Basta oír o leer al director de presidios, Sergio Vela, para entender la ruina a la que llevaron el sistema funcionarios corruptos y negligentes. Institución colapsada. Inmersa en corrupción. Oficinas donde funcionaban las estructuras criminales.
Pero, además, están las historias que se viven o cuentan las personas que han tenido experiencias o saben de familiares cercanos que han padecido horas o días en esos encierros. La talacha, una moderna era de esclavitud, resume la pérdida de la autoridad estatal en los presidios. Claro, si queremos exculpar a las anteriores autoridades de esa permanente violación de los derechos humanos.
Lo cierto es que los reclusorios refejan, en mucho, la mentalidad indecente y rancia de quienes han administrado organismos del Estado. Hoy, las cárceles ya no deben ser vistas como simples mecanismos de castigo permanente. De venganza. Menos aún, como ocurre en la actualidad, cuando la prisión sirve para acallar. Descalificar. Encerrar a quienes osan cuestionar lo deshonesto.
Tampoco vale la idea generalizada de que a esos lugares llega la escoria social. Los malvados incorregibles. Quienes no valen nada. Por supuesto que hay reos infames. Vándalos que han causado daños irreparables. Perversos. Criminales sin pudor ni escrúpulos. Ellos, los reincidentes, deben ser sometidos a otros controles. Bajo condiciones más rígidas. Hay que imposibilitarles que sigan operando, fraguando crímenes y violentando la concordia.
Sin embargo, se deben priorizar los nuevos conceptos. Las renovadas formas de rehabilitación. La cárcel debe servir para purgar. Expiar. Ofrecer oportunidades de reinsertarse a las comunidades. Ya no pueden ser escuelas en la que se gradúan, con magna cum laude, las nuevas promociones de extorsionistas, violadores o narcotraficantes, para citar algunos ejemplos.
El gobierno que lideran Bernardo Arévalo y Karin Herrera, así como el ministro de Gobernación, Francisco Jiménez, asume líneas más civilizadas, que no dejan de ser severas y estrictas contra quienes se lo merecen. Para los testarudos, se creó Renovación I, y comenzaron la construción de la cárcel de máxima seguridad, en Masagua, Escuintla. Para los que enfrentan procesos y requieren medidas preventivas o aquellos que ya tienen sentencias firmes se instaura un sistema más humano. Respetuoso. Que reforme y conceda segundas oportunidades.
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