Más maristas y más vida, es el sueño de Marcelino Champagnat.

Hace 177 años falleció Marcelino Champagnat. El 6 de junio de 1840 falleció este pionero educativo, quien, al adoptar el método simultáneo-mutuo de enseñanza, superó la polémica que había entre el método de los Hermanos de La Salle y el método sajón o Lancasteriano. Eligió el novedoso método de lectura, el fonético-silábico, en sustitución del tradicional del deletreo. Otras innovaciones que adoptó fueron la enseñanza del canto en la escuela, la educación física, la teneduría de libros y la agrimensura. También introdujo el Catecismo Mariano, la práctica de la disciplina preventiva y no permitió los castigos físicos. Su afirmación de que “para educar hay que amar”, se convirtió en el lema de los educadores maristas, diseminados por todo el mundo.

Este año se cumple el bicentenario de la fundación de la Congregación de los Hermanos Maristas. Es una obra que ha llegado más allá de lo que soñó Marcelino, el humilde sacerdote francés que plantó la semilla de la primera casa de los maristas en 1817, dedicada a niños marginados socialmente.

En estos doscientos años se han construido comunidades educativas, cohesionadas por la sencillez, la humildad y el espíritu de familia. Este espíritu común proviene del amor a la Virgen María, siempre clemente, piadosa y dulce. La familia marista que se encuentra en todo el planeta, la componen sacerdotes, hermanos, laicos o seglares, además del profesorado. “Ser marista de corazón”, es el común denominador.

Este sentimiento de pertenencia lo he manifestado en silencio en los últimos meses en el Centro de Formación Marista de Guatemala. Estas palabras y hechos son inspirados por el espíritu marista que siempre nos acompaña, a quienes tuvimos el privilegio de ser formados por hombres de fe, genuinos, humildes y al servicio de los demás, sin esperar nada a cambio. Es tiempo de conmemoración, pero también de gratitud y reencuentro con la esencia marista.

La semilla plantada por el fundador, tras levantar la primera escuela en su pueblo natal, Marlhes, es hoy un árbol bicentario, frondoso, pleno de vida. El nuevo modelo educativo marista incorpora de forma importante a los laicos en la tarea educativa y evangelizadora. Hoy, en un contexto social diferente y diverso, continúan las urgencias. No son las mismas necesidades, pero se mantiene el interés de continuar la labor de Marcelino, ampliándola a hermanos y hermanas, hombres y mujeres, religiosos y laicos, profesores, animadores de grupo, cooperantes, facilitadores y amigos de esta gran obra, el colectivo de los Maristas por todo el mundo.

Redacción DCA