Como boxeador, Muhammad Ali era excepcional, campeón de pesos pesados a los 22 años; como activista muy determinado, decidido a no ir a la Guerra de Vietman, “No voy a ir a 10 mil millas de aquí y dar la cara para ayudar a asesinar y quemar a otra pobre nación simplemente para continuar la dominación de los esclavistas blancos”, declaró firmemente; y como figura mundial, sin duda, sus huellas van más allá del cuadrilátero, de tal cuenta que el expresidente de Estados Unidos, Bill Clinton y el mandatario turco, Recep Tayyip Erdogan ya confirmaron su asistencia al sepelio, mientras que el gobernante cubano, Raúl Castro le rindió tributo frente los presidentes de los países miembros de la Asociación de Estados del Caribe.
El legendario exboxeador Muhammad Ali falleció el pasado 3 de junio a los 74 años tras varios días hospitalizado en una clínica de Phoenix, Arizona, por problemas respiratorios. Las expresiones de aprecio y tristeza por la pérdida no solo del ámbito deportivo y político sino también de la comunidad musulmana.
Ali nació en Louisville, Kentucky y sus padres lo nombraron Cassius Clay, pero tras convertirse al islam dijo: “Cassius Clay es el nombre de un esclavo. No lo escogí, no lo quería. Yo soy Muhammad Ali, un hombre libre”.
En una época en la que los musulmanes son a menudo caricaturizados en Estados Unidos, Mohamed Ali simbolizaba mejor que nadie la imagen real del islam, pacífica y universal, afirman los habitantes de la ciudad donde creció.
El domingo, dos días después de la muerte de la leyenda, eran todavía cientos de personas en desfilar delante de la casa de su infancia y en el centro cultural construido en su honor.
Siguen dejando flores, cartas, y dibujos, algunos con mariposas en referencia a una de sus frases de culto: “Vuela como una mariposa y pica como una abeja”.
Ali ha sido considerado el mejor de todos los tiempos, tres veces campeón y medalla de oro en los Juegos Olímpicos de 1960. Es reconocido como una figura social de gran influencia en las luchas sociales y humanitarias a favor de los afroamericanos y practicantes del islam.
La última pelea fue una batalla de largo aliento, durante tres décadas luchó en contra del mal de Parkinson, que lo llevará el próximo viernes a la tumba.
“Si Ali nunca abriera la boca para agitar a la opinión pública, aun así inspiraría amor y odio. Pues él es el príncipe de los cielos –eso dice el silencio en torno de su cuerpo cuando él es luminoso”, escribió Norman Mailer, quien viajó a Kinshasa para presenciar La Pelea del Siglo, entre Ali y George Foreman en 1974. Mailer hizo esta anotación en su libro: “La Pelea”.
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