Enlutada por la tragedia que segó la vida de 67 de sus hijos en uno de los peores desastres aéreos de la historia de Cuba, la capital oriental de Holguín continúa llorando a sus muertos mientras busca fuerza en la unidad para mitigar el dolor de una herida que tardará años en sanar.
La “Ciudad de los Parques” no ha sido la misma desde que, al mediodía del viernes, el vuelo DMJ 972 de Cubana de Aviación se estrelló minutos después de despegar y causó la muerte de 111 de las 113 personas a bordo, entre ellos 100 cubanos.
A pesar de que en el exterior Holguín sigue siendo la misma y en sus calles el agitado día a día parece continuar impasible, en los rostros de los holguineros las miradas pesan y las palabras se pierden.
En un lugar donde se vive de puertas hacia afuera, las esquinas se reservan para torneos de dominó y los vecinos se consideran amigos íntimos; cada víctima tiene una familia más amplia que la que dicta la sangre.
Por ello, los dolientes son cientos: no hay quién no haya perdido a un hermano, un primo, un amigo, un vecino, un compañero.
Pesar profundo
“Este es un dolor intenso”, reconoció el obispo de Holguín, Emilio Aranguren, durante la misa ofrecida en la catedral holguinera, llena de fieles y de otros, como Carlos, que se acercan por primera vez, solo a ofrecer una rosa por un amigo de la infancia que “tuvo la mala suerte de perder un vuelo anterior y tomar ese”.
Queremos con nuestra oración ayudar a enjugar tantas lágrimas y a reconfortar en este duelo de las familias de nuestra diócesis que viven este difícil y triste momento”, dijo Aranguren, presidente de la Conferencia Episcopal de la isla, quien pidió fuerza y unión para sobrellevar “la angustia”.
Para Arturo Montero, un “bicitaxista” que nació y se crió en la ciudad, “es terrible” lo que ha pasado, un “golpe muy duro, principalmente para la provincia de Holguín, porque casi todos los fallecidos eran de aquí”.
El pueblo entero ha estado completamente de luto. Ver morir así de fácil a niñas de meses, a compañeros, a vecinos de años, es algo que uno todavía no comprende”, aseguró a Efe conmovido.
Sin embargo, Montero explica que la “solidaridad y la compasión” son casi tan grandes como el dolor que sienten.
“Según se van reconociendo los cadáveres (tras la identificación en el Instituto de Medicina Legal en La Habana) y van llegando, el pueblo se une y pone su granito de arena” para confortar a las familias, señaló.
Multitudes se reúnen desde el domingo en la funeraria “Los Álamos” de esta capital, en velatorios masivos que se han tenido que extender a otros dos espacios de la ciudad.
Las urnas con las cenizas de las víctimas del Boeing 737 que cubría la ruta nacional Habana-Holguín comenzaron a llegar el domingo a sus lugares de descanso final, tras recorrer más de 700 kilómetros en una triste caravana.
En Holguín se hace el silencio cada vez que pasa uno de los tantos cortejos, a los que los vecinos siguen con la mirada.
“Es muy importante que el pueblo de Cuba entienda cuánto amor y cuánto dolor sentimos, pero lo estamos compartiendo todos al mismo tiempo”, expresó a Efe Mercedes González, fiel de la Iglesia del Nazareno, que perdió a 10 matrimonios pastorales que regresaban a casa tras un retiro en la capital.
González, agradeció el apoyo hacia esa comunidad religiosa, conmocionada por las pérdidas y arropada por personas “que ni siquiera profesan las mismas creencias”.
Todos como hermanos
“En el dolor todos somos hermanos y esta es una de las horas más negras que nos ha tocado vivir”, insistió Damara, una holguinera que conocía a varios de los pasajeros, incluyendo a Grettel Landrove, una de las tres únicas supervivientes del accidente, quien murió el pasado lunes en el hospital.
Según Damara, las personas “han venido desde todas partes de la provincia a despedirse de sus amigos y parientes”.
Tenemos tanto dolor que lo que nos toca es unirnos”, destacó a Efe el primer secretario del gobernante Partido Comunista de Cuba en Holguín, Luis Antonio Torres, durante el velatorio de María Salomé Sánchez y Manuel David Aguiar, uno de los matrimonios de la Iglesia del Nazareno que murieron en la tragedia.
Torres coincidió en que “hay historias dolorosas en casi cada rincón de la ciudad” y aseguró que las autoridades han tratado de acompañar a los dolientes, “para que no se sientan solos en su luto”.
“Yo mismo trabajé de cerca con María Salomé, ingeniera de mucho prestigio en el territorio. Esta catástrofe nos ha tocado a todos de alguna u otra forma”.
*Con información de EFE.