Raquel Martori
La actriz cubana Mirtha Ibarra se confiesa “realizada” y “muy contenta” con su próximo filme, Neurótica anónima, de la que es guionista y actriz protagonista dando vida a una mujer que sueña con ser intérprete en la gran pantalla y es víctima de la violencia machista.
Ibarra, uno de los rostros emblemáticos del cine cubano, explica en una entrevista a EFE que acaba de concluir el rodaje tras cinco semanas “muy intensas” y que ahora comienzan en México las labores de posproducción. El estreno está previsto para 2025.
El guión, cuenta, se basa en una obra de teatro que ella misma escribió hace algunos años. La dirección está a cargo del realizador y actor cubano Jorge Perugorría, a quien elogia por “la imaginación” que ha desplegado y la dirección de los actores.
Recuerda que ambos llevan décadas trabajando juntos. Ibarra ya había sido dirigida por Perugorría en Fátima y en Se vende, y los dos compartieron reparto en varias películas, entre las que destacan Fresa y Chocolate y Guantanamera.
Un personaje y dos temas
Su personaje en Neurótica anónima es “una acomodadora de cine que sueña con ser actriz y que siempre se va a ver reflejada en todas las películas que ve”. “Se llama Iluminada porque le ilumina el camino a las personas en el cine”, aunque “el de ella está bastante oscuro”, explica.
Ese personaje es el hilo conductor de los temas principales que desarrolló en la pieza de teatro y ahora en el cine: el maltrato a la mujer y el rescate del cine como sala.
“Ha sido muy interesante la relación de mi personaje con su marido, que es de miedo y sumisión. Aunque no hay violencia física, le frustra la vida, la apabulla porque hay diversas maneras de dejar a las mujeres completamente desvalidas”, subraya.
Ibarra aclara que no ha confrontado los problemas de su personaje, pero ve que “muchas de sus experiencias están reflejadas en Iluminada, como un ser viviente”.
La violencia machista es un asunto “grave y por eso me interesó reflejarlo” subraya Ibarra, y hace referencia a los 61 casos de feminicidios juzgados en la isla el año pasado, un problema que “no es privativo de Cuba, porque está presente también en otros países de América Latina y Europa”.
El otro tema puntual es el de las salas de cine que están en mal estado, y menciona el caso de algunas icónicas en Cuba que ha visto cerradas y en abandono.
De vuelta a sus proyectos
La actriz revela que está enfrascada en la escritura de un libro de memorias titulado Mi vida hasta cierto punto. “Casi se llamará como mi primera película (Hasta cierto punto, 1983) pues una cuenta su vida hasta cierto punto, porque nunca lo cuenta todo”, señala con una sonrisa.
Además avanza que tiene otros guiones escritos y algún proyecto para filmar en España.
Ibarra destaca de entre su trayectoria la misma Hasta cierto punto y, por supuesto, Fresa y chocolate. Con las dos ganó varios premios internacionales.
“Con Hasta cierto punto empecé a conocer lo que es actuar en el cine, entendí el cine. Fresa y chocolate me abrió los caminos internacionalmente y marcó un hito en la sociedad cubana frente a la intolerancia hacia la homosexualidad. Me siento muy orgullosa porque creo que el matrimonio gay se lo debemos en gran parte”, asegura.
En ambas actuó bajo la dirección del cineasta Tomás Gutiérrez Alea (Titón), reconocido como uno de los más importantes del cine cubano y latinoamericano y quien fue su esposo durante 23 años, hasta su muerte en 1996. Ella fue su actriz fetiche.
Tras actuar en una veintena de películas, sólo lamenta no haber podido interpretar a la religiosa y escritora mexicana Sor Juana Inés de la Cruz (1648-1695), a la que admira por ser “muy transgresora” en su época.
A sus 78 años, asegura que ha sido “una mujer que se ha realizado en la vida, que se propone metas y va por ellas hasta el final, eliminando obstáculos”.