Guillermo Monsanto 

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Las artes visuales de Guatemala están de luto porque se fue uno de sus más notables exponentes. Como pintor, escultor y dibujante, Manolo Gallardo consiguió una impronta que le sería distintiva a lo largo de su carrera. Misma que, finalmente, surgió de la pasión interior que le dio una razón de ser particular a su existencia y de la que proviene la trascendencia que hoy goza en el corazón de sus amigos, seguidores y discípulos. En un lapso relativamente corto, se va otro de los grandes.  

¿Quién es Manolo Gallardo? ¿Por qué su obra ha causado tanto impacto a los largo de los últimos sesenta años? ¿Cómo es posible que un artista académico haya conseguido estar siempre en los titulares de prensa y destacar en el ojo crítico? Son básicamente las preguntas que me han realizado los periodistas que trabajan en su panegírico. 

Lo primero que se me viene a la cabeza es el papel que él, sin pensar en gustarle a nadie, asumió como misión expresiva.  Más allá de sus desnudos, aún estigmatizados por las mentes estrechas en pleno siglo XXI, siempre formuló lo que sentía sin pensar mucho en las consecuencias. De allí que buena parte de sus trabajos fueran una crítica a la mediocridad, la doble moral y otros aspectos relacionados al universo chapín y sus entuertos.  

Provenía de aquella Guatemala intelectual cuyo parnaso está abierto para las mentes brillantes.

Pero, más allá de la potencia de su mensaje, Gallardo fue extremadamente sensible a la belleza. En su pintura siempre respetó la esencia sensual ofrecida por sus diferentes modelos sí, pero invariablemente iba más allá. Incluso en sus trabajos más polémicos, el artista explotó ese diálogo sostenido ya sobre el lino y papel, o bien arrebatado a la materia, para otorgarle sutiles toques de intimidad a cada obra. 

Casi podría atreverme a pensar que su expresión era su amante a la cual se entregaba con la pasión desenfrenada que le bullía en las venas. Polémico, sí. Sus Última cena, Las tres gracias, Judas o Diez años de Guernica en Guatemala obtienen su propio peso en la propuesta técnica y el debido respeto a la composición, manejo de los temas y la propuesta individualista del color, pero siempre son algo más.  

Manolo Gallardo era un hombre de relaciones. Provenía de aquella Guatemala intelectual cuyo parnaso está abierto para las mentes brillantes. Descanse en paz esta luz de las artes.  

Se va una figura principal de las artes visuales de Guatemala. Un artista de relaciones y un universo rico en símbolos.

Colaborador DCA