Durante una mañana de colegio, en los 1990, mis amigos me recibieron con la frase: “El Dylan se agarró a la Kelly”. Les pregunté: “¿Y la Brenda?”. Me respondieron: “Andaba en Francia, se agarró a otro chavo allá, pero nada serio”. Era terrible perderse un capítulo de estreno de Beverly Hills, 90210 y atrasarse en los chismes.
Esa emoción, la de ver un episodio de una serie y querer compartir las impresiones de inmediato, la he sentido en muy pocas ocasiones. Creo que la primera vez fue con V: Invasión Extraterrestre, aquella serie de ciencia ficción y terror en televisión nacional, durante los 1980, que me provocaba pesadillas los domingos por la noche.
Lo experimenté después con las cinco temporadas de Party of Five, el primer año de Dawson’s Creek, My So-Called Life (cuando la revivió MTV) y las sitcoms Seinfeld y Friends. Inclusive, creo que el chisme de los viernes era lo que más me gustaba de Friends.
En 2018 viajé a México, para la presentación de una comedia de detectives. Ese país estaba totalmente enfermo de “Luismiguelitis”, gracias a Luis Miguel, la serie. Todos tenían chats temáticos en sus redes sociales, para comentar lo sucedido cada semana con el Sol de México y su maléfico padre. “Están locos”, pensé.
Tal vez no entendí ese furor porque tenía años de no emocionarme por la llegada de un día específico de la semana, para ver una serie de televisión. Nunca he domado del todo el arte de esperar ocho días, para saber qué más sucede en una historia.
Por un malestar con Star Wars, en 2020 me perdí The Mandalorian, que durante sus dos temporadas tuvo extasiado a mi círculo cercano de amigos en las redes sociales. Pero este año, al escuchar el interés de mis amigos Alex y Pato, le di una oportunidad a WandaVision.
Con el Mundo Cinematográfico de Marvel (MCU, en inglés), he llevado una relación de amor y odio. Así como me emocionan con algunas puntadas, otras llegan a ser hasta dolorosas, a tal grado de que ya no confío en ellos. ¿Alguien dijo “relación tóxica”?
Pero con WandaVision me conquistó. Fue una serie cuidada, detallista y diferente. El MCU logró lo que pensé que nunca más sucedería de nuevo:
sorprenderme.
Tuve mis chats de Messenger con amigos para discutir cada episodio, horas después de haberse estrenado; vi las reacciones y explicaciones en YouTube del canal Beyond The Trailer, revisé las reacciones de Jeremy Jahns y Kevin Smith, y me disfruté todos los memes cuando apareció cualquier personaje nuevo, y todos exclamamos: “¡Ese es Mephisto!”.
Aunque el episodio final fue mitad glorioso y mitad decepcionante, terminó siendo un viaje maravilloso de homenajes, asombros y actuaciones bárbaras de Elizabeth Olsen (Wanda Maximoff) y Paul Bettany (Vision).
Y ya que nunca disfruté los #miércolesdecumbia, porque no sé bailar, y los #juevesdecicig alteraban mi ansiedad, al fin celebré un hashtag semanal: #viernesdewandavision.