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Revista Viernes

Festín de tradiciones culinarias en Zacapa

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Descubra las delicias del pan de torta, quesadillas, empanadas y las tortillas de harina

Zacapa, un departamento con una rica historia y vibrante cultura, se destaca por su patrimonio gastronómico. Entre las delicias que todo visitante debe probar se encuentran el tradicional pan de torta, quesadillas, empanadas y las tortillas de harina. Estos manjares no solo representan el sabor de la región, sino también la dedicación y el amor con que sus habitantes preservan sus tradiciones
culinarias.


Dulzura artesanal


El pan de torta es un emblema de la repostería zacapaneca. Este pan dulce, preparado con ingredientes simples como harina, azúcar, huevos y mantequilla, se distingue por su elaboración artesanal.
Amasado a mano y cocinado a la perfección en hornos de barro y leña, el pan de torta presenta una textura esponjosa y una corteza ligeramente crujiente. Su aroma y sabor lo convierten en el acompañamiento perfecto para una taza de café o chocolate caliente. Las panaderías locales, como Tortas Mila, donde se elabora diariamente, son el lugar ideal para disfrutar de esta delicia.


Abel Gálvez, administrador de una afamada tienda local, explica que las quesadillas zacapanecas son otra especialidad, hechas con masa a base de harina de arroz, queso, crema, requesón y mantequilla. Su textura esponjosa y sabor único, ligeramente dulce, hacen de las quesadillas un platillo versátil que se puede disfrutar en cualquier momento del día. Disponibles en mercados y panaderías locales, reflejan la creatividad y la tradición culinaria de Zacapa.


Rellenas de sabor


Las empanadas son otro deleite imperdible. Marisela, Susy y Mariela, tres mujeres dedicadas a su elaboración, explican que esta es una especie de tortilla de maíz rellena que se diferencia por su forma ovalada y versatilidad en los ingredientes.


No solo son un alimento básico, sino una expresión de la identidad local, presentes en la mayoría de las comunidades.


Se caracterizan por su relleno variado, que ofrece una gama de sabores para todos los gustos. Entre los ingredientes más comunes se encuentran el queso, requesón con locoro, frijoles y chicharrón.
En el comedor Yolanda, con 60 años de trayectoria, las tortillas de harina son elaboradas artesanalmente, se rellenan con variedad de carnes como la de res, cerdo en adobado, pollo, o una combinación de las tres.


Acompañadas de salsas frescas y cebollines asados, estas tortillas ofrecen una explosión de sabores en cada bocado. Su preparación e ingredientes hacen de este platillo una experiencia culinaria inolvidable. En Zacapa, es común ver a las familias disfrutando de estas tortillas en mercados, comedores y ferias, para mantener viva una tradición que se ha transmitido de generación en generación.


Cada uno de estos platillos no solo deleita el paladar, además representa un vínculo profundo con la cultura y la comunidad de Zacapa. Son una muestra de la riqueza y diversidad de la gastronomía local. Preparados con amor y dedicación, estos alimentos son testimonio del ingenio y la tradición de su gente.

Luis Carrillo Fotógrafo: Danilo Ramírez
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Revista Viernes

La nostalgia de la diversión

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Hubo juegos entrañables que se practicaban en las calles de la ciudad hace algunas décadas, pero por el avance de la tecnología o la violencia social se han perdido

Ilustraciones: Sergio Espada

Si alguno escucha: ¡Chiviri cuarta por mí y todos mis amigos! O ¡Electric!, puede ser que algunos recuerdos vengan a su mente. Sin embargo, podría ocurrir que los jóvenes crean que son expresiones de moda. Lo cierto es que los vocablos forman parte de juegos que se practicaban en calles de barrios, colonias y colegios o escuelas hace algunos años.


El yax, el salto de cuerda, cincos o canicas, trompo, yoyo, arrancacebollas, matado y muchos más son parte de las distracciones que se han perdido por varios motivos.


Así lo explica el antropólogo social Mauricio Chaulón: “El avance de la globalización con relación a un sistema de capitalista, que cada vez es mucho más fuerte e invasivo dentro de nuestros espacios, es más exigente.


A su juicio, la recreación es muy importante a nivel social, pero vamos a encontrar menos espacios, debido a las mismas condiciones socioeconómicas, sobre todo en un país como Guatemala.


Para Chaulón hace unos 30 o 40 años se podía jugar en la calle, no había problema, por ejemplo, de extorsiones, el tráfico vehicular de ahora a cualquier hora del día genera embotellamiento y las calles ahora son utilizadas por automóviles y motoristas para buscar atajos, una situación de crecimiento demográfico y urbano sin planificación. Todo eso ha generado, en países como los nuestros, muchos problemas. Entonces, el uso de los espacios públicos se ha limitando, ya no se ve a los niños, niñas y jóvenes jugando en la calle la liga, tenta o trompo”, explica.


Chaulón argumenta: “La otra situación es que ya no tenemos tiempo. Antes, por ejemplo, las jornadas educativas eran mañana y tarde, había un tiempo para ir almorzar a sus casas. Los niños, niñas y jóvenes podían utilizar el transporte urbano o irse a pie a su casa y luego regresaban a la escuela o colegio. Ahora la inseguridad criminal ya no permite eso; hace que los niños tengan que ir en bus escolar desde muy temprano; están en el colegio, escuela o instituto prácticamente todo el día, regresan a veces ya tarde, y los papás o sus encargados no tienen el tiempo tampoco, porque las condiciones económicas exigen que las personas tengan que trabajar más, entonces ya no hay, ni espacio físico, ni espacio de tiempo”.


Debido a estas condiciones el antropólogo razona que es más fácil recurrir a la tecnología (televisión, streaming, celular, tablet o computadoras), y que los espacios físicos como parques van disminuyendo. “Si a eso le sumamos que también el mismo sistema va como invadiendo la mentalidad a través de la tecnología, por ejemplo, las redes sociales digitales que es lo que más acapara la atención, todo se va volviendo mucho más tecnológico y todos estos juegos en donde también participaban los artesanos, para hacer los implementos de capiruchos, yoyos, trompos, fabricar los cinco o canicas o simple y sencillamente tomar una liga, que se compraba en un almacén de costurería, también se han visto afectados en su economía”.


Adiciona que “Ahora se les presenta a los niños un montón de juguetes diversos muy tecnológicos, entonces ya no llaman la atención este tipo de juegos artesanales”. Adiciona que “antes no se requería mucha o nada de inversión comprar un trompo, lo podría hacer el carpintero, hasta se fabricaban las mismas pelotas de trapo o con algún tipo de material o de plástico. No se necesitaba nada para jugar tenta, por ejemplo, electrizado y policías y ladrones”.

Las consecuencias a largo plazo


Todo este cambio en las prácticas de ocio trae consigo varias secuelas, indica el experto. “Como, por ejemplo, el miedo al espacio público, y al mismo tiempo como ciudadanía ya no se exige que haya más sitios de este tipo. Otra cosa es la socialización, que va creando más ambientes individualistas y no se refuerza el espacio colectivo, eso afecta la relación entre el poder hacer tejido social y la colectividad. Aparte que también hay una afección en el ámbito de las tradiciones, porque todos esos juegos tradicionales se van perdiendo y los ven como exóticos. Incluso algunas personas hasta se aprovechan para poder vender un trompo o un juguete de este tipo, pero mucho más caro, como que fuera una cuestión eminentemente exótica”, resalta.


“Gracias al diario por promover estas temáticas porque hay que identificarlas. Pareciera que son cosas no relevantes, pero sí son muy importantes, porque eso explica mucho de por qué se van perdiendo también formas tradicionales culturales como contar historias de miedo o leyendas locales. Ahora todo lo resuelve la tecnología y el sobreuso de esta, la sobreexposición realmente resulta peligrosa”, finaliza Chaulón.


Al rescate de la vieja escuela


Luis Ortiz es actor de teatro egresado de la Universidad Popular (donde inició sus estudios en 1979) y hasta la fecha continúa con esa labor. En la actualidad tiene una obra titulada Juguemos al juego que todos jugamos, dedicada a rescatar los entretenimientos tradicionales guatemaltecos. Cuenta con una colección de capiruchos antiguos de carrizo, yoyos, trompos, chajaleles de tapitas y botones, matracas, ronrones, guitarras, trastecitos de barro y de hojalata, pitos de caña y bambú, espantasuegras, pelotas de plástico y tripa de coche, yaxs y cincos. Además cuenta con un pequeño lote de aparatos que se utilizaban en el siglo pasado, con la finalidad de “enseñarle a los patojos”, expone.


Ortiz tiene una página en Facebook, Comedia Camaleón, en la que explica todas estas cosas. “Yo hago un video a diario hablando sobre los juegos tradicionales guatemaltecos. Ya tenemos bastante para enseñarles los patojos cómo vivíamos del siglo pasado. Además, estamos en la radio TGW los martes y jueves, a las 11:00 de la mañana, con un programa que se llama Los patojos de ayer, donde entrevistamos a todo tipo de artistas guatemaltecos. La primera media hora la utilizamos para saber cómo vivieron de patojos y la segunda la empleamos para ver qué están haciendo por Guatemala”, detalla.


Todos sus implementos son portátiles para que pueda mostrarlos en sus presentaciones, ya sea en colegios, empresas o cualquier otro lugar donde lo contraten.


Su amor por lo tradicional


La carrera del actor se inició en el teatro, pero luego se trasladó a la televisión en el programa del señor Chalo Hernández, en la década de 1980. Lo primero que coleccionó fueron monedas de antaño, pero luego llegaron a sus manos algunos juguetes “y dije, bueno, vamos a comenzar a coleccionarlos. Se puede decir que desde 1985 hasta la fecha colecciono”, explica.


Muchas veces presenta sus juguetes en asilos y comenta que al verlos “les provoca alegría (a las personas); hay muchos que están tristes y les da mucha felicidad ver los capiruchos o jugar con yax, hay algunas abuelitas que lo hacen y se sienten muy felices y digo ‘esta es una terapia para ellos’”, indica Ortiz.

Katheryn Ibarra
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El arte naïf: talento deFelipe Ujpán

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Felipe Ujpán Morales es un artista maya tz’utujil de San Juan La Laguna, Sololá, que ha desarrollado un estilo de pintura arte naïf. Sus obras han sido creadas con óleo sobre lienzo, y a lo largo de los años ha plasmado diversos temas. Ha compartido sus conocimientos al trabajar con los jóvenes de su comunidad, visitar con frecuencia las escuelas locales y enseñarles el arte a pequeños grupos de escolares.


“Cuando comenzó a pintar, su estilo recordaba al del artífice colombiano Fernando Botero, con figuras representadas en proporciones exageradas”, describe el sitio web Mujer maya.


Ujpán viajó en el 2007 a Nueva Jersey para la exposición Arte Naïf Maya, curada por Richard Morgan y producida por el Centro de Artes y Cultura Latina de la Universidad de Rutgers. Esta fue la primera exposición en Estados Unidos que presentó el trabajo colectivo de artistas mayas contemporáneos de San Juan La Laguna.


También, participó en un programa de residencia de dos semanas que incluyó charlas públicas, demostraciones y talleres.


¿Qué es el arte naïf?


Se caracteriza por la representación de temas cotidianos y la vida rural, que busca capturar la esencia de la realidad de una manera pura y directa.

Adoración de Pascual Abaj

Una pintura de 101 x 77 cm de los pobladores que llevan ofrendas al dios maya Pascual Abaj, con forma de ídolo de piedra. Se localiza en un altar de piedra en la cima de la colina Turk’aj, en Chichicastenango, Quiché.

Marisol Vásquez Fotógrafo: Cecilia Vicente
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PARÍS 1874

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Guillermo Monsanto

Tuve la oportunidad de visitar la Galería Nacional de Washington coincidiendo con la inauguración de la muestra París 1874 y quedar hipnotizado. París era, en aquel boyante momento, la capital del arte y de la industria. Los cambios de estilos, los traslapes entre grandes maestros y las generaciones emergentes, brindaron obras excepcionales cuya existencia determinó el rumbo de la plástica el siglo siguiente.


Lo notable de la exposición proviene, por supuesto, de la pinacoteca allí exhibida. Sin embargo, el valor que le da el guion propuesto, y la elección curatorial, redunda en una lectura eficiente y lúcida que permite apreciar la excelencia de los creadores cuyas obras fueron seleccionadas. Y es que muchos de ellos ya impresionistas, en muy poco tiempo, se adentrarían sucesivamente en otras corrientes expresivas.


Es interesante comprender que algunas de esas piezas se exhibieron juntas en los salones de exhibiciones de París de aquel año 1874. Acción que de nuevo les da un valor de compilación poco usual. También, como dato interesante, reluce que en esa misma actividad se dio a conocer el maestro de Antonia Matos y Alfredo Gálvez Suárez, Justo de Gandarias, con algunas de sus esculturas tempranas. Entre ellas, La Parisina y La bailarina de flamenco que fueron muy celebradas en los círculos artísticos aquel año.


La muestra también presenta obras de gran valor plástico realizadas por mujeres artistas invisibilizadas en su momento. Esta tendencia de incluir trabajos femeninos, presente en varios e importantes museos del mundo, está ayudando a reescribir parte de la historia del arte. Si bien los nombres que descollaron en la segunda mitad del siglo XIX, existen en el imaginario de los interesados, probablemente con el tiempo se haga más justicia al aporte femenino en las artes del siglo.


La suma de información adicional representada por catálogos del lapso, grabados, dibujos, bocetos, gigantografías y muchas otras referencias, crean la sustancia necesaria para pasar un buen rato sumergidos en la historia del arte universal y, de paso, por la arquitectura y moda del período. De nuevo expreso, ya para cerrar este pensamiento, que la curaduría fue magistral y un buen ejemplo de ejercicio interdisciplinario ya que en ella laboraron varias cabezas muy lúcidas y preparadas. Existe también un libro que además de las ilustraciones aporta sustancia a la propuesta.

Eddy Castillo
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