miércoles , 27 noviembre 2024
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La Bohème es para vivirla

Yo soy el poeta y ella es la poesía”, dice Rodolfo a su amada Mimí en uno de los actos de La Bohème. La verdadera poesía es, sin embargo, oír a Mario Chang en el papel del soñador poeta y, tan solo unos minutos después, aún vestido a la usanza del Siglo XIX, verlo bajar del escenario para cerciorarse, que la orquesta siga a la
perfección la música.

Si toca acarrear algún cable sobre las tablas, el tenor también lo hace; ningún esfuerzo está de más cuando vas a presentar una de las óperas más famosas de la historia. Con un elenco nacional e internacional, mañana a las 18:00 La Bohème se adueñará de la Sala Efraín Recinos del Centro Cultural Miguel Ángel Asturias. El Diario de Centro América fue uno de los
invitados a su ensayo general.

Armonía

El telón de la Sala Efraín Recinos aún está cerrado, pero la orquesta de Querido Arte ya afina sus instrumentos. Integrada por distintas generaciones de músicos guatemaltecos, el conjunto se deja guiar por el israelí Nimrod David Pfeffer, de la Metropolitan Opera, de Nueva York. El director musical aconseja que no dejen de escucharse los unos a los otros, y en minutos todos son una sinfonía.

Elenco de emociones

La gran cortina roja se abre, y pronto nos transportamos hasta el París de 1830. En el Barrio Latino, un grupo de jóvenes bohemios nos abre las puertas de su guarida, y conocemos a Rodolfo (Chang), Marcello (el estadounidense Anthony Clark Evans), Schaunard (el argentino Gustavo Feulien) y Colline (el británico Barnaby Rea). También a Mimí, esa encantadora modista encarnada por la soprano guatemalteca María José Morales.

Esa mezcla de talento local y foráneo continúa con la presencia de Benoit (Andrés Farrera); y ese triángulo, a veces cómico, a veces dramático, que en el segundo acto forman Marcello, Alcindoro (Deryc Papadopolo) y la atrevida Musetta (Julia Dawson). Todos, incluido ese coro infantil, alcanzan la nota más importante: emocionar a la audiencia.

Decorado y vestuario

Pero evocar ese París sería imposible sin su oficina postal, su Café Momus y su Boulangerie (panadería). El decorado es clave en La Bohème, igual que lo es su vestuario. Está lleno de detalles que recuerdan esos años románticos en que las mujeres llevaron vestidos amplios y elaborados peinados y sombreros. Acaba uno de los actos, cae confeti, el telón vuelve a cerrarse, y ahora son los aplausos los que llenan la sala.

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