OPINIÓN CULTURA
La decadencia de Rolling Stone
Alguna vez fue un bastión de la música y de la cultura pop. Alguna vez fue el referente del periodismo. Alguna vez publicó artículos cuya lectura era una crítica severa al establishment estadounidense. Alguna vez destacó a las grandes mentes artísticas. Alguna vez resaltó las mejores obras discográficas del momento. Alguna vez los artistas sintieron tanto orgullo de salir en las listas de popularidad, que hasta el mismo fan sentía ese triunfo como suyo.
No podemos culpar a Rolling Stone de la debacle musical actual, la cual está plagada de ritmos insulsos. Tampoco de contratar a periodistas cuya crítica se basa en “lo que pega es lo que paga”. Tampoco podemos culpar a los artistas que ya no consideran hacer arte, porque se mueren de hambre luego que las plataformas de música dan migajas para que sobrevivan. Tampoco podemos señalar que la revista quiera parecerse a la lista de éxitos Billboard porque si no nadie la leyera.
Sin embargo, cuesta “darle like” a la lista de mejores 100 éxitos del siglo XXI cuando el número 100 es Gasolina, de Daddy Yankee; y después el rosario de canciones mercantiles que nada aportan a la cultura facilona de ritmos bailables. Es totalmente predecible que el tema número 1 sea Crazy in Love, de Beyoncé, al ser de esta diva, cuyo poder en la música es infinito. Su toque para hacer hits es incomparable.
Destruye como radiación en la médula que una canción tan m****a, disculpe usted, como Despacito, de Luis Fonsi, esté en la posición 91 del conteo. Lo único rescatable es que para cuando termine el siglo, otras piezas la bajen de la lista y entonces nadie se acordará de ella. A menos que suban la lista a las 500 mejores.
Bandas cuyo legado es indiscutible tienen una posición casi invisible en el ranquin, como Radiohead, U2 y The Killers. Si vemos la lista del siglo pasado había poco espacio para el pop. Sobre todo porque la pauta la marcaba la rebeldía, la propuesta, las ganas de decir algo, de ser un artista pionero, cuya herencia sería recordada en cualquier rincón del planeta o revivido por una película. Y el ejemplo es claro, si vemos que la número 1 era Like A Rolling Stone, de Bob Dylan. La diferencia artística y concepto musical es abismal y fuera de comparación.
Las nuevas corrientes y línea editorial de la revista exigen a uno, como lector o como melómano, buscar otra información y ser acucioso. Está claro que los principios de un medio como Rolling Stone murieron hace mucho. Queda claro también que lo popular no tendrá resonancia, así como los artistas “poperos” que se convertirán en “pelusa de ombligo”.
ARTES
Heavy metal: Ascender, caer y revivir
David Lepe
[email protected]
Foto: Cortesía Paramount Plus
La música del grupo Skid Row la conocí a principios de los noventa, en la televisión, por medio del videoclip 18 and Life, un maravilloso audiovisual que retrata los vicios, la rebeldía y la soledad en la que puede caer desde un adolescente hasta un joven adulto.
A pesar de que es el vocalista, Sebastian Bach, quien se luce en todos los videos de ese disco debut, siempre me llamó la atención el guitarrista Dave The Snake Sabo, más aún cuando me enteré de que fue él, junto con el bajista Rachel Bolan, los creadores de la mayoría de mis canciones favoritas de la banda.
En el caso de John Corabi, escuché su impactante voz por primera vez en 1991, año en el cual reemplazó a Vince Neil como vocalista de Mötley Crüe. Y aunque ese único disco que grabó con la banda se ha quedado olvidado en el tiempo, aún lo disfruto de vez en cuando. Por cierto, en Spotify puedes encontrar un maravilloso disco acústico de Corabi.
Todo lo contrario de Sabo y Corabi me sucedió con Kip Winger. Nunca llegué a conectar con su banda, Winger. Tal vez por esa razón se me facilitó reírme al ver al personaje ñoño de Beavis & Butthead luciendo una t-shirt azul con el logo de Winger en el pecho, o no me sorprendió ver a Lars Ulrich tirarle dardos a una foto de Kip en el video de Nothing Else Matters.
Este documental profundiza en el ascenso, la caída y la manera en que han revivido estos roqueros.
Y la cantante Janet Gardner junto con las patojas de Vixen, pues, no hay mucho qué decir. Ahí estaban, sí, ese cuarteto femenino que tocaba canciones que no eran tan fuertes como las de la hermosa Lita Ford, ni tan suaves como las de Celine Dion. Pero se admiraba su esfuerzo y “girl-power”, antes de que este concepto se pusiera de moda.
Estos músicos, aunque no son originarios de Los Ángeles, California, se beneficiaron del fenómeno musical del Sunset Strip de los ochenta y principios de los noventa, apadrinado por MTV.
Hago mención de estas cuatro figuras del heavy metal porque sus historias son relatadas en el documental I Wanna Rock: The 80’s Metal Dream, disponible en Paramount Plus.
Al ser dividido en tres episodios, este documental logra penetrar más que otros y profundiza en el ascenso, la caída y la manera en que han revivido estos roqueros.
¿Por qué bajó de popularidad Skid Row? ¿Por qué no se suicidó Kip Winger y cómo superó el hecho de haberse convertido en el símbolo de lo que “no es cool”? ¿Cómo fue la experiencia de John Corabi en el remendado Mötley Crüe sin Vince Neil? ¿Cuál es el trabajo actual de Janet Gardner para pagar la renta? Esas y otras preguntas responde I Wanna Rock: The 80’s Metal Dream.
En este documental también se incluye la historia de Vicky Hamilton, quien fue una de las primeras manager de bandas como los Crüe, Poison y Guns N’ Roses, pero todos estos la despidieron al ser firmados por sellos discográficos grandes.
También se ven participaciones de Dee Snider, vocalista de Twisted Sister y embajador de este género musical; Wayne Isham, legendario director de varios videoclips; y Riki Rachtman, conductor de Headbangers Ball de MTV. Recomiendo este título para personas que tengan cabezas duras y nostálgicas, como la mía desde hace muchos años.
ARTES
JIDDU QUIÑONEZ
Guillermo Monsanto
Foto: Cortesía Guillermo Monsanto
Cada cierto tiempo aparece en el horizonte un artista cuya obra resalta por las características de excelencia que las precede. Este es, sin lugar a duda, el caso de Jiddu Quiñonez quien, en relativo poco tiempo, ha ascendido positivamente en el escenario creativo de Guatemala.
Aunque no es el único autor que maneja las técnicas académicas impecablemente y que también pertenezca a un puñado de creadores que trabajan el hiperrealismo con maestría, hay que hacer notar la firme personalidad que define su visión expresiva. Se podría pensar que, en la pintura, per se, o sea en el pigmento, habita su musa. Esto, porque que posee la capacidad de darle vida y humanidad a sus creaciones.
Quiñonez entró al universo cultural tempranamente en una de las mejores academias de arte del país: la Escuela Municipal de Pintura de Guatemala con apenas ocho años. Más adelante, en 2015, continúa sus estudios a la prestigiosa Escuela Nacional de Artes Plásticas. Debido a su excelencia imparte en esta última, desde 2022, los cursos de Pintura I, II y III además de Paisaje I y II. Presencia, que, como se pudo notar en la más reciente exposición de estudiantes, ha sido de gran beneficio.
Hay que hacer notar la firme personalidad que define su visión expresiva.
Entre las técnicas que domina se localizan principalmente el óleo, que de alguna manera es la base para sus transparencias, acrílico y lápiz, entre otras. En la actualidad es un exponente cuya obra se exhibe en las más importantes salas de arte como la Fundación Rozas-Botrán, el Museo de Miraflores, Museo Ixchel del Traje Indígena, El Attico y la Sala Nacional Enrique Acuña Orantes, solo para mencionar algunas de las más visibles.
También es importante señalar que su reseña de vida fue incluida el libro Centenario de la Escuela Nacional de Artes Plásticas Rafael Rodríguez Padilla / 1920 -2022 lo que garantiza ya una sólida presencia en la historia de las artes de Guatemala.
La pintura de Jiddu Quiñonez posee características humanistas, ya lo resalté, debido a la calidez que le otorga a sus retratados. La profundidad con la que estudia sus motivos y el modo en que los sublima denotan la sensibilidad con la que son creados. Hay sentimiento, cotidianidad y al mismo tiempo rigurosidad académica. Una mezcla difícil de solventar ya que sus trabajos exudan contemporaneidad. De la obra que le conozco, son los personajes de su entorno los que le dan vida contundente a su expresión.
Su dibujo, solo conozco expresiones zoomórficas, está definido por un delicado claro oscuro con gradaciones bien logradas. El crayón pastel se funde y es definido por las sombras. Los lápices de colores también están cargados de sutilezas.
Este artista promete mucho y muy bueno. Su personalidad afable les suma mucho a sus relaciones. En lo personal lo percibo como un hombre posible, de corazón alegre y humilde. No hay ninguna duda de que será un gran maestro.
ARTES
FRANCISCO IBÁÑEZ, REY DE LOS TEBEOS
Alejandro Alonzo
https://linktr.ee/elcomicbuquero
Foto: Cortesía Ediciones B
En el ámbito de los cómics españoles (también conocidos como tebeos), pocos nombres gozan de tanta reverencia e importancia como Francisco Ibáñez Talavera (1936-2023), un querido dibujante y escritor de cómics barcelonés cuya carrera abarcó casi 70 años. Su genio creativo produjo una amplia gama de personajes e historias que continúan cautivando a audiencias jóvenes y mayores.
Desde muy pequeño desarrolló una gran afición por el cómic, tanto nacional como estadounidense. A los once años, publicaron un dibujo suyo en la revista Chicos, lo cual fue el inicio de una serie de contribuciones para revistas como Nicolás, Chicolino y Liliput. Aunque estudió contabilidad y trabajó como botones en un banco, su corazón estaba en los cómics y a los 21 dejó su empleo para dedicarse totalmente al dibujo.
Francisco Ibáñez es quizás mejor conocido por su creación de la icónica historieta Mortadelo y Filemón, que debutó en 1958 en la revista Pulgarcito. La serie gira en torno a las alocadas aventuras de dos torpes agentes secretos, Mortadelo y Filemón, que trabajan para la agencia de inteligencia ficticia T.I.A. (Técnicos de Investigación Aeroterráquea). El humor de la serie se caracteriza por la comedia de payasadas, situaciones absurdas y juegos de palabras inteligentes.
Ibáñez fue el creador de decenas de populares personajes como Mortadelo y Filemón.
Además de Mortadelo y Filemón, también creó series como: 13 Rue del Percebe, Rompetechos, El botones Sacarino, Pepe Gotera y Otilio y Chicha, Tato y Clodoveo. El estilo artístico de Ibáñez se caracteriza por su simplicidad, diseños de personajes muy expresivos y líneas limpias.
Su capacidad para transmitir humor a través de expresiones faciales y lenguaje corporal es un testimonio de su dominio de la narración visual. Este estilo único ha contribuido al atractivo duradero de sus personajes e historias. Ibáñez recibió una serie de distinciones, como el Gran Premio del Salón Internacional del Cómic de Barcelona, el Premio Haxtur al Autor que Amamos (el cual compartió con Quino), y la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes.
Las contribuciones de Francisco Ibáñez al mundo del cómic se extienden mucho más allá de sus queridos personajes. Su legado perdurable radica en su capacidad para capturar la esencia de la cultura y la sociedad española en sus obras. A través del humor y la sátira, abordó cuestiones políticas, sociales y culturales, proporcionando a los lectores un espejo para reflexionar sobre sus propias vidas.
A lo largo de los años, las obras de Ibáñez se han traducido a numerosos idiomas, ganando seguidores en todo el mundo. Sus personajes han aparecido en series animadas, películas e incluso atracciones de parques temáticos, consolidando aún más su lugar en la cultura popular.
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