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COLUMNAS

Foro Económico Mundial 2023 (II)

Publicado

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António Guterres

Secretario General de las Naciones Unidas

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La división Este-Oeste hace correr el riesgo de lo que he denominado la Gran Fractura: la disociación de las dos mayores economías del mundo.  Una grieta tectónica que crearía dos conjuntos diferentes de normas comerciales, dos monedas dominantes, dos internet y dos estrategias contrapuestas sobre inteligencia artificial, eso es lo último que necesitamos.

El Fondo Monetario Internacional informó de que dividir la economía mundial en dos bloques podría reducir el PIB mundial en la escalofriante cantidad de 1.4 billones de dólares. Ahora bien, hay muchos aspectos en los que las relaciones entre Estados Unidos y China serán inevitablemente divergentes, sobre todo en cuestiones de derechos humanos y en algunos ámbitos de la seguridad regional. Pero a pesar de ello, es posible (y yo diría que es esencial) que ambos países mantengan un compromiso significativo en materia de clima, comercio y tecnología para evitar la disociación de las economías o incluso la posibilidad de una futura confrontación.

La brecha Norte-Sur se está profundizando. No estoy convencido de que el mundo más rico y sus dirigentes comprendan realmente el grado de frustración e incluso de ira que existe en el sur global. Frustración e ira por la enorme desigualdad en la distribución de vacunas en el pasado reciente. Frustración y enfado por la recuperación de la pandemia, con un apoyo abrumadoramente concentrado en los países más ricos que podían imprimir dinero.

El dilema del mundo actual.

Y se imprimieron billones en el Norte Global, y por supuesto los países en vías de desarrollo no podían imprimir dinero porque sus monedas se irían al drenaje. Hay frustración y rabia por una crisis climática que está paralizando a los países que menos contribuyeron al calentamiento global. Faltan recursos financieros para responder al desafío. Hay frustración y rabia por un sistema financiero moralmente en quiebra, en el que las desigualdades sistémicas están amplificando las desigualdades sociales. 

Tenemos un sistema que sigue negando sistemáticamente el alivio de la deuda y la financiación en condiciones favorables a los países vulnerables de renta media que lo necesitan desesperadamente, porque las reglas no están hechas para permitirlo. 

Tenemos un sistema en el que la mayoría de los países más pobres del mundo han visto cómo los pagos del servicio de la deuda se disparaban un 35 por ciento solo en el último año. Ahora tenemos que superar todas estas divisiones y restablecer la confianza. ¿Cómo podemos hacerlo? En primer lugar, reformando e introduciendo equidad en el sistema financiero mundial. Los países en desarrollo necesitan acceso a la financiación para reducir la pobreza y el hambre y avanzar hacia los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). He instado al G20 a acordar un Plan de Estímulo de los ODS que proporcione apoyo a los países del Sur Global, incluidos los vulnerables de renta media.

Se necesita la liquidez necesaria, el alivio y la reestructuración de la deuda, así como préstamos a largo plazo, para invertir en desarrollo sostenible. En resumen, necesitamos una nueva arquitectura de la deuda. Y los bancos multilaterales de desarrollo deben cambiar su modelo de negocio.

Más allá de sus propias operaciones, que son, por supuesto, muy importantes, deben concentrarse en multiplicar su impacto, apalancando masivamente la financiación privada de forma sistemática, proporcionando garantías, aceptando ser los primeros en asumir riesgos en coaliciones de instituciones financieras para apoyar a los países en desarrollo. 

Si no se crean las condiciones para una afluencia masiva de financiación privada a un coste razonable para el mundo en desarrollo, sencillamente no hay solución. Las instituciones financieras internacionales son demasiado pequeñas y la capacidad de aumentar la AOD no se ve a corto plazo. En segundo lugar, superar las divisiones y restablecer la confianza implica una acción climática significativa, y una acción climática inmediata. 

                                  Continuará…

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COLUMNAS

Buenas prácticas para mejorar la gestión pública (I)

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Israel Gómez Córdova
Jefe Departamento de Documentación y Divulgación
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En la búsqueda de un mejor y más eficiente servicio al ciudadano, la gestión pública constituye un paradigma de gestión, que combina los papeles de empresario y gerente. En este sentido, se plantea una modificación en el método de redistribución de los bienes y cargas esté orientada al ciudadano, posibilitando así, un auténtico reflejo de la inserción de la perspectiva privada dentro del sector público.

Esto implica, entre otras cuestiones, que la actual gestión pública se aproxima al sistema utilizado en las empresas privadas, en términos de búsqueda de una mejor eficiencia y eficacia del servicio que se presta, pues en ocasiones se cumple aquella paradoja de la implantación de la imagen del Gobierno, cuya idea es que el sector público esté en manos de funcionarios públicos dotados con un control activo, visible y discrecional sobre las instituciones.

Se anteponen los resultados a los procedimientos, y se enfatiza la importancia de la evaluación.

En este sentido se puede denominar neogerencia, desarrolla un diseño de objetivos por resultados, donde se formulan estándares explícitos y medidas de rendimiento, así como la definición de metas e indicadores de éxito, preferentemente expresados en términos cuantitativos.

Así, la responsabilidad es configurada con base en una declaración nítida de metas, de modo que se pone énfasis en los controles de resultados, en tanto que la asignación de recursos se asocia a medidas de rendimiento. Asimismo, se anteponen los resultados a los procedimientos, y se enfatiza la importancia de la evaluación y la eficiencia.

Así, al ser hoy la democracia un concepto supranacional, la sociedad civil, entendida como la sociedad organizada y ponderada de acuerdo con el poder que tienen los diversos grupos e individuos, se constata como avanza ese continuo requerimiento de atenciones del ciudadano sobre las administraciones e incluso sucede una crítica constante a las fórmulas de gestión de estas.

Desde este punto de vista, la sociedad es un factor importante para tener en cuenta en la gestión pública y en su efectividad y eficiencia, que a todas luces traspasa las fronteras nacionales y se configura desde nuevas agendas sociales, culturales, políticas y económicas cada vez más globales. Además, hay que tener muy en cuenta que aplicaban soluciones que hoy podrían ser perfectamente aceptadas, en materia de desarrollo de mejoras administrativas.

Continuará…

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COLUMNAS

Multilateralismo y cero desechos

Publicado

-

António Guterres

Secretario General de las Naciones Unidas

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Importancia del multilateralismo y la diplomacia para la paz. El 24 de abril de cada año se pone de manifiesto una verdad fundamental: ningún país puede resolver los problemas actuales por sí solo. 

El diálogo, la diplomacia y las soluciones multilaterales son el camino más seguro hacia un mundo en paz y más justo. 

Son ideales intemporales que cimientan la Carta de las Naciones Unidas (en vigencia desde el 24 de octubre de 1945) y que impulsan los esfuerzos mundiales para proteger los derechos humanos y así forjar paz, esperanza y prosperidad para todas las personas. 

No obstante, por todo el mundo hay conflictos, catástrofes climáticas, pobreza y desigualdades que plantean enormes obstáculos a la diplomacia y las soluciones multilaterales. La lucha por espacios altamente competitivos afecta el ambiente de colaboración; la implacable división acaba con el diálogo. 

El diálogo, la diplomacia y las soluciones multilaterales son el camino más seguro hacia un mundo en paz y más justo.

La diplomacia y el propio sistema multilateral se crearon precisamente para momentos como este. Debemos crear condiciones para un nuevo espíritu de cooperación global para reconstruir la confianza, reducir las divisiones confrontativas y orientar a la humanidad hacia la paz. 

La Cumbre del Futuro que tendrá lugar el próximo septiembre será una oportunidad decisiva para que los países encuentren soluciones en común. Con una Nueva Agenda de Paz que aborde los factores de conflicto de forma holística se puede ayudar a restablecer la fe en el sistema multilateral y en lo que podemos conseguir trabajando unidos. 

En este importante día, exhorto a los Gobiernos y a los dirigentes a que no escatimen esfuerzos para salvar las diferencias, renovar el diálogo y la confianza y hacer posible un futuro de paz. (Objetivo de Desarrollo Sostenible -ODS- 17: Revitalizar la Alianza Mundial para el Desarrollo
Sostenible).

Hacia una cultura cero desechos.  Nuestro planeta se está ahogando en un torrente de basura. 

Cada año, la humanidad produce más de 2 mil millones de toneladas de residuos sólidos municipales. Alimentos podridos, botellas de plástico, aparatos electrónicos contaminados con productos químicos y un sinfín de cosas más se desechan sin tener en cuenta el agua, la tierra y el aire. 

Al descomponerse, la basura emite gases de efecto invernadero que se van hacia la atmósfera incrementando el calor al planeta, y también afectando la calidad del agua y del suelo, lo cual provoca enfermedades e incluso la muerte de personas en todo el mundo.  También es cierto que el consumo excesivo nos está matando. Tenemos que hacer algo.  

Desde el año pasado, la Junta Consultiva sobre Cero Desechos viene reuniendo a los asociados en torno a esta cuestión crítica y a lo que hay que hacer para conseguir que el ideal de cero desechos sea una realidad. 

Las empresas deben repensar sus productos a fin de minimizar el derroche de envases y maximizar la longevidad y el ciclo de vida de los productos. 

Los consumidores deben pensar dos veces antes de adquirir bienes y productos, y reciclar o reutilizar siempre que sea posible. 

Los gobiernos a todos los niveles deben crear economías circulares que aborden el agotamiento y la gestión de los recursos, e invertir en programas modernos de control de desechos basados en la reutilización, el reciclado, la recuperación y la prevención de la producción de desechos. 

Por su parte, la comunidad mundial debe unirse y trabajar por lograr un tratado jurídicamente vinculante para poner fin a la contaminación por plásticos. 

Cada 30 de marzo conmemoramos el día de Cero Desechos. Comprometámonos a poner fin al ciclo destructivo de los desechos, de una vez por todas. (Objetivo de Desarrollo Sostenible, ODS 12: Garantizar modalidades de consumo y producción sostenibles).

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COLUMNAS

¿Es posible un mundo sin plásticos? (I)

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Andrea Cocchini 

Profesor de Derecho Internacional de la Universidad de Navarra

El 22 de abril, como cada año desde 1970, se celebra el Día Internacional de la Tierra, la jornada más importante dedicada a la protección del medioambiente. En esta ocasión, la organización Earth Day ha elegido el lema Planeta versus plástico. El movimiento tiene como aspiración “reducir en un 60 por ciento la producción de plásticos de aquí a 2040 para construir un futuro sin plásticos para las generaciones venideras”.

Durante el Día de la Tierra de este año, todas las iniciativas estuevieron  enfocadas a informar y sensibilizar a la opinión pública sobre los perjuicios que la contaminación plástica supone para la salud humana, la biodiversidad y el medio ambiente y sobre las medidas necesarias para atajar el problema.

Todas las iniciativas estuvieron enfocadas a informar y sensibilizar a la opinión pública. 

Entre ellas, la Earth Day menciona la necesidad de impulsar con urgencia la adopción del futuro tratado contra el plástico, incluido en el Programa para el Medio Ambiente de las Naciones Unidas y que se está trabajando con los estados desde 2022 en el Comité Intergubernamental de Negociación sobre la Contaminación por Plásticos (INC, por sus siglas en inglés).

Al margen de que se prevea finalizar un tratado dentro de 2024, es muy probable que el acuerdo que resulte de las negociaciones no esté a la altura del ambicioso objetivo que se proponen los promotores del Día de la Tierra.

Se prevé que la producción mundial de termoplásticos ascenderá a 445.25 millones de toneladas en 2025 y que los volúmenes anuales de producción seguirán aumentando en las próximas décadas hasta alcanzar aproximadamente los 590 millones de toneladas en 2050. Esto supondría un incremento de más del 30 por ciento con respecto a 2025.

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