miércoles , 27 noviembre 2024
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Las mujeres en la historia literaria de Navarra, de la Edad Media al Siglo de Oro (III)

Carlos Mata Induráin
Grupo de Investigación del Siglo de Oro

Otras cuatro corresponden al ciclo de la Navidad, otras dos se dedican al Santísimo Sacramento (guardan relación con las del primer grupo) y la última a San Pedro. Cabe decir, en lo que respecta a los temas, que estos poemas presentan escasa originalidad (no es fácil lograrla, tocando como tocan asuntos tan trillados). Más allá de las habituales metáforas de la herida, la llama y el fuego de amor divino, mencionaré la predilección por la metáfora del trueque divino (aplicada un par de veces al alma y otra más a San Pedro).

Por lo que hace a la métrica, la única forma estrófica empleada es el romance (y algunos de los poemas presentan un estribillo o, más frecuentemente, van rematados con una seguidilla).
Cabe destacar el buen ritmo y la musicalidad de estos versos, dentro siempre de su sencillez. Se aprecia, en fin, cierta elaboración retórica (además de las metáforas, se encuentran anáforas, polisíndeton, perífrasis, etc.). En suma, los temas y el estilo de estas composiciones no ofrecen rasgos de especial originalidad, pero tampoco carecen de interés y emoción.

Cabe destacar el buen ritmo y la musicalidad de estos versos, dentro siempre de su
sencillez.

Sor Ana de San Joaquín: la religiosa carmelita sor Ana de San Joaquín (Villafranca, Navarra, 1668-Tarazona, Zaragoza, 1731) fue hija de don Juan Jiménez de Maquirriain y Rada y doña Antonia Martínez de Sarasa. Tras recibir una cuidada educación, tomó el hábito el 16 de abril de 1697, en el convento de Santa Ana del Carmen de Tarazona. Ahí desempeñó “con notable perfección” los oficios de tornera, sacristana y enfermera, y llegó a ser subpriora, pero nunca fue priora de la comunidad.

Su biógrafo (y sobrino suyo), fray Buenaventura de Arévalo, nos refiere su vida ejemplar y sus arrebatos místicos, de los que Silverio de Santa María ofrece un compendioso resumen: así, nos recuerda en su trabajo la humildad de la madre Ana, su trato continuo con Dios, su ejercicio de los tres votos (pobreza, castidad y obediencia), sus continuos actos de fe, esperanza y caridad, su carácter disciplinado y su observancia de las leyes, su gusto por el silencio, su amor por la Pasión de Cristo y el Santísimo Sacramento, su devoción por San Joaquín y Santa Ana, por San José y la Santísima Virgen, su conformidad con la voluntad divina, etc. Es también el padre Arévalo quien nos habla de su afición a la poesía, dejando transcritas algunas de sus composiciones poéticas (y también algunos fragmentos de sus cartas).

Continuará…

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