miércoles , 27 noviembre 2024
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La Filosofía y la ética (I)

La Filosofía nació en Grecia, en el siglo VII a. C., y su etimología
proviene de las raíces griegas Philos que significa “amor”, y Sofos, “sabiduría”, por lo que concluimos que la Filosofía es “el amor a la sabiduría”.  

A la ética la podemos definir como la disciplina filosófica que fundamenta el valor de la conducta humana. La conducta es el actuar de forma consciente del individuo, y cuando indicamos que la conducta debe ser consciente, debemos hacer énfasis en que la consciencia es la facultad de darse cuenta de los objetos y las vivencias de la persona que la ejercita. 

En la conducta consciente, el hombre se percata de sus
actos, sabe qué hace, para qué actúa y cómo actúa. En estos tres elementos se funda la conciencia de la acción y encuadra la ética. Esto se puede tornar un problema cuando la conducta no es consciente o por su imperfección, pues no es capaz de explicarlo todo, agregando que el ser humano no es perfecto, y de ahí se desprenden muchos estudios alrededor de esta disciplina desde la antigüedad. 

En la conducta consciente, el hombre se percata de sus actos, sabe qué hace, para qué actúa y cómo actúa.

Hay dos  tipos de teorías de la ética: la teleológica, que basa la maldad o bondad de las acciones en cuanto a las consecuencias que tienen; y la deodontológica, que indica que la acción es lo único que importa, para saber si es correcta o incorrecta.  Sócrates, uno de los principales exponentes de la ética, tiene una máxima famosa: “Conócete a ti mismo”. 

Esta máxima es prácticamente una guía de conducta, en la cual Sócrates indica que cuando las personas conocen el bien, lo hacen; para él, el bien es algo absoluto. En síntesis, sostiene que el conocimiento es la base para hacer el bien. Platón, uno de sus discípulos, continúa en esa línea y se le considera un pensador revolucionario que fue en contra de los pensamientos de la época.  

Él indicaba que el bien es puramente el intelecto, y de allí viene la sabiduría. El mundo de las ideas de Platón consistía en la separación de lo tangible con lo intangible. Las partes del alma, según Platón, son la parte racional, caracterizada como inmortal; la parte irascible del carácter humano, y la parte apetitiva, el deseo natural de bienestar material y de satisfacciones físicas. Platón sitúa la parte racional en la cabeza, la parte irascible en el pecho y la apetitiva bajo el diafragma. 

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