miércoles , 27 noviembre 2024
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James Bond 25, Daniel Craig y Christopher Nolan

Decir que cada James Bond que llega al cine responde a su generación no es un disparate. Así, el 007 de Daniel Craig es el más implacable, pero también vulnerable: se despeina, sangra y por momentos puede ser vulgar. No es el macho alfa de mirada esquiva. Ahora la audiencia no se fija si viste o habla elegante: observa cuán creíble es lo que puede hacer o decir con sus manos. En esta época de interconectividad tiene que ser a fin, después de todo es un espía de la aldea global.

Esta semana el tema regresó a las marquesinas con la noticia de que Craig negocia repetir al personaje pese a que juró que no regresaría. También se supo que Christopher Nolan está en pláticas para su dirección. Si esta misión se logra, será un triunfo con el mejor sabor inglés posible. Podría ser el Bond más épico de todos los tiempos.

Recordemos además que el Bond de Craig fue una vuelta al inicio. La primera novela de Ian Fleming fue precisamente Casino Royale (y regresó al cine en 2006), luego Craig actuó en Quantum of Solace (2008), seguido de Skyfall (2012) y Spectre (2015, la que se suponía era la despedida,). Ahora, si nos centramos en estas producciones, vemos una evolución tangible del personaje. Lo vemos cansado, harto y no tan contundente como en 2006.

Según la crítica, el James Bond de Craig, junto con el de Timothy Dalton, son los que más se acercan a la idea de Fleming. Y no se trata de ser severos, pero viendo las cintas del Bond de Sean Connery, con la perspectiva de la época, solo es arrogante y machista. No he tenido la oportunidad de ver el de George Lazenby, y las bromas del Bond de Roger Moore son casi anacrónicas, a pesar de que el sarcasmo es casi universal. Y aunque Quentin Tarantino defiende el Bond de Pierce Brosnan, lo único bueno que tiene es la canción que Moby le dedicó.

Hay un elemento que casi nadie ve en el Bond del tercer milenio, que incluye al director Doug Liman y a Matt Damon. La saga Bourne, aunque principalmente la primera cinta, fue el parteaguas en las historias de espías en 2002, y cuatro años después Bond supo que la audiencia requería un agente al servicio de su Majestad más creíble. Tan vulnerable que nos recordaba que era un ser humano, pero tan capaz que no cualquiera podría ataviarse el smoking y pedir un martini. Eso quiere decir que Bond siempre será un termómetro emocional y fílmico de su época.

Cierro con las palabras del colosal Umberto Eco, quien se definía como un bondólogo: “Para escribir a Bond, solo hay que seguir catorce binomios narrativos (…) con este esquema invariable: Bond recibe una misión. Montaje del villano y su encuentro con Bond. Este hace un primer jaque al villano o viceversa. Aparece la Chica Bond. Tienen un encuentro, no necesariamente un idilio. Villano captura a Bond (con o sin Chica). Villano tortura a Bond (con o sin Chica). Bond vence al villano (lo mata, o mata a su lacayo). Bond vuelve a tener un encuentro con la Chica, la que luego perderá”. Ahí está la fórmula. Solo es de escribir, y de llamarse Ian Fleming. No lo digo yo, lo dice Eco.

 

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