Dr. Jorge Antonio Ortega G.
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La guerra es un fenómeno social en su concepción primordial, pero sus consecuencias son innumerables. Nosotros a pesar de estar tan lejanos del conflicto ya sentimos sus efectos en nuestras vidas y, muy pronto, veremos el desabastecimiento de materias primas y otros enseres básicos para la subsistencia humana.
Las primeras manifestaciones se están dando con los combustibles, los fertilizantes, granos y trigo. Ucrania almacena en sus silos 20 millones de toneladas, las cuales permiten abastecer a 400 millones de personas. Es urgente que el puerto de Odesa se abra y se permita la exportación de la cosecha del año pasado.
Entre julio y agosto de este año se levanta la cosecha y es necesario tener vacíos los silos; de no ser así, se perderá la anterior y próxima cosecha. Esta situación se agrava debido a que Rusia y Ucrania producen en conjunto un tercio del trigo y la cebada del mundo y la mitad del aceite de girasol. Mientras Rusia y Bielorrusia son los productores dos y tres del mundo de potasa, un insumo clave para los fertilizantes.
No abrir el puerto de Odesa es declarar la guerra a la seguridad alimentaria mundial.
Este es el panorama de una antesala a una hambruna mundial. La Organización de Naciones Unidas está negociando con el Kremlin para lograr que Ucrania pueda abastecer al mundo desde los puertos del Mar Negro, pero Putin está condicionando a manera de liberar las sanciones económicas sobre la Federación Rusa. Por otro lado, Kiev denunció el robo de 500 mil toneladas de granos por un valor de 100 millones de dólares por parte de las tropas invasoras. Los principales compradores de esos cargamentos robados son Turquía y Siria, según reportó el Gobierno ucraniano.
Representantes del programa Mundial de alimentos de la ONU advirtieron a Rusia que es necesario el desbloqueo de los puertos de Ucrania, debido a que se visualiza una hambruna generalizada, lo cual provocará masivas migraciones y por ende, desestabilización del mundo. “No abrir el puerto de Odesa es declarar la guerra a la seguridad alimentaria mundial”. Esa fue la declaración del director Ejecutivo del Programa Mundial de Alimentos de la ONU, David Beasley.
Estamos en una emergencia alimentaria global: si no se resuelve a corto plazo este problema, los precios de los alimentos aumentarán y se desatará el hambre en el mundo provocando un problema mayor que la confrontación actual. El hambre es mala consejera. Ejemplo en el pasado reciente, La primavera árabe, que a una velocidad increíble desestabilizó un sinnúmero de países. En la actualidad, hay 276 millones de personas que luchan por conseguir comida.
El programa Mundial de Alimentos de la ONU alcanza para 130 millones de personas, se requiere de un esfuerzo mayor para cubrir este panorama desastroso que se ve incrementado por la invasión ordenada por Putin.
Más de 26 países dependen en un 50 por ciento o más del grano de Ucrania y Rusia. Se calcula que esta crisis anunciada podría provocar la hambruna de 1700 millones de personas. Siendo las regiones más vulnerables África y Centroamérica. En este momento se les está quitando la comida a los niños hambrientos para alimentar a los que están muriendo de hambre. Una verdadera catástrofe, que se puede detener con voluntad política de las fuerzas oponentes.
Ya se está observando la volatilidad del mercado internacional como el nacional, el incremento del costo de la canasta básica, el transporte, los servicios como la energía eléctrica, el gas, el agua potable y otros. Las condiciones y factores económicos están variando en forma acelerada, las bolsas están en números rojos y cada día disminuyen su rentabilidad. Lo anterior apunta a un futuro incierto de nuestro mundo y la forma de vivir que se derrumba y, “no debemos permitir que se desestabilice más de los que ya está”.
