Tenemos una problemática que como ciudadanos habremos de encontrar la forma de resolver.
Nuestra capacidad de asombro es sorprendida cada vez más por las redes y entretelones que nuestra flamante clase política ha armado para delinquir, para saquear el erario en su beneficio particular y arbitrario. El jueves se produjeron sendas capturas y develaciones asombrosas, alrededor de uno de los partidos políticos que estuvo al frente de la cosa pública del país. Pero atención, lamentablemente, no es el único.
Cada grupo de personas que ha conducido el Estado, se ha recetado alguna dosis de participación en oscuros negocios y en múltiples formas de enriquecimiento ilícito. No podemos y no debemos, asumir que esta “red” criminal, disfrazada de partido político, sea exclusiva o la única que ha entretejido senda organización con la cual saqueó los fondos públicos.
El lunes 16 de noviembre del año pasado, escribí una columna bajo el título Latrocinar al Estado. Latrocinar es dedicarse al robo. Lo que hemos visto es que bajo la figura de supuestas organizaciones políticas, estos grupos de criminales se organizan para dedicarse al robo del mismo Estado. Usaron la política para delinquir. Sin más ni menos. Las pruebas expuestas por el Ministerio Público con el apoyo de la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala
y el Ministerio de Gobernación, dan cuenta de ello.
Hay un rechazo cada vez más pronunciado hacia los políticos por estos escándalos. Pero eso es una parte del problema. Otras aristas estarían alrededor de los relevos de toda esta casta de criminales disfrazados de políticos. ¿Cómo los vamos a sustituir? Depuración. Depuración. Es un grito que ya se escucha en ciertos lugares. Correcto. Pero y ¿cómo nos garantizamos el tipo de personas que los sustituirán, cómo la idoneidad y cómo la honradez?
A la desnutrición, desabastecimiento hospitalario, debilidad de la infraestructura vial, mala atención educativa, hambre y miseria física de un gran segmento poblacional, se suma el miserable desempeño de los políticos que han conducido los destinos del país. Ahora vemos que en el mismo Organismo Ejecutivo se anidó un conjunto de rapaces y víboras, que encontraron el contubernio adecuado en banqueros, empresarios y
medios de comunicación social corruptos.
Pero para nuestra mala fortuna, también hay corruptelas en el Legislativo y el Judicial. Se mueven con sigilo en algunos casos, y en otros, con total descaro, pues la capacidad investigativa del ente responsable de la persecución penal, sencillamente, no se da abasto con las redes delincuenciales por destapar. En suma, tenemos una problemática, que como ciudadanos habremos de resolver. No hay otra vía.
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