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Las mujeres en la historia literaria de Navarra, de la Edad Media al Siglo de Oro(II)

Carlos Mata Induráin 

Grupo de Investigación del Siglo de Oro

Sor Leonor de la Misericordia: nacida en 1552, Leonor de Ayanz y Beamonte, era hija de don Carlos de Ayanz, señor de Guenduláin, y doña Catalina de Beamonte y Navarra. Ingresó en el Carmelo con el nombre de Leonor de la Misericordia y fue discípula de Santa Teresa de Jesús y secretaria personal de la madre Catalina de Cristo.

Escribió con prosa sencilla y sobria una Relación de la vida de la venerable Catalina de Cristo (Barcelona, 1594), obra importante para la historia de la reforma teresiana, de la que contamos con una edición crítica preparada por Pedro Rodríguez e Ildefonso Adeva (1995).

En su introducción encontrará el curioso lector abundante información sobre su linaje, su vida, su relación con Santa Teresa y la madre Catalina, la tradición textual del libro, etc. El manuscrito autógrafo que la religiosa había preparado para dar la obra a la imprenta se conserva en el convento de San José de las Carmelitas Descalzas de Pamplona.

En su introducción encontrará el curioso lector abundante información sobre su linaje, su vida, su relación con Santa Teresa y la madre Catalina.

Leonor de la Misericordia compuso, además, algunos textos poéticos (un soneto, unas octavas y unos tercetos) dedicados “A nuestra Madre Catalina de Cristo”, que acompañan a la Relación como textos preliminares.

Sor Jerónima de la Ascensión: en el siglo Jerónima de Agramont y Blancas es una religiosa clarisa nacida en Tudela en 1605. Hija del escribano Pedro de Agramont y Tello y de Jerónima de Blancas, su familia se contaba entre las más acomodadas de su ciudad natal.

Tomó el hábito de Santa Clara, en el convento tudelano, el 25 de agosto de 1633, profesando el 27 de agosto del año siguiente. Desempeñó los cargos de enfermera y sacristana, y llegaría a ser, desde 1658, abadesa de su comunidad. 

Fallecería en su convento de Santa Clara de Tudela el 11 de octubre de 1660. Por encargo de su confesor había escrito, entre noviembre de 1650 y febrero de 1651, unos Ejercicios espirituales, obra en la que expone una vía de perfeccionamiento interior carente casi por completo de visiones y revelaciones.

Los Ejercicios espirituales que, en el discurso de su vida, desde que tuvo uso de razón, hizo y ejercitó con el favor divino la venerable madre sor Jerónima de la Ascensión se publicaron de forma póstuma en Zaragoza, en la imprenta de Miguel de Luna, en 1661, y ahí se incluyen algunos poemas suyos (capítulo XXIX, “Pónense algunos versos que fervorosa escribió”).

En efecto, en los folios 150v-157v figuran recogidos once poemas. Son versos que, como afirma fray Miguel Gutiérrez, provincial de los franciscanos, escribió fervorosa “sin haber estudiado el arte poética” (fol. 150v). Cuatro de las composiciones se dedican a cantar el tema de la unión mística de la amada y el Amado, el alma y Dios, al tiempo que son expresión de algunos de los favores recibidos por la religiosa carmelita. 

                                                                           Continuará… 

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