Recordar que las herramientas están siempre al servicio del ser humano; si no, se vivirá a merced de ellas.
En el mundo que vivimos vamos acostumbrándonos a desprendernos de la intimidad. Cualquier opción de escapismo parece cada vez más remota. Actualmente, es imposible huir de la sociedad. Imaginarnos un Robinson Crusoe viviendo en una isla desierta al margen de la civilización resulta ya imposible. La tecnología abarca ya todo el globo y nadie escapa ya a sus dominios. Constantemente dejamos huellas de nuestro paso y acciones. A su vez, diferentes medios, instituciones, y organismos nos bombardean continuamente con mensajes.
Ya no hay nada nuevo por descubrir en la Tierra y apenas quedan lugares donde el hombre y su tecnología no hayan establecido su presencia. Seguir los pasos Thoreau o el cultivo de un espíritu ermitaño son ya quimeras imposibles de llevar a cabo. No hay montañas tan altas, ni islas tan lejanas a las que huir. Allá donde vayamos, el Estado habrá extendido sus redes con regulaciones y la gente llevará un teléfono móvil con conexión a Internet. Ya no hay nada que escape a Internet, y cualquier cosa que hagamos casi con toda certeza dejará una huella digital. Más importante todavía, el hombre de nuestro tiempo no sabe (y no quiere) vivir ya sin esas herramientas. Los dispositivos electrónicos, Internet y las redes sociales forman ya parte de la vida y cosmovisión del hombre de hoy.
Sin embargo, lo paradójico es que este existir comunicado, expuesto y observado tiene lugar en paralelo a un creciente individualismo y sensación de soledad. Estamos conectados y somos frecuentemente rastreados y, sin embargo, cada vez más gente se siente más desconectada y perdida que Crusoe o Thoreau. Aunque no podamos huir a una isla desierta, gran parte de la sociedad parece vivir con una en su interior. Nuestras conexiones y comunicaciones nos proveen de un simulacro de relación que en muchos casos no llega a satisfacer plenamente. Al final nos encontramos solos con nuestros dispositivos conectando por medio de ellos con otra gente que también vive aislada con sus dispositivos. Somos nosotros con nuestros equipos expuestos a otras herramientas y conectando con otros instrumentos. No creamos sociedad sino un mar de individuos. Nos acabamos aislando en medio de tanta sociabilidad tecnológica. Ya no vemos a las personas sino lo que ellas expresan y muestran por medio de sus dispositivos y plataformas de comunicación.
El reto es humanizar la tecnología y la globalización. Que el desarrollo no consista en conectar sistemas sino sociedades. Recordar una vez más que las herramientas están al servicio del hombre y que este debe huir de estructuras a las que se encuentre sirviendo.
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