernardo O´Higgins. Su figura, utilizada por la dictadura, terminó desprestigiándose hasta ser postergada por otros próceres de la independencia.

En gran parte, porque se olvida o desconoce que, antes de vincularse al mundo militar, O´Higgins fue un hombre ilustrado que, gracias a la herencia del padre, se dedicó a la agricultura, el ganado y la vinicultura. Se conoce bastante su historia como militar y director supremo, pero poco de lo que sucedió después de su forzada renuncia en 1823.

Después de esta, partió rumbo a Lima y su labor en la independencia de ese país fue reconocida con la entrega de dos haciendas. Degradado militarmente y sin la pensión que le correspondía, no le quedó otra opción que dedicarse al campo, como lo había hecho antes de incursionar en la política y las armas.

Aunque el triunfo de Yungay fue en enero de 1839, el ejército chileno permaneció en Lima hasta octubre.

La hacienda de Montalbán, uno de los regalos, era bastante grande y su fuerte era la producción de azúcar de caña, a las que se agregaba la de aguardiente y vinos. Por esta razón, cuando O´Higgins se enteró de los planes del ministro Diego Portales para emprender una guerra de Chile contra la Confederación Perú-boliviana, no solo se opuso, sino que, además, inició una ofensiva epistolar contra el ministro y a favor del proyecto de su amigo, el mariscal boliviano Andrés de Santa Cruz.

Por esta razón, a medida que se conocían noticias de la formación de una expedición rumbo a Perú, no dudó en calificar al presidente Joaquín Prieto de imbécil, estúpido e insensato. Fracasada la primera expedición que emprendió Manuel Blanco Encalada, O´Higgins se mostró confiado en que este sería el fin del conflicto.

No contaba con que el gobierno de Prieto insistiría en una nueva expedición; esta vez, a cargo de Manuel Bulnes. Ya sea porque la Confederación comenzaba a debilitarse por el poder del nuevo ejército o porque el Ejército Restaurador se instaló en Lima, la relación cambió y O´Higgins se terminó transformando en un consejero, tanto de Bulnes como del general José María de la Cruz, segundo al mando.

Tiempo después, De la Cruz recordaba con cariño estos encuentros con el prócer: “Debo a este viejecito el no haberme vuelto tal vez loco (…) Yo no conocía la importancia personal de este buen chileno” (El viejecito tenía apenas sesenta años). Aunque el triunfo de Yungay fue en enero de 1839, el ejército chileno permaneció en Lima hasta octubre.

Por esta razón, el 18 de septiembre fue una ocasión para homenajear al prócer como correspondía. A tanto llegó el entusiasmo que, cuando O´Higgins quiso retirarse a su hogar, fue acompañado desde el palacio hasta su casa por Bulnes, otros generales y la banda de músicos que rompía el silencio de la madrugada.

Por razones de salud, O´Higgins nunca estuvo en condiciones de embarcarse de regreso a Chile como era su deseo. El mito dice que antes de su último expiro, gritó: ¡Magallanes!. No sabemos si es cierto, lo concreto es que cuando Bulnes llegó a la presidencia, una de sus primeras acciones fue construir un fuerte en el Estrecho de Magallanes.

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